3 rusos de gran talento que se ganaron la fama fuera de su país

Cultura
YULIA SHÁMPOROVA
El candidato al Premio Nobel de Literatura, el fundador del arte abstracto y el pionero de las revistas de moda: los tres se criaron a la rusa, pero lograron éxito y aclamación fuera de su país.

1. Vasili Kandinski, pintor y fundador del arte abstracto

Kandinski pasó la primera parte de su vida adulta trabajando como abogado en Rusia, pero después de cumplir 30 años decidió darle un giro radical a su vida.

Su vida profesional ya estaba encarrilada y tenía una trayectoria bastante predecible, pero un día este respetado profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad de Moscú decidió ver una exposición de artistas modernos franceses.

La muestra de impresionistas en Moscú en 1895, y en particular la obra de Claude Monet, Almiares, inspiraró tanto a Kandinski, que decidió convertirse en artista. En ese momento tenía 30 años, por lo que no esperó mucho para poner en marcha su plan.

En 1896, Kandinski se mudó a Múnich donde conoció a expresionistas alemanes, y participó en varios movimientos artísticos. Cuando los nazis cerraron la Bauhaus, unión de pintores en la que participaba Kandinski activamente, se mudó a Francia junto con su esposa, y finalmente recibió la nacionalidad francesa.

Kandinski fue uno de los fundadores del arte abstracto y del grupo conocido como “El Jinete Azul”. Su primera pintura abstracta apareció en 1910 (ese año oficialmente marca el comienzo del arte abstracto) y en 1911 se publicó su libro De lo espiritual en el arte, que se convirtió en la base teórica fundamental de un nuevo movimiento del arte abstracto.

Según la teoría del arte de Kandinski, la combinación de cualquier color, línea y figura geométrica puede causar una variedad de asociaciones: visual, sonora, gustativa, etc.

“El color influye directamente en el alma. El color es el teclado, los ojos son los martillos, el alma es el piano con muchas cuerdas. El artista es la mano que toca, tocando una u otra tecla deliberadamente puede causar vibraciones en el alma”, escribió Kandinski en su libro.

2. Vladimir Nabókov, escritor, poeta y traductor

La novela más famosa de Nabókov, Lolita, que cuenta la relación íntima entre una adolescente y un hombre maduro, fue escrita en inglés en 1955. El propio autor la tradujo al ruso diez años más tarde. Pero la primera docena de novelas del maestro fueron escritas en ruso.

Nabókov, nominado al Premio Nobel de Literatura cuatro veces, provenía de una familia de aristócratas rusos. Durante los primeros veinte años de su vida en San Petersburgo, obtuvo una educación clásica, era propietario de su propia casa y tenía millones de rublos heredados de su tío. Si la Revolución de 1917 nunca hubiera sucedido, el joven habría tenido una vida brillante en su Madre Patria.

Como muchas personas de su clase, la familia Nabókov emigró de Rusia. Continuó su educación en la Universidad de Cambridge y luego se mudó a Alemania, donde publicó sus primeros cuentos y poemas.

Mientras vivía en Alemania, publicó varias novelas, todas escritas en ruso, incluidas Máshenka (1926), Rey, dama, valet (1928), La defensa de Luzhin (1930), Invitación a una decapitación (1936), y otras.

Cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial, dejó Europa para partir hacia Estados Unidos, donde durante casi veinte años dio conferencias en universidades sobre la literatura rusa e internacional.

Comenzando por La verdadera vida de Sebastian Knight (1941), Nabókov escribió en inglés. A este libro le siguieron Barra siniestra (1947), Ada o el ardor (1969), y Look at the Harlequins! (¡Mira a los arlequines!, 1974). Estas y algunas otras obras, incluida Lolita, le hicieron rico y le dieron la fama mundial.

3. Alexéi Brodóvich, director de arte de la revista Harper's Bazaar en EE UU

Brodóvich se convirtió en el padre de las revistas ilustradas tal y como las conocemos hoy. Pero su primer éxito llegó cuando ganó a Picasso en una competición de carteles para un baile de caridad. El pintor malagueño quedó en segundo lugar.

Al igual que Nabókov, Brodóvich emigró de Rusia siendo joven después de la Revolución de 1917, pero mantuvo el contacto con sus compatriotas. Trabajó para Serguéi Diághilev, el empresario y creador de los Ballets Rusos en Francia, creando carteles y decoraciones, además, fotografió a bailarines de ballet al otro lado del escenario durante ensayos y actuaciones.

A principios de la década de 1930, se mudó a Estados Unidos, donde entre 1934 y 1958 trabajó en Nueva York como director de arte de la revista de moda Harper's Bazaar. En este período, Brodóvich causó una revolución en el mundo de las revistas, combinando imágenes y texto en las páginas. Invitó a colaborar a sus amigos entre los cuales estaban Salvador Dalí, Marc Chagall, Raoul Dufy, Joan Miró y Jean Cocteau.

Brodóvich fue también un pionero en el diseño gráfico y fundador de la fotografía de moda y de la publicidad. Su estilo era totalmente diferente al de sus contemporáneos, y sus ideas eran innovadoras y frescas. Cortaba las imágenes, y si así se veían mejor en la página, podía darles la vuelta y poner una foto encima de la otra. Brodóvich también era conocido por su diseño original de texto en la página. Los artículos y los títulos se escribían con letras determinadas y se imprimían en diferentes ángulos.

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