“La cara de Chéjov cambiaba cada año”, escribió una vez el escritor ruso Iván Bunin. E incluso trazó con detalle cómo cambiaba exactamente el rostro de su colega:
“En 1879 al final del gimnasio: pelo en una hilera recta, labio superior largo con papila.
En 1884: amordazado, independiente; fotografiado con su hermano Nikolái, un auténtico mongol.
Por la misma época, un retrato pintado por su hermano: niño baskir de pelo alborotado.
En 1890: belleza, audacia de una mirada inteligente y vivaz, pero bigote en flecha.
En 1892: un típico médico rural.
En 1897: lleva un pince-nez. Mira fríamente, a bocajarro.
Y entonces: ¡qué cara más delgada se le quedó!”.
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