Tres leopardos (Ajun, Viktoria y Killi) fueron liberados en las montañas del Cáucaso el pasado 15 de julio. Estos ejemplares, cuyos movimientos estarán controlados mediante unos collares con GPS, serán los encargados del renacimiento de la nueva población en la región.
En una escena de El novicio, de Mijaíl Lérmontov, uno de los poemas más conocidos en Rusia del siglo XIX, el protagonista lucha contra un leopardo en el Cáucaso.
Los datos sobre la población exacta de estos animales difieren, pero a principios del siglo XX el viajero Nikolái Dinnik escribía: “Los leopardos se encuentran con frecuencia”. Esta afirmación se confirma en investigaciones posteriores, como las obras del zoólogo soviético Evgueni Pavlovski.
Pero a mediados del siglo XX estos animales prácticamente desaparecieron de la región. La vida de estos grandes depredadores cerca de las personas terminó de un modo trágico para los felinos. En la Rusia prerrevolucionaria se permitía matar a los leopardos de cualquier modo: los habitantes locales disparaban contra ellos y les daban de comer carne envenenada. Pavlovski constató en su libro que en 1949 los cazadores mataron a un leopardo por primera vez después de mucho tiempo. Y probablemente se trataba de un ejemplar procedente de Persia.
Desde el año 2007 los servicios ambientales estatales rusos junto con WWF se encargan del programa de recuperación de leopardos de Persia en su hábitat natural. En aquel momento comenzó en Sochi la construcción de un Centro de Cría de Leopardos. Un animal criado en un zoológico normal no tiene muchas probabilidades de sobrevivir en libertad, ya que no sabe cazar ni tiene miedo a los seres humanos.
En este centro se criaron los tres ejemplares puestos en libertad recientemente, que primero tuvieron que “aprobar un examen”. Cada uno de ellos debía cazar un corzo, un ciervo o una oveja y demostrar cierta comprensión de los peligros que derivan de las personas. La primera prueba la superaron cuatro leopardos, pero en la segunda uno de ellos falló: se mostró demasiado descuidado y se acercaba con curiosidad a la gente. Finalmente soltaron a los tres que habían pasado la prueba.
Los zoólogos también han intentado reducir al mínimo el peligro que pueden correr sus animales. A lo largo de casi diez años, en la zona de montaña reservada para los leopardos han incrementado el número de ungulados que se convertirán en presas para los felinos. También se ha informado a la población local sobre las multas que habrá en caso de caza furtiva y se han llevado a cabo tareas de concienciación acerca de la importancia del leopardo como símbolo del Cáucaso.
“Para que la población sea sostenible, es decir, capaz de reproducirse de forma natural, en la región deben habitar al menos 50 ejemplares adultos. Ese es el objetivo de nuestro programa”, declara Ígor Chestin, director de WWF Rusia.
Los zoólogos siguen de cerca el estado de los leopardos y en caso de necesidad un grupo móvil está preparado para acudir en ayuda de los animales. Si todo va bien con los primeros tres leopardos, comenzarán a liberar a más ejemplares.
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