“Para aquellos que no entienden lo que estoy haciendo, gracias por pasarse”, escribió Nina Kraviz en Facebook hace casi dos años. Colgó este sarcástico post de despedida tras una sesión en Melbourne (Australia) cuando, después de una desordenada canción con batería y bajo titulada I Want to be a Stewardess del productor ruso Shadowax, parte del público se marchó del espectáculo diciendo que iban a verla por el techno, mientras exigían que les devolvieran su dinero.
Escribo con respecto a la buena gente de Melbourne, pero creo que no entendieron nada. Cualquiera que pague para ver a Nina Kraviz y espere algo mesurado, ha sido seriamente engañado. Además de ser DJ, es productora, cantante, directora de un sello discográfico y, agárrate, dentista cualificada. De manera algo extraoficial, también es bailarina, artista, un sex symbol y un modelo a seguir para las mujeres en el mundo del techno.
Sus sesiones son como un viaje a través del espacio y el tiempo
Si alguna vez has visto un set de Nina Kraviz, te habrás dado cuenta de que la pista Shadowax es como la punta del iceberg. Ella no es un DJ techno en el sentido clásico del término. En vez de secuencias constantes y temáticas, al estilo Berghain, ella ofrece una tumultuosa pero ecléctica sesión de historia de la música, que te lleva a hacer incursiones fugaces en el acid house, la música disco, el trance y el drum'n' bass. Si es la noche correcta, una sesión de Nina Kraviz es como una experiencia flipante en la que no paras de decir a tus amigos: “Buah, tío, esto lo solía escuchar”.
Nina jugando con el clásico de música disco ‘Spacer Woman’, de 1983.
Quizá sea este el lugar adecuado para recordar la historia, tantas veces contada, de su viaje a Moscú procedente de su Irkutsk natal (5.000 km al este de la capital). El hecho de estar inmersa en el anárquico estallido de la cultura rave postsoviética (mientras trabajaba como estudiante de odontología en un hospital de veteranos durante el día) hizo que tuviera una apasionada comprensión del techno e hiciera acopio de la gran colección de discos que tiene actualmente. Tal y como dijo recientemente al diario The Guardian: “El techno es tan importante como el jazz... He tardado 15 años en tener un pequeño marco de referencia”.
Es una verdadera DJ, crecida en la era dorada de la experimentación y las mezclas “sucias”. Algunas de sus mezclas son fruto de la casualidad y siguen su estado de ánimo. Su BBC Radio One Essential Mix es un buen punto de partida. A partir de la remezcla de la canción Love Is Ok, de Ricardo Villalobos, se produce un giro de 180º y se convierte en la canción Inner Language de Hardcore Far Electronics (sobre 25:40).
Luego está Mixmag. Tras se nombrada DJ del año en 2017, sacó esta mezcla en la que trance, hip hop, breakbeat, acid, pop de los 80, e incluso indie, se cuecen a fuego lento. La verdad es que tiene su cosa.
Obviamente, también hay un elemento de arte performativo en sus actuaciones. Fuma detrás de la mesa de mezclas, hace una reverencia a los fans después de un tema bien recibido, cierra los ojos sin prisa y hace gestos cada vez que siente la necesidad. Es como una manifestación física de la música, con la que hace viajes arcanos. Exige una atención constante de la multitud a la que desafía con sus sonidos, mientras ayuda visualmente a darle sentido a todo lo que hace.
Ella lo resume mejor que nadie: “Cuando soy DJ, estoy más viva que la h***”.
Dime que no está sintiendo ese ácido escalofrío.
La chica de oro del ‘techno’
Es obvio que Nina Kraviz es una mujer muy atractiva. Esto ha jugado a su favor, ya que el techno no es un género conocido por sus figuras femeninas. La crítica más común que se le hace a Nina quizá sea que es una poser. Un documental de 2013 de Resident Advisor sobre su vida durante las giras incluía escenas de ella en una bañera, que hacían derretirse al mundo de esta cultura. “Soy tan feliz de que el uso descarado de la sexualidad pueda tomar el lugar de la prostitución del vinilo”, afirmó el veterano DJ estadounidense Maceo Plex.
Algunos asocian rápidamente la revolución sexual de Nina con la cultura de Instagram y con una especie de aburguesamiento de la crudeza del techno. Sin embargo, ella no ve el vínculo: “'Oh Dios, no puede ser tomada en serio si es guapa y femenina...' ¿Desde cuándo es así chicos? Ni siquiera tengo un representante. Rechacé a todos”, respondió en Facebook.
Aquí es donde entra en juego el hecho de ser rusa. Es descaradamente atrevida sobre su derecho a ser femenina. Nina se pavonea con una arrogancia que es tan testaruda como misteriosa. Aunque no hay duda de que es una influencia para las mujeres emergentes en esta industria, como Charlotte de Witte y Amelie Lens, o incluso para talentos locales como Inga Mauer e Ishome (alias Shadowax). Se ha negado repetidamente a complacer a los medios de comunicación tratando de capitalizar su feminidad, les dice que al ser políticamente correctos, corren el riesgo de pasar por alto a los artistas masculinos.
En otras palabras, se trata de una mujer DJ, en la que todo tiene que ver con la música pero que tiene un aire de sensualidad que hace que sea un enigma para el techno, tanto como lo es la complejidad de la feminidad rusa para los europeos.
Le guste o no, Nina Kraviz es el símbolo sexual que el techno no sabía que necesitaba.
Echa un vistazo a estas producciones de Nina y su sello, Trip, que está principalmente compuesto por artistas rusos e islandeses:
Descubre aquí cómo suena la percusión chechena.