Hace quince años las figuras hechas a base de pan carecían de interés para Andréi Kuzkin. Sin embargo, ahora ocupan un lugar central en su obra. Consideraba que el antropocentrismo (colocar a los humanos en el centro de la cultura) era erróneo.
Comenzó con paisajes abstractos, usando témpera sobre papel para pintar solo dos temas: el cielo y la tierra. Más tarde, su padrastro, el artista Evgueni Gor, le aconsejó cambiar a materiales con más sustancia, dando lugar a varias instalaciones conceptuales tridimensionales. Comenzó a representar la tierra con cemento, arena y arcilla, utilizando plomo fundido y aluminio para visualizar los océanos y el cielo, respectivamente. “Para la materia orgánica y la hierba, tomé paja y la empapé con cola fría. Era una alquimia primitiva ingenua, que recordaba las obras de Anselm Kiefer, Antoni Tapies o el arte de Papúa, como dijo uno de los vecinos de mi pueblo”.
Al mismo tiempo, Andréi quedó fascinado por la performance. La comunidad artística recordaba su primer experimento en este género, que fue sensacional, y se celebró en la Bienal Internacional de Arte Joven de Moscú en 2008. Después de atarse con una cuerda al centro de una piscina llena de hormigón líquido, caminó en círculo hasta que moverse con dificultad por la masa solidificante.
De la pintura al agua, al cemento y al pan
Sus exposiciones fueron bien acogidas en bienales y obtuvo varios premios. Pero Andréi decidió que su mundo escultórico debía poblarse. Comenzó la búsqueda de un material adecuado, y fue así como encontró el pan. Al escogerlo tocó varios códigos culturales, según se dio cuenta más tarde.
“Por un lado está el simbolismo cristiano (el cuerpo de Cristo), así como el símbolo del sacrificio que se remonta a tiempos paganos (según la tradición eslava y la de otras culturas, a los visitantes se les recibe con pan y sal). Por otro lado, está la tradición de la cárcel rusa en la que se hacen cosas con pan. Todo esto se fusionó y se unió en mi cabeza en una bola de poderosa energía”, explica Andréi.
Además, en Rusia el pan es también un símbolo de plenitud y saciedad, un “material” muy conocido para el pueblo y que puede utilizarse para expresar los puntos en común entre los seres humanos: “Todo el mundo tiene un cuerpo, que es frágil y perecedero. Del mismo modo, el pan no es un material eterno, no es bronce, se descompone”.
En 2010, Kuzkin realizó una exposición individual en la Fundación de Arte Stella titulada Héroes de la levitación. Allí expuso por primera vez sus figuras de pan, tres de ellas de gran formato y de desnudos, en posturas que indicaban que la atracción gravitacional no es más que una forma de tortura.
Un año más tarde, las figuras fueron expuestas en Venecia, pero el artista se sintió amargamente decepcionado. Según le pareció, nadie le entendió.
“Todo este simbolismo carecía de resonancia allí. Es sobre todo un tema ruso, con este complejo innato de sacrificio... Resistencia sin límites, falta de respeto por la personalidad individual, crueldad y sentimentalismo, todo en uno... Y para ellos, el pan no tiene una connotación tan simbólica... Es tan solo una comida”, opina Andréi.
Después el artista decidió acercarse a la gente. Hizo un gran lote de pequeñas figuras y las puso a la venta en una pasarela subterránea cerca de su taller en la calle Jlebozavodski en Moscú. “Gracioso, ¿no? Solo vendí una figura a un niño de unos ocho años por cinco rublos. Más de dos horas después, la policía me dijo que recogiera”.
Esta performance se grabó y se mostró en la siguiente Bienal de Venecia. Andréi cree que en esta ocasión fue más comprensible para los extranjeros. Había un contexto: “Muchos drogadictos de 30 años con muletas, bábushkas con la cara hinchada y otras personas sencillas de mi región en el sur de Moscú... No solo había figuras de pan”.
Un año después, el artista “se acercó” de nuevo a este tema y esculpió pequeñas figuras durante toda una semana con los reclusos de la prisión de Beli Lébed en Krasnoyarsk. El proyecto dio como resultado una película llena de diálogos entre Kuzkin y los filosóficos presos.
¡Se están multiplicando!
La estancia de Andréi en la residencia artística Fábrika de Moscú está a punto de acabar. Ha pasado aquí un año y sus pequeñas figuras han evolucionado. Se han vuelto “más pequeñas, numerosas y tristes”. En su taller aparecieron 1.104 figuras humanas de 10-15 cm de altura, que formarán parte de una gran instalación llamada Suplicantes. Planea colocarlas sentadas dentro de cajas de cemento de 440 cm de alto y 360 cm de largo y ancho, y exponerlas en una de las galerías de arte de Moscú.
“En términos más generales, me gustaría reunir todas mis esculturas y crear una gran exposición de ‘pan’. No sé por qué, pero parece que no solo es importante para mí…”.