La ciudad de la fotografía de aquí arriba es Grozni, capital de Chechenia, donde la mayoría de los residentes son musulmanes. Un enorme árbol de Navidad brilla justo al lado de la mezquita de Ajmad Kadírov (una de las más grandes de Rusia). La gente anda en busca de regalos en un mercado tradicional de Navidad, mientras que los niños se divierten en la zona de recreo.
Esta es Ulán-Udé, capital de Buriatia, una de las regiones budistas de Rusia. En la plaza principal, llamada Lenin en honor del líder bolchevique y ateo convencido, hay un árbol de Navidad.
Obviamente, ni los budistas ni los musulmanes celebran la Navidad, pero en Rusia en diciembre, las luces de Navidad te cegarán en todas partes. Y no solo en el exterior sino que, según una encuesta el 82% de los rusos decoran su casa con un abeto (en total, más del 90% tiene algún tipo de decoración con motivos navideños en el interior).
No se trata de religión
La tradición de decorar el abeto llegó a Rusia desde Europa a principios del siglo XVIII, después de la “gira europea” del zar Pedro el Grande: ordenó que se decorara un árbol de Navidad (los rusos solían celebrar la Navidad el 25 de diciembre, como los católicos) y que se celebrara el Año Nuevo el 1 de enero. Sin embargo, fue popular sobre todo entre la diáspora alemana en San Petersburgo hasta mediados del siglo XIX, cuando se instaló el primer abeto festivo en la actual estación de ferrocarril de Moscú. A la gente le gustó y comenzó a decorar su propia casa. El ballet más famoso de Rusia El cascanueces de Piotr Chaikovski está ambientado “bajo el árbol de Navidad”.
Después de la Revolución, los bolcheviques trataron de sustituir las fiestas religiosas (“burguesas”) por las seculares. En los años 30 comenzaron a organizar fiestas de Año Nuevo para los niños soviéticos, que se llamaban yolki (“abetos” en ruso). En estos yolki solía haber una actuación con Ded Moroz (Papá Noel ruso) y Snegúrochka (Doncella de las Nieves), muchas actividades y dulces. La nueva tradición se extendió rápidamente por la Unión Soviética. Así fue como el árbol de Navidad se transformó en el árbol de Año Nuevo para los rusos. Todavía hoy Nochevieja sigue siendo la fiesta más esperada por todos los rusos (y las antiguas repúblicas soviéticas).
Alexandra Karlínskaia de Moscú creció en una familia que no era religiosa y para ellos la Nochevieja era una fiesta muy importante. “A finales de diciembre decoramos solemnemente el abeto. Lo hago con mi madre, cocinamos comida deliciosa e invitamos a personas cercanas. Cuando era niña, era como algo mágico”. Hace varios años, comenzó a comer según el cashrut (alimentación según la ley judía) y a celebrar las fiestas judías. “¡Aún así, no pretendo dejar de lado el abeto, las mandarinas y el champán el 31 de diciembre!” Para ella, esta tradición no está relacionada con ninguna prescripción religiosa, es solo “un pretexto para reunirse con gente cercana, intercambiar regalos y divertirse”. Para George Pitchjadze, con raíces georgianas e israelíes, el árbol festivo “es tan navideño como la Janucá y a menudo lo llamamos el arbusto del Jánuca”.
Es un momento de felicidad para los niños... y de días libres para los adultos
Actualmente las vacaciones oficiales de invierno en Rusia van del 1 al 8 de enero (incluye la Navidad ortodoxa del 7 de enero). Sin embargo, en algunas regiones donde la mayoría de los habitantes son cristianos no ortodoxos, hay otras fiestas religiosas oficiales. Por ejemplo, en Buriatia, Tuvá, la república de Altái y Kalmukia, los lugareños celebran el Año Nuevo budista, llamado Tsagaan Sar (normalmente en febrero). En la Chechenia musulmana, Baskortostán y Tartaristán también hay días festivos en Eid al-Fitr y Eid al-Adha. Sin embargo, todos ellos siguen decorando en casa un árbol de Navidad (en realidad de Año Nuevo). Y lo que es más interesante, cada región rusa tiene su propio Santa Claus particular, un portador de regalos con barba blanca y traje brillante. En Tartaristán, se llama Kysh Babái, en Buriatia – Saagan Ubugun, en Yakutia – Ehee Gyul.
“Para mí no hay ningún vínculo entre la religión y el árbol de Año Nuevo. Es solo un símbolo del Año Nuevo y de la fiesta de los niños”, dice Munir Minibáiev, musulmán de Ufa, Baskortostán. “Es nuestra tradición desde la época soviética, cuando no dividíamos a la gente por motivos religiosos”. Dice que en su región es común que personas de diferentes confesiones se casen entre sí y por supuesto, celebren las fiestas juntos.
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