El investigador del golpe.
Alexéi Kozin y Oleg MáslovVK, la red social más popular de Rusia, está llena de interesantes páginas con contenidos que van desde los temas eróticos hasta artículos científicos de alto nivel. En esta página, “Psicodelia al estilo soviético”, hay gran cantidad de pinturas de vanguardia y clandestinas de artistas soviéticos y postsoviéticos. Para el espectador desprevenido casi todas pueden parecer auténticas chaladuras.
No necesitas saber ruso para disfrutar de este arte: solo tienes que seguir el enlace de arriba y desplazarte. Para aquellos que quieren entender de qué trata todo esto, seleccionamos las pinturas que más nos han gustado y hemos añadido breves comentarios.
Movimiento del pensamiento, de Alexánder Klímov (1999). El artista se especializa en la llamada pintura de ciencia ficción. Sus obras tratan del universo, el espacio y el infinito.
Fenómenos, de Pável Chélishchev (1936-1938). Pintor emigrante que conoció y compitió con Dalí y Picasso, Chélishchev pintó Fenómenos como parte de su tríptico Infierno-Purgatorio-Paraíso, que simboliza el infierno con todos sus terrores.
El investigador del golpe, de Alexéi Kozin y Oleg Máslov (1987). Estos pintores de Leningrado cofundaron la “nueva escuela salvaje”. Una de sus pinturas más famosas muestra a un hombre clavándose un clavo en la cabeza.
Te saludo con la mano, mi segundo yo, de Víktor Pivovárov (1999). Fue uno de los fundadores del arte conceptual soviético, donde las ideas prevalecen sobre la estética, como puedes ver.
Peligroso, de Érik Bulátov (1972-1973). Tal vez sea el artista ruso contemporáneo más famoso. Mezcla escenarios realistas con mensajes de texto, lo que crea extrañas impresiones. En este cuadro transformó un pintoresco paisaje ruso en algo más amenazador al escribir “PELIGROSO”.
Ha llegado tu hora, de Alexánder Dzhíkiya (1989). Este autor también combina la pintura con el texto. Aunque su obra recuerda a los sueños surrealistas y absurdos.
Buscando la historia, de Alexánder Kosolápov (1982). Los artistas de la era soviética que estaban hartos de la ideología comunista trataron de deconstruirla y burlarse de ella. En esta obra, Lenin reparte guiones de sabiduría a los dioses egipcios.
El durmiente, de Vasili Shulzhenko (año desconocido). Uno de los pintores rusos más sombríos, Shulzhenko retrata pueblos moribundos y zonas industriales deprimentes de la antigua URSS.
Cuando la pantalla de televisión se oscurece, de Gueorgui Kichiguin (1991). Cuando apagas el televisor lo único que te queda es un espejo negro donde apareces solo. Esta idea inspiró también a Charlie Brooker para hacer la popular serie Black Mirror. Un pintor ruso de Siberia lo pensó unas décadas antes.
Habitación 22, de Víktor Pivovárov (1992-1995). El texto dice: “Por la noche se estaba convirtiendo en una bestia, rugiendo terriblemente detrás de la pared y arañando con sus garras”.
Suerte, de Damir Murátov (2005). Este pintor siberiano afirma buscar inspiración en los basureros de Omsk (ciudad a 2.700 km al este de Moscú).
¡Mamá, estoy bien!, de Vladímir Safónov (1989).
Persona que bosteza, de Vadim Rojlin (1969). Con su arte de vanguardia, Vadim Rojlin (1937-1985) se opuso al estilo oficial del realismo socialista. Desafortunadamente, el éxito le llegó tras su fallecimiento.
La cola, de Alexéi Sundukov (1986). Las largas filas para comprar productos, que siempre escaseaban, fueron una de las señas de identidad de la vida soviética. Sundukov fue el primero en plasmar esto en un lienzo.
Sin título, de Yulia Schúster (1968). No hay nada que añadir. Simplemente una cara en el cielo.
Así puedes parecer un experto en arte ruso (aunque no lo seas realmente).
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