Entre sus personajes hay asesinos, masoquistas, prostitutas, inadaptados, santos tontos y marginados sociales. En Rusia la gente empieza a leer a este gran escritor en la escuela secundaria y ya no puede dejar de hacerlo.
Sin embargo, ¿es posible describir la vida de los fondos de la sociedad tan vívidamente sin formar parte de ella? Parece que no. “Soy tan libertino que no puedo vivir una vida normal. Tengo miedo del tifus y de la fiebre. Mis nervios están débiles. Las Mínushkas, Klárushkas y Mariannas son más bonitas que nunca, pero cobran tanto dinero…”, escribió Dostoievski a su hermano. El gran escritor ruso estaba obsesionado con pagar por sexo. Todo indica que en su propia vida hubo muchos más vicios que en sus obras.
Un hombre lleno de complejos
Pocas personas se enamoraron de Dostoievski a primera vista porque, según sus contemporáneos, era extremadamente difícil hacerlo: “Era delgado y pequeño, tenía el pelo rubio y una complexión poco saludable”, afirmó Avdotia Panáeva, escritora a quien Dostoievski echó los tejos. Otros epítetos eran “irritable”, “inseguro”, “loco de verdad” y “joven lamentablemente vanidoso”. Nikolái Nekrásov e Iván Turguéniev, por ejemplo, llamaron a Dostoievski “grano inflamado”. Sin embargo, el “acoso” de Dostoievski se debía a su propio comportamiento: escribía novelas sentimentales de diez centavos así como historias de crímenes (así se percibían sus obras en aquella época), pero él se consideraba un verdadero genio.
Es cierto que era crítico, por decirlo suavemente, con su propia apariencia. Se hacía llamar Quasimodo y era muy tímido con las mujeres. Aunque eso no le impedía visitar todos los burdeles de San Petersburgo...
Obsesionado con el sexo
Era tímido. Dicen que lo era tanto que podía desmayarse al ver los tobillos de una mujer o si le hablaba una chica guapa. En una ocasión tuvo que sentarse en un banco para calmarse tras haber visto unas medias en un escaparate. Después de salir de fiesta por la noche con sus amigos, siempre terminaba yendo a un burdel. “Y así, furtivamente, tímidamente, en soledad, de noche, me entretuve en un vicio sucio, con un sentimiento de vergüenza que nunca me abandonó”, dice de sí mismo en las palabras del protagonista de Apuntes del subsuelo.
Las preferencias sexuales de Dostoievski iban más allá de lo convencional. Le encantaba provocar y dominar. Por eso las mujeres a las que ya había visitado antes, a menudo se negaban a acostarse de nuevo con él.
Esto continuó hasta que conoció a su primera esposa. Y luego a la segunda.
Tiranía en la familia
Dostoievski se casó en dos ocasiones. La primera vez, a los 34 años. El matrimonio se rompió y su esposa lo dejó por un joven amante, lo que le provocó un ataque epiléptico muy agudo y agravó su complejo de inferioridad.
El segundo matrimonio fue diferente: la taquígrafa Anna Snítkina (25 años menor que él) era una admiradora del escritor y lo consideró una autoridad durante toda su vida. “Estaba dispuesta a estar de rodillas por él toda mi vida”, recuerda en sus memorias.
Pero cuando se casó por segunda vez, Fiódor ya estaba desgarrado por los celos, debido a los agravios anteriores. Estableció una serie de normas para su esposa: debía limitarse a ponerse ropa neutral (y no vestidos ajustados), no sonreír a los hombres, no reír en compañía de hombres, no usar pintalabios o sombra de ojos. Dostoievski buscaba amantes y “evidencias” de su presencia en la casa de manera regular e impulsiva. La paranoia podría llegarle al escritor en medio de la noche.
“Mis amigas me dijeron que había envejecido mucho durante esos cuatro años y me reprochaban que no cuidara de mí misma”, afirmó Anna.
Un jugador que vendió sus mejores posesiones
Si el amor de Anna Snítkina por Dostoievski no era físico, sino “ideológico”, como ella decía, Dostoievski “amó” a Anna en todos los sentidos. Pero esto no le impidió vender sus anillos de boda y su vestido de novia para pagar una nueva deuda que había contraído jugando.
De hecho, era un ávido jugador de ruleta (lee El jugador y lo entenderás todo). Es cierto que solo ganó una gran cantidad en una ocasión, justo al principio de su obsesión. Después, casi siempre perdía dinero. Pero su reacción fisiológica a los juegos de azar tomó ventaja. “En cuanto me despierto, mi corazón se detiene, mis brazos y piernas tiemblan y se enfrían”, así se sentía en los momentos en que estaba particularmente obsesionado con el juego.
“Es una enfermedad”, fue el veredicto de Anna Dostoiévskaia. Y debía ser aceptado como parte de su naturaleza. Todo era parte de la naturaleza desequilibrada y apasionada del escritor, creía ella.
¿Por qué algunos rusos odian a Dostoievski? Te lo contamos aquí.