En su libro de 1958 Nosabenada en la Ciudad del Sol el escritor infantil soviético Nikolái Nósov contó la historia de Nosabenada (un personaje de cuento de hadas, un niño al que no le gustaba estudiar, Neznaika en ruso). Su nombre Neznaika reflejaba su personalidad: en español fue traducido como Nosabenada. En el libro, el protagonista y sus amigos viajan a la Ciudad del Sol, donde son testigos de un extraordinario desarrollo urbano y tecnologías de vanguardia.
Nósov describe a la Ciudad del Sol como un entorno urbano lleno de comodidades contemporáneas como aspiradoras robotizadas automáticas, puntos de alquiler de bicicletas, audioguías, dispositivos de navegación y comunicaciones por vídeo (como Skype). También presenta al transporte público de Ciudad del Sol decorado con pinturas, algo que los moscovitas pueden ver a veces en los trenes del metro de Moscú.
Otra cosa interesante es que Nósov parece haber acertado con la moda callejera del presente. Los pantalones amarillos, la camisa naranja, la corbata verde y el sombrero azul brillante de Nosabenada no dejan indiferentes a los habitantes de Ciudad del Sol, sino que estos le sacan fotos para enviarlas más tarde a los diseñadores de la ciudad.
Otro escritor infantil, Kir Bulychov (su nombre real era Ígor Mozheiko), imaginó cosas como los zancos saltadores mucho antes de que fueran inventados. En su libro de 1977 Dentro de cien años cuenta la historia de un chico normal que viaja al futuro, al año 2082. Allí es testigo de cosas como máquinas expendedoras (con helados, bebidas y distintos snacks en su interior), zancos saltadores e incluso lectores de libros electrónicos (que no aparecieron en Moscú hasta el 2008).
En la novela, Bulychov también describió una forma futura de viajar: en 2082 la gente usaba orbes transparentes para ir de un punto a otro - ¡recuerda a las esferas de plástico trasparente pero probablemente causando menos mareos después!
El escritor soviético de ciencia ficción Alexánder Beliáiev es a conocido como “el Julio Verne ruso”. En su novela La cabeza del profesor Dowell (1925) consideró la posibilidad de la resurrección física tras la muerte, las operaciones de trasplante y la cirugía ocular. Por supuesto, por ahora la resurrección todavía parece lejos de ser posible, pero ha habido muchos casos en los que los médicos han podido “revivir” apacientes después de una muerte clínica. Por otro lado, los cirujanos modernos vienen realizando desde hace tiempo trasplantes y son capaces de coser miembros amputados y realizar cirugía ocular.
Beliáiev era también un buen amigo del científico espacial ruso-soviético y pionero de la teoría astronáutica, Konstantín Tsiolkovski, y en su libro de 1936 La estrella Ketz (KETz son las iniciales de Konstantín Eduárdovich Tsiolkovski) Beliáiev describe una serie de aventuras espaciales en las que aparecen estaciones orbitales, caminatas espaciales, satélites y viajes a la Luna.
El escritor soviético ruso Alexéi Tolstói escribió en muchos géneros pero se especializó en la ciencia ficción. El hiperboloide del ingeniero Garin (1926) cuenta la historia de un ingeniero que crea una herramienta con un rayo de calor de tremenda fuerza destructiva. Sus fans creen que de esta manera Tolstói predijo el futuro desarrollo de armas láser.
En una novela anterior titulada Aelita (1923), que más tarde inspiró una película del mismo nombre, Tolstói anticipó la posibilidad futura de viajar al espacio, específicamente a Marte. Utilizó las obras de Tsiolkovski como base y creó una historia sobre un ingeniero soviético que crea un cohete que le permite dirigir una expedición a otro planeta.
Los legendarios hermanos de la ficción ruso-soviética Arkadi y Borís Strugatski, parecen haber imaginado por primera vez unos auriculares Bluetooth y una especie de arma de paintball en El último círculo del paraíso, publicado en 1965. También vislumbraron algún tipo de mundo ilusorio, una biblioteca mundial virtual que algunos ven como un prototipo de Wikipedia, pero que el propio Borís prefirió imaginar una especie de versión temprana de Internet.
En Escarabajo en el hormiguero (1980) describieron un videoteléfono que permite a los que llaman ver a la persona con la que están hablando. ¡Demasiado para un iPhone!
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