Durante la primera mitad de la existencia de la Unión Soviética, la obesidad preocupaba menos que la lucha contra el hambre, la desnutrición y otros problemas de salud pública relacionados. Sin embargo, una vez que se puso a disposición de todo el mundo un suministro suficiente de alimentos básicos, en la década de 1970 surgió un nuevo problema. Muchas personas que habían pasado la mayor parte de su vida temiendo pasar hambre carecían de autocontrol cuando se encontraban con toda la comida que querían y empezaron a engordar. En la Unión Soviética, tener un ligero sobrepeso no se consideraba algo vergonzoso, sino más bien un signo de buena salud y resistencia. La mayoría de los actores y actrices famosos no eran especialmente delgados, salvo algunas excepciones, como Liudmila Gúrchenko o Liubov Orlova. Sin embargo, muy pronto se hicieron evidentes los efectos negativos del exceso de peso: las personas con sobrepeso sufrían hipertensión arterial y corrían un mayor riesgo de padecer toda una serie de problemas cardiovasculares y metabólicos. El Estado soviético se dio cuenta de que era necesario idear estrategias para atajar la obesidad.
1. Una dieta fija en lugar de un menú completo
En la URSS, la gente podía comprar (o recibir con descuento) un vale de vacaciones para los balnearios estatales, donde no sólo podían tomarse un descanso del trabajo, sino también trabajar en algunos de sus problemas de salud. Los médicos del balneario les prescribían diversos procedimientos médicos y una dieta concreta, incluida la “Dieta nº 8” en caso de obesidad. Estos sanatorios no eran muy distintos de los actuales centros turísticos con todo incluido, sólo que en lugar de tarta y pastel, la selección incluía pescado hervido y tortillas al vapor.
El sistema de dietas médicas para sanatorios y hospitales fue desarrollado en la década de 1920 por el dietista soviético Manuil Pevzner. En total, había 15 tipos de dietas que se utilizaban para diversos problemas de salud, desde la gastritis hasta la diabetes. Para los pacientes con sobrepeso, la recomendación era comer 5-6 veces al día, evitar la bollería, la pasta, las legumbres, la carne y el pescado graso, el azúcar, la miel, las frutas dulces y la manteca de cerdo. Se permitían los cereales, el marisco, las verduras, la carne baja en grasa y el pan de centeno. En líneas generales, los consejos eran muy parecidos a las recomendaciones contemporáneas para perder peso, y muchos hospitales rusos siguen utilizando estas dietas fijas incluso hoy en día.
2. Terapia contra el hambre
Las dietas médicas sólo estaban disponibles en los balnearios, y la familia soviética ordinaria no podía permitirse comer tanta carne de alta calidad y verduras frescas. Por eso su dieta se basaba en gran medida en hidratos de carbono procedentes del pan, la pasta y los cereales. Muchas personas incorporaban días de ayuno en los que sólo comían trigo sarraceno o bebían kéfir, o se abstenían de consumir cualquier alimento.
En los últimos años, el ayuno intermitente (saltarse el desayuno, ayunar entre 16 y 72 horas, etc.) se ha convertido en una estrategia popular para controlar el peso y abordar una serie de otros problemas de salud. En 2016, un biólogo celular japonés que estudiaba el impacto del ayuno en la autofagia incluso ganó un Premio Nobel. Pero resulta que los beneficios del ayuno intermitente eran ampliamente conocidos y aplicados en la URSS. Un popular sistema de vida saludable fue desarrollado por Porfirio Ivanov, que vivió en la región de Rostov (en el sur de Rusia) entre 1898 y 1983. Su sistema se conocía como Detka (bebé en ruso) y recomendaba, entre otras cosas, mojarse con agua fría todos los días, dejar el alcohol, comer menos y ayunar al menos un día a la semana.
En 1981 se abrió en Moscú una clínica de terapia del hambre para pacientes con sobrepeso, dirigida por el profesor Yuri Nikolaev. Más tarde se crearon departamentos de terapia del hambre en hospitales de otras grandes ciudades. La terapia consistía en ayunar a base de diversas aguas minerales e infusiones de hierbas, con verduras, frutas, productos lácteos, etc. que se iban añadiendo gradualmente a la dieta. Un elemento obligatorio eran los largos paseos.
Ya en la década de 1960, Nikolaev investigaba los efectos del ayuno y la dietoterapia en personas con problemas de salud mental. En su libro Ayuno para la salud, publicado en 1973, elaboró recomendaciones nutricionales para un amplio abanico de pacientes. Abogaba por la moderación en la ingesta de alimentos y aconsejaba a las personas mayores de 45 años ayunar un par de días al mes.
3. Dietas populares
Sin embargo, la mayoría de los ciudadanos soviéticos optaban por formas más tradicionales de intentar perder peso. Las jóvenes se copiaban las dietas unas a otras en sus diarios e intercambiaban recetas milagrosas que prometían ayudarlas a perder un par de kilos antes de alguna ocasión importante. Uno de los consejos más comunes era beber vinagre diluido en agua después de comer y sustituir la cena por kéfir. Los famosos eran otra fuente popular de consejos dietéticos. Por ejemplo, la famosa actriz e ingeniosa Faina Ranévskaia solía decir que “para mantenerse delgada, una mujer debe comer delante de un espejo, desnuda”. Mientras, el “secreto” de la legendaria bailarina Maya Plisétskaya para tener una figura perfecta era “no atiborrarse”.
En la década de 1970, apareció una dieta de puntos conocida como “la dieta del Kremlin”. Dictaba limitar la ingesta diaria de carbohidratos a 40 puntos (1 gramo de carbohidratos equivalía a 1 punto), y no importaba si éstos procedían del pan o de las verduras. En el lado positivo, se permitían las salchichas, la mayonesa y la manteca de cerdo.
En los años 80, la URSS se volvió loca por estar delgada. Con el inicio de la perestroika, se abrieron paso en el país revistas extranjeras de moda, como Burda Moden, con sus modelos delgadas. En 1988, Moscú acogió su primer concurso de belleza, y no había ni una sola figura rellenita entre las concursantes.
4. La moda del fitness
A lo largo de su historia, en la Unión Soviética se animó mucho a la población a practicar deporte. Había discos con ejercicios matutinos a la venta. Cada organización tenía una “sociedad deportiva voluntaria” y diferentes grupos atléticos, y durante las horas de trabajo había pausas obligatorias para realizar ejercicios físicos. Casi todos los hogares tenían un arsenal de material deportivo, como pesas, mancuernas, barras para hacer dominadas, barras de pared, cuerdas para saltar, así como esquís, patines y rodillos para actividades al aire libre.
El hula hula era un artículo especialmente popular entre las chicas jóvenes. En la película soviética de 1962 La reina de la gasolinera, se describía como “un aparato para adelgazar”. Con el hula hula, la recomendación era hacer ejercicio durante al menos 30 minutos al día, aunque no todo el mundo tenía paciencia para ello. Otro artilugio popular para adelgazar era un disco para torcer la cintura, que requería 20 minutos de ejercicio al día para producir algún efecto. Lo principal era no celebrar la finalización del ejercicio diario con un trozo de tarta, pero, por supuesto, ese peligro sigue y probablemente seguirá estando de actualidad.
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