Ósip Mandelshtam fue uno de los poetas rusos más destacados del siglo XX. A pesar de ello tuvo una vida trágica y murió en un campo de trabajo cercano a Vladivostok el 27 de diciembre de 1938. Un poema en el que criticaba abiertamente Stalin se convirtió en una losa que acabó condicionando su vida. Aquí se puede leer un fragmento.
La más breve de las pláticas
gravita, quejosa, al montañés del Kremlin.
Sus dedos gruesos como gusanos, grasientos,
y sus palabras como pesados martillos, certeras.
A pesar de las persecuciones y el exilio consiguió incluso hacer chistes sobre su situación y le dijo a su mujer: “¿De qué te quejas? Esta es el único país que respeta la poesía: matan por ella. En ningún otro lugar ocurre eso”.
Comenzó su andar literario en el acmeísmo (un movimiento que reaccionó contra el simbolismo) pero evolucionó hacia un lirismo muy personal lleno de hondura. Hombre de gran cultura, además de poesía escribió también obras en prosa. Dedicó varios poemas a Marina Tsvetáieva y el Nobel Joseph Brodsky lo consideró como el mejor poeta ruso del siglo XX.
Su obra se conservó gracias al tesón y la valentía de la que fuera el amor de su vida, Nadiezhda, que escribió Contra toda esperanza, una obra conmovedora en la que narra con extraordinario detalle las trágicas vivencias de su marido y sus compañeros de generación. Además es una bella historia de amor.
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