Lev Tolstói: Inventó su propia camisa y le encantaba hacerse sus propios zapatos
De joven, Tolstói le daba mucha importancia a las apariencias, las suyas y las de los demás. Vivió en San Petersburgo en la década de 1850 y tenía la costumbre de recurrir al mejor sastre de la ciudad. El biógrafo Pável Biriukov describió cómo en una ocasión Tolstói tachó inmediatamente a un caballero de “asqueroso” por el simple hecho de no llevar guantes.
Sin embargo, tras mudarse a su mansión de Yásnaia Poliana, el estilo del escritor cambió radicalmente: empezó a vestirse como un humilde campesino. La mayor parte de su ropa se la cosían su mujer y una campesina local llamada Lipunova. La prenda principal de su vestuario pasó a ser una camisa holgada, que se abrochaba con una simple cuerda. Estas camisas de manga larga recibirían más tarde el nombre de tolstovka, que es una de las palabras para “sudadera” en ruso moderno. Y, en verano, Tolstói añadía un sombrero de paja.
Al escritor también le encantaban sus túnicas y no se privaba de aparecer con ellas ante los invitados. “Llevaba zapatos sin calcetines e incluso diseñó su propia... bata, una prenda que usaba durante el día y que a veces utilizaba como sábanas y edredón por la noche”, escribió su asistente personal, Nikolái Gusev.
La estética artesanal se extendía incluso a los zapatos que usaba Tolstói: valenki, chanclos, botas. Sin embargo, la idea de que Tolstói andaba descalzo es completamente falsa. El mito fue difundido por el artista Iliá Repin, que en 1901 pintó Lev Nikoláievich Tolstói descalzo. Tolstói se enfureció: “Lo único que falla es que llevo los pantalones puestos”.
Antón Chéjov: Creía que una corbata cara y unas gafas ocultarían su enfermadad
A diferencia de Tolstói, a Chéjov nunca se le vio con bata. El hombre estaba dispuesto a endeudarse o a gastarse el dinero que recibía por una novela en lucir elegante. Así, mientras esperaba a que llegara el dinero por su cuento Pabellón nº 6, Chéjov bromeaba: “Si cojo el dinero hoy, me compraré un lujoso sombrero y un abrigo de verano. También me compraré un vestido de verano. El sombrero me va a sentar de maravilla y, en general, pienso aparecer elegante”.
Prestaba especial atención a los detalles. Desde los 37 años, llevaba gafas debido a problemas de salud. Descubrió que los artículos de moda le hacían olvidar su mala visión. “Intento parecer un hombre fresco y joven de 28 años, lo que consigo a menudo, gracias a comprar corbatas caras y perfume Vera-Violetta”.
Vladímir Maiakovski: Llevaba una sudadera amarilla cuando nadie se hubiera atrevido a hacerlo
“No hay prenda más hermosa que el bronce de los músculos y la frescura de la piel”, señalaba el poeta. Pero aún así no se podía pensar en él como una persona que rehuyera la moda.
Antes de 1915, durante la fase futurista de su carrera, Maiakovski escandalizaba a menudo al público con su vestuario hecho por él mismo, en parte debido a que no tenía suficiente dinero para ropa bonita. Uno de esos experimentos acabó pasando a la historia: Maiakovski descubrió una tela negra y amarilla de “propósito desconocido” en alguna tienda y confeccionó con ella su propia manga larga. La reacción del público fue de asombro. En una época, el poeta se presentaba en todas partes con ella puesta, a pesar de que los trajes eran una necesidad absoluta en aquella época: la manga larga parecía una bofetada a las convenciones. Maiakovski no se contenía, llevaba el pelo largo y ondulado y prefería afeitarse, antes de cambiar de opinión y dejarse barba; también era conocido por llevar pantalones con flecos, sombreros horteras y voluminosos abrigos.
En una etapa posterior, la famosa Lilia Brik (su apasiono amor y musa femme-fatale) asumiría el control creativo de su estilo (Brik volvió locos a muchos hombres durante la Edad de Plata rusa). Ella le elegía pajaritas y sombreros, intentando "convertirle en un hombre presentable". En los años veinte, Maiakovski había dejado atrás su periodo de crear escándalo y se enamoró de los artículos bonitos fabricados en el extranjero, especialmente los de la marca Old England. La mayor parte de su ropa, reservada y enteramente burguesa, la traía de sus viajes a París.
Nikolái Gógol: podía llevar un ‘kokoshnik’ para inspirarse y siempre buscaba ser el hombre más elegante de la habitación
Al (quizás) más misterioso de todos los escritores rusos le encantaban las botas. La maleta de Gógol podía contener dos o tres pares en un momento dado. Su estilo general podía considerarse extravagante. En las memorias de su contemporáneo, Serguéi Aksakov, se relata el siguiente episodio: Gógol estaba trabajando en su obra Almas muertas “cuando, de repente, apareció Aksakov y vio que el escritor tenía un aspecto de lo más irregular. Gógol llevaba un pañuelo rojo, una chaqueta corta Spenser, una camisola de franela, calcetines de piel y, para rematar, un kokoshnik dorado. Así era como el emblemático escritor entraba en contacto con la inspiración”.
Huelga decir que Gógol nunca llevaba esas prendas en público, pero sinceramente le encantaban las prendas de cuello y las chaquetas de punto, y también tenía un don para combinar lo incombinable. Era, de hecho, un conocido adicto a las compras y realmente sufría, debido a una malsana preocupación por la imagen, lo que le valió muchas burlas en aquellos días. Escribía a su mejor amigo, Guerasim Visotski: “Además, déjame pedirte una cosa más: ¿es posible, en Petersburgo, encargar al mejor sastre de la ciudad que me haga un vestido? Averigüe cuánto costaría confeccionar el tipo más exquisito que está de moda ahora... Hábleme de los últimos materiales para chaquetas de punto y pantalones. ¿Y cuál es un buen color para los vestidos de allí?”.
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