Una leyenda popular que circula en la industria cinematográfica rusa asegura que, en 1988, George Lucas supuestamente visitó Moscú para el estreno de su segunda película de Star Wars, El Imperio Contraataca. El cineasta estadounidense quería conocer en persona a Pável Klushántsev, pero los funcionarios soviéticos nunca habían oído hablar de él. Lucas consideraba a Klushántsev el padrino de la saga Star Wars, pero desafortunadamente los dos nunca tuvieron la oportunidad de conocerse. Klushántsev murió en 1999.
Entonces, ¿quién era este hombre misterioso? Fue un genio cineasta, escritor e inventor de cientos de métodos de producción de películas y efectos especiales que todavía se utilizan en la industria del cine. Se pueden encontrar rastros de sus innovaciones en muchas películas, como Titanic, Terminator 2, 2001: Una odisea del espacio y Prometheus.
Pionero en un nuevo género
Películas como Camino a las estrellas (1957) y El planeta de las tormentas (1962) fueron pioneras en su tiempo e incluso fueron compradas por productoras estadounidenses y adaptadas para el público local. En América, El planeta de las tormentas se convirtió en Viaje al planeta prehistórico (1965), protagonizada por actores estadounidenses y soviéticos. Una segunda película, Viaje al planeta de las mujeres prehistóricas, la siguió tres años más tarde, y presentó a una fantástica raza de mujeres que habitaba el planeta Venus.
Uno de los logros clave del cineasta soviético fue el ser pionero en un nuevo género: la ciencia ficción documental. Cada detalle de sus películas debía lo más real posible para que el público creyera que la historia fuese plausible.
Un ejemplo de esto se puede ver en Camino a las estrellas, con un cielo nocturno realista y las posiciones correctas de las estrellas, algo que se consiguió gracias a un tablero de siete metros con lámparas de brillo variable colocadas de acuerdo con un verdadero mapa estelar.
Mientras que Hollywood estaba impresionado con las obras de Klushántsev, no sucedía lo mismo en la Unión Soviética, donde su trabajo a menudo se encontró bajo sospecha. Las autoridades soviéticas estaban más preocupadas por la ideología y la entrega de un mensaje social.
Al comienzo de la carrera de Klushántsev, cuando solicitó el apoyo estatal para Camino a las estrella, los funcionarios respondieron: "¡Estos vuelos espaciales no se realizarán en los próximos 200 años! Necesitamos rodar películas sobre cómo impulsar la producción de remolacha".
Por suerte, la película obtuvo apoyo estatal, pero la sospecha siguió siendo la actitud general hacia sus proyectos. Aunque la carencia de fondos fue un mal crónico de su productora, Klushántsev encontró numerosas formas de crear lo inimaginable en la pantalla. Esto, gracias a ser excepcionalmente creativo pese a contar con solo un puñado de herramientas. ¡Realizó la primera escena de gravedad cero en la historia de la industria del cine, con solo una cuerda de acero y una cámara!
Décadas más tarde, el director y editor de cine estadounidense, Robert Skotak, especialista en efectos visuales y ganador de un Premio de la Academia de Hollywood, escribió a Klushántsev, que vivía en un pequeño apartamento en San Petersburgo después de retirarse en 1972. Skotak le confesó que estaba escribiendo un libro sobre la historia de los efectos visuales y que le habían surgido hasta 50 preguntas después de ver las películas de Klushántsev.
El innovador cineasta soviético, que también escribía libros para niños, se alegró de responder a Skotak, al que finalmente conoció en 1992. "Los estadounidenses, con sus estudios y sus grandes equipos de filmación de caras películas, no podían descifras as cosas que hicimos usando solo unos cables y cuerdas", comentó Klushántsev.
Según su hija, el genio soviético nunca pidió dinero cuando sus innovaciones se usaron en el extranjero, y nunca recibió nada de Hollywood. "Skotak dijo que en Estados Unidos tienen equipos caros, pero pocas personas creativas, y en este sentido, mi padre fue sobresaliente", recuerda.
Por supuesto, sería incorrecto decir que todos los éxitos de taquilla estadounidenses se hicieron gracias a Klushántsev. Zhanna señaló que sus tecnologías e instrumentos fueron simplemente un punto de partida más para el cine moderno. Sus películas pueden parecer un poco ingenuas para el espectador actual, pero cuando se considera el período y la situación de la época en que aparecieron sus películas, cuando el público en general sabía poco sobre el espacio, sí causan una gran impresión.
Orígenes nobles
Nacido en 1910 en una familia aristocrática que vivía en San Petersburgo, Klushántsev fue testigo de la Revolución y la Guerra Civil. En 1919, perdió a su padre, y su madre solo pudo encontrar trabajo en un orfanato abierto en una finca abandonada a las afueras de San Petersburgo. Allí, Pável pasó mucho tiempo jugando, y en algún momento descubrió un libro sobre yates y rápidamente se enamoró de ellos. Los estudió a fondo y hasta comenzó a crear su propio yate modelo. También era aficionado a los fuegos artificiales, e incluso aprendió a hacer pólvora.
A la edad de 14 años, Klushántsev comenzó a trabajar, haciendo todo tipo de cosas, desde dar clases de matemática hasta hacer figuras de ajedrez y venderlas. Su sueño era ser ingeniero, pero su pasado noble era un obstáculo para la admisión en la universidad, por lo que decidió trabajar en la industria del cine como camarógrafo, una profesión en la que no era necesario tener una “historia de clase” inmaculada.
Después de la Segunda Guerra Mundial, durante la cual Klushántsev estuvo filmando documentales militares, decidió dirigir películas, comenzando con Luces Polares, un encargo que ningún profesional experimentado quería aceptar porque nadie sabía cómo capturar las auroras boreales en celuloide. Klushántsev encontró una forma de hacerlo diseñando una máquina capaz de capturar las luces polares en toda su gloria. Nadie podía entender cómo lo hizo.
Luego un amigo le sugirió hacer una película sobre viajes espaciales, basada en el trabajo que se realizaba en los laboratorios científicos secretos. Aceptó la propuesta, y el resultado fue Camino a las estrellas, que se estrenó en 1957, coincidiendo con el lanzamiento del Spútnik. En un momento en que el público sabía tan poco sobre el espacio, la película fue un éxito rotundo, ofreciendo respuestas a preguntas comunes: ¿cómo es posible el viaje espacial y qué significa para el futuro?
"Todo era secreto, así que tuvimos que crear una película con nuestros modelos y crear diseños de ingeniería por nuestra cuenta", recordaría luego Klushántsev, quien encontró una manera de inventar cientos de métodos de producción y efectos especiales. "Después de esto, seguimos trabajando y comenzamos a pensar en qué sería posible en el futuro. Nuestras películas por primera vez en la historia capturaron el atraque y aterrizaje de naves espaciales, el primer vuelo espacial y el primer viaje a la Luna".
Todas sus predicciones se adelantaban 30 años al futuro, y finalmente estuvieron muy cerca de la realidad. Los cohetes en las películas de Klushántsev, por ejemplo, eran casi idénticos a los reales en los que los ingenieros soviéticos trabajaban secretamente. Por lo tanto, no fue una sorpresa que el director fuera seguido de cerca por los servicios de seguridad estatales. Evitó con éxito meterse en problemas con la justicia demostrando que inventó él mismo todos los decorados y modelos de sus películas.
Klushántsev podía hacer cosas que nadie podía hacer, y esto lo ayudó a permanecer indemne en un momento inestable en el que las personas de origen noble podían ser fácilmente encarceladas, o incluso asesinadas. Como recordó su hija Zhanna, entendía muy bien que lo único que podía salvar a una persona del exilio o la prisión, incluso una persona inocente, era ser el mejor en su profesión.
"Decenas de veces intentaron echarme del estudio cinematográfico y enviarme a prisión, pero sobreviví porque sabía cómo hacer cosas que nadie más podía hacer", dijo Klushántsev.
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