Aunque Corea del Norte es uno de los últimos reductos del totalitarismo del siglo XX, la ficción distópica es más popular que nunca. Desde el riesgo de otra pandemia mundial hasta la caída de armas nucleares en manos de terroristas, la raza humana tiene mucho que temer. La naturaleza está amenazada por el advenimiento de la industrialización global, y la tecnología facilita cada vez más que nuestros gobiernos nos espíen. ¿Dónde estaremos dentro de 50 o incluso 20 años?
Históricamente, el género de la utopía/distopía ha estado poco representado en la literatura rusa. Está ¿Qué hacer? de Chernishevski Nosotros de Zamyatin, obras de los hermanos Strugatski y Platonov, pero no mucho más.
Sin embargo, todo cambió con la caída de la Unión Soviética, cuando la eliminación de la censura estatal permitió que el género floreciera. Muchas joyas ya están traducidas y son de obligada lectura para los aficionados a la distopía.
1. ‘Metro 2033’ de Dmitri Glujovski
La primera novela postapocalíptica de Glujovski fue un éxito de ventas cuando se publicó en Rusia en 2007 y se convirtió en un juego de ordenador muy popular. Su secuela, Metro 2034, tuvo el mismo éxito. El Universo Metro está ambientado en una Tierra postnuclear en la que los supervivientes restantes acechan en túneles subterráneos. El más grande es el metro de Moscú, donde todas las estaciones son como mini-países y el caos reina en los propios túneles oscuros.
2. ‘Conejos y boas’ Fazil Iskander
El escritor abjaso Fazil Iskander ha escrito clásicos modernos de la literatura soviética y rusa y es conocido por su humor y sátira sin parangón.
Su novela Conejos y boas constrictoras es una alegoría del Estado ruso, cuyas figuras notorias se reconocen en estos conejos, boas y anacondas. La alegoría ayuda a diseccionar la psicología y la mecánica de una dictadura, con su burocracia y sus ciudadanos sumisos: “su hipnosis es nuestro miedo”, se da cuenta uno de los conejos. Este libro es una especie de primo ruso de Rebelión en la granja de George Orwell.
3. ‘El Pasadizo’ de Vladímir Makanin
El Pasadico de Vladímir Makanin es una novela que yuxtapone dos mundos.
El primero es el frágil refugio de la intelligentsia (un búnker subterráneo), mientras que el resto del mundo es la ciudad terrestre, devastada por las guerras y los conflictos. La escotilla de escape es el único punto de conexión entre ambos. Este libro me recuerda el dicho “enterrar la cabeza en la arena”. Si nos escondemos del mundo, al final no habrá vuelta atrás. El estrechamiento de la ruta de escape es una metáfora de la dolorosa extinción de un bello animal que no logra adaptarse a un entorno que cambia abruptamente.
4. ‘El día del Oprichnik’ Vladímir Sorokin
Si hablamos de distopía, no podemos dejar de lado a Sorokin, un gigante moderno de la literatura rusa que lleva una década escribiendo en este género. El día del Oprichnik retrata a la Rusia de 2027, un país que se ha convertido en una retorcida dictadura militar al estilo de Iván el Terrible donde la población está aterrorizada por los Oprichniki, la policía secreta medieval. La sátira política se ve reforzada por la prosa estilizada de la novela, que imita el ruso arcaico, y los numerosos paralelismos históricos del libro subrayan el hecho de que Rusia, de hecho, no ha cambiado en su esencia y tiene la misma actitud hacia su pueblo.
A la novela le siguió su secuela El Kremlin de azúcar. Los libros han ganado prestigiosos premios en Rusia y fueron nominados al Premio Internacional Booker en 2013.
5. ‘El Slynx’ Tatiana Tolstáia
Tolstaia es una maestra viva, el estandarte de oro de la lengua rusa. Presenta el mundo después de un apocalipsis nuclear, cuando la mayor parte de la tecnología, la cultura y la lengua han sido eliminadas. En la Rusia postnuclear los aldeanos viven como animales (y a menudo se parecen a ellos, con atavismos como cuernos y colas que aparecen entre la gente), pero lo más aterrador es el Slynx, un monstruo que habita en el bosque y que es una metáfora del miedo a lo desconocido.
Los pocos libros que se encuentran después de la Explosión son arrebatados a la gente y almacenados en un depósito de libros, donde trabaja Benedicto, el protagonista principal. Lee libros y los copia a mano para conservarlos, al azar, desde literatura infantil hasta guías técnicas especializadas. Que lea mucho no significa que entienda lo que está escrito, y Benedicto es incapaz de educarse lo suficiente para ver el mundo que le rodea; a pesar de estar obsesionado con los libros, sigue viviendo como un cavernícola. Así, las personas que gobiernan y tienen acceso a toda la información no necesariamente preservan nuestra cultura.
6. ‘La flecha amarilla’ Victor Pelevin
Pelevin es otra figura destacada de la literatura posmoderna rusa y ha escrito un par de obras distópicas. La flecha amarilla es una novela alegórica de temática ferroviaria.
El tren, metáfora de Rusia, que abarca el mundo entero para todos los personajes, se dirige hacia un puente derrumbado. Si Rusia ha conocido alguna vez periodos de calma, sólo han sido reflujos, un tiempo en el que las preocupaciones se calmaron brevemente antes del tsunami que se avecina.
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