Esta es la mejor película de la Segunda Guerra Mundial de los últimos años (y es rusa)

Cultura
BORIS EGOROV
Filmada con gran respeto y un prestando un gran cuidado a los detalles históricos, 'La última frontera' muestra la guerra en el Frente Oriental bajo un prisma que los espectadores occidentales rara vez tienen oportunidad de ver.

A principios de noviembre de 2020, La última frontera (título en Rusia: Cadetes de Podolsk) llegó a la gran pantalla en Rusia, eclipsando la mayoría y probablemente todas las demás películas rusas modernas sobre la confrontación entre la Unión Soviética y Alemania en la Segunda Guerra Mundial. Ampliamente aclamada en su tierra natal, se estrenará en breve en Europa y los EE UU.

Una historia de heroísmo

La película se basa en los acontecimientos que tuvieron lugar a principios de octubre de 1941, descritos por el mariscal Georgui Zhukov como la fase más peligrosa de la batalla de Moscú. En aquel momento, las tropas soviéticas que defendían los accesos suroccidentales a la capital no tenían unidades preparadas para el combate contra el enemigo en camino.

Para evitar que el Heeresgruppe Mitte (Grupo del Ejército Central, la formación alemana asignada a la Operación Barbarroja) asaltara Moscú sin resistencia, y para ganar tiempo para reforzar las líneas defensivas de la ciudad que se pudiesen transferir reservas desde el este, 3.500 cadetes de infantería y artillería estacionados en Podolsk, una ciudad industrial al sur de Moscú, se lanzaron en armas contra los alemanes que avanzaban. Estos valiosos cuadros estaban listos para convertirse en comandantes de tropas después de su graduación, pero tiempos desesperados requerían medidas desesperadas.

El mando soviético confiaba en que los cadetes mantuvieran las líneas defensivas en la región de Kaluga (a 150 km de Moscú) durante al menos cinco días. Al final, a costa de 2.500 vidas, resistieron durante doce, dando al Ejército Rojo el respiro que tanto necesitaba.

El Frente Oriental en el cine

La última frontera se diferencia de otras películas sobre el enfrentamiento entre la URSS y el Tercer Reich, conocido en Rusia como la Gran Guerra Patria, y en Occidente como el Frente Oriental. No contiene ninguno de los clichés sobre la vida soviética a los que los espectadores occidentales están tan acostumbrados.

Los cineastas americanos y europeos rara vez muestran la magnitud del enfrentamiento entre el Ejército Rojo y la Wehrmacht. Basta con recordar la escena de Enemigo a las puertas, en la que la infantería soviética corre como un rebaño de ovejas hacia las posiciones alemanas, con un rifle compartido entre tres, mientras que los escuadrones de comisarios políticos les disparan por la espalda en cuanto notan cualquier signo de debilidad.

En realidad, el Ejército Rojo tenía armas más que suficientes, y los escuadrones anti-retirada estaban allí para detener a los posibles desertores, la mayoría de los cuales eran simplemente enviados de vuelta al frente. A veces unidades formadas por desertores se enfrentaron directamente con el enemigo.

Hubo ejecuciones, sin duda, pero sólo como último recurso para delitos graves. Además, se llevaban a cabo después de un juicio y a menudo delante de compañeros desertores. Si hubieran disparado a sus propias fuerzas por la espalda, los comisarios anti-retirada habrían recibido rápidamente ráfagas de balas a cambio.

Sorprendentemente, algunos cineastas rusos se tragan la propaganda antisoviética casi tanto o más que sus homólogos occidentales. Las películas rusas modernas de la Segunda Guerra Mundial a menudo muestran a los soldados soviéticos como un montón de reclutas reacios a luchar por su patria, o a generales borrachos que envían a sus subordinados en misiones suicidas sin pensarlo dos veces. Los estereotipos favoritos de los directores rusos son los burócratas rencorosos y oficiales sádicos de la NKVD que ejecutan felizmente a soldados rasos por poca o ninguna razón.

Sin demonización

En las películas modernas de la Segunda Guerra Mundial, los episodios desagradables arraigados en la realidad se llevan al extremo y más allá, lo que generalmente distorsiona la percepción del espectador tanto de la guerra como del papel del Ejército Rojo en ella. Tales clichés están, de forma refrescante, ausentes en La última frontera. El guión fue creado sobre la base de archivos soviéticos y alemanes, así como de testimonios de supervivientes.

Los cadetes aquí no son corderos silenciosos enviados al matadero por comandantes altivos y comisarios con gafas de culo de botella. Son tipos sencillos, muchos de los cuales no tienen aún 18 años, que están ansiosos por enfrentarse al enemigo. Están asustados, por supuesto, pero superan su miedo para no defraudar a sus camaradas y seres queridos en casa. Como en cualquier situación, algunos se las arreglan mejor que otros.

Los generales aquí no son la multitud borracha que puede verse en el cine ruso. En palabras del historiador militar Alexéi Isaev, son verdaderas figuras paternas, de fuerte voluntad y decisión, que nunca eluden su responsabilidad. Siguiendo las órdenes del cuartel general, no tienen otra opción que enviar sus tropas a lo más profundo del infierno, pero si surge la más mínima oportunidad de salvar una sola vida, lo harán de forma decidida.

También se muestra en la película la figura del comisario político, un oficial supervisor responsable de la educación política y la organización de cada unidad. Pero en lugar de pasarse la película con su revólver apretado contra el cráneo de algún soldado, participa en las hostilidades en pie de igualdad con (e incluso con más celo que) todos los demás. Después de todo, la principal tarea de los comisarios políticos en la guerra no era ejecutar a tantos de sus propios hombres como fuera posible, sino inspirarlos para luchar contra el enemigo. No es de extrañar que los alemanes los eliminaran primero a ellos si se presentaba la oportunidad.

Autenticidad

La filmación de La última frontera tuvo lugar en el lugar exacto donde se libró la batalla, en la región de Kaluga. El río, el puente, las casas, las zonas fortificadas y los uniformes y armas de los soldados fueron cuidadosamente recreados, basados en los registros que sobrevivieron.

Los efectos digitales representas sólo el 10 por ciento de los efectos especiales. En su lugar, se restauraron en museos y se llevaron a plató vehículos blindados de transporte de tropas alemanes originales, así como cañones antitanque y tanques soviéticos (los T-4, T-2, T-38 y el legendario T-34).

“Todo se trata de dar autenticidad”, dice el productor y co-guionista Ígor Ugólnikov: “Los consultores históricos corrían por todo el set, incluso comprobando los números pegados en los tanques. Buscábamos lograr la máxima precisión, para acercarnos a la realidad. Investigamos la batalla hasta el último detalle, incluyendo los números de los aviones que participaron. Estudiamos cómo se disparaban los cañones, y no sólo cómo eso, sino cómo se hacía todo el proceso exactamente en 1941. Esto es más que una película, es casi un documental en el que se habla con franqueza, no usando la calumnia.”

Los historiadores militares, aunque en general dan un gran apoyo a la película, no coinciden totalmente con la valoración de Ugólnikov de que La última frontera es lo último en realidad histórica: por ejemplo, según ellos falta reflejar el uso de cañones antiaéreos, morteros, obuses, etc., así como el papel de la 312ª División de Infantería, que cubrió los flancos de los cadetes. Pero estos fallos son perdonables, dice Alexéyi Isaev: “Lo que se muestra se muestra con un alto nivel de detalle. En conjunto, la película tiene éxito... Es un gran paso adelante para el cine ruso moderno”, afirma el historiador.

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