Max Otto von Stierlitz es el nombre encubierto de un oficial de inteligencia soviético y superespía, Maxim Isáiev. Consiguió infiltrarse en las altas esferas del poder de la Alemania nazi. Siendo un Standartenführer de las SS, sirvió en la inteligencia exterior, donde fue la mano derecha de Walter Schellenberg.
Sin embargo, Stierlitz es un personaje completamente ficticio. Fue creado en 1965 por el escritor soviético Yulián Semiónov y protagonizó una serie de sus novelas de espías. Y, de hecho, no tiene un prototipo determinado, sino, más bien, varios rasgos recogidos de muchos espías diferentes que Semiónov conoció.
La gran fama le llegó a Stierlitz después de que las pantallas de la televisión soviética vieran la serie «Diecisiete momentos de primavera» (1973), dirigida por Tatiana Lioznova. Estaba basada en las novelas de Semiónov.
Según el argumento, en la primavera de 1945, Stierlitz recibe un encargo muy serio de sus superiores soviéticos. Tiene que investigar si los dirigentes nazis intentan ponerse en contacto con Occidente para firmar un acuerdo de paz por separado. Y, si esto resulta ser cierto, debe intentar arruinar sus planes.
La misión parece imposible, ya que el radiotelegrafista de enlace de Stierlitz muere durante el bombardeo de Berlín, mientras que la mujer de un radiotelegrafista, también espía soviética, es capturada por los nazis.
Stierlitz fue interpretado por el famoso actor Viacheslav Tíjonov. En su interpretación, el personaje fue reconocido como un retrato perfecto de un agente de inteligencia.
Inteligente, increíblemente tranquilo y resistente, leal a su patria y fiel a sus amigos. Pero, al mismo tiempo, despiadado con los enemigos.
No tiene nada en común con James Bond. No lo verá disparando con una pistola aquí y allá, ni haciendo piruetas en peleas cuerpo a cuerpo. Y seduce mujeres. A pesar de llevar muchos años en el servicio de inteligencia, y de estar a menudo en el extranjero y lejos de su familia, sigue siendo fiel a su mujer.
Toda la Unión Soviética lloró a lágrima viva durante la escena en la que se organiza un encuentro de incógnito con su mujer en un lugar público, pero él sólo puede mirarla de lejos, sin hablar con ella.
El personaje se hizo tan popular que el pueblo soviético inventó muchas anécdotas y chistes con él. Y, de hecho, el nombre de Stierlitz se ha convertido desde entonces en sinónimo de todo lo relacionado con espías.
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