La URSS tenía sus deficiencias, pero entre sus logros no se puede dejar de mencionar su enfoque extremadamente serio para combatir la mortalidad infantil. El sistema de alimentación de los niños en edad preescolar desarrollado en el período soviético resultó ser tan bien pensado y equilibrado que muchas de sus características siguen presentes hoy en día en las guarderías.
Después de la Guerra Civil, cuando el país estaba asolado por la destrucción y la hambruna, el Gobierno soviético decidió tomar todos los servicios públicos destinados a los niños bajo su control. La famosa frase “¡Todo lo mejor para los niños!” se convirtió en el lema principal de los establecimientos infantiles. Ya en 1918 se aprobó el decreto sobre la mejora de la nutrición de los niños, seguido por el decreto sobre la comida gratuita para los niños. Significaba que los padres de los niños en la escuela y en la guardería tenían que pagar sólo una pequeña cantidad del costo de los alimentos, y los niños de familias numerosas y de bajos ingresos no tenían que pagar nada.
La siguiente tarea consistió en desarrollar una dieta completa para los niños que les permitiera desarrollarse plenamente. La Dirección General de Ayuda Médica y Preventiva a los Niños y Madres del Ministerio de Salud de la URSS elaboró un menú estandarizado para las guarderías soviéticas. Posteriormente se elaboró el menú siguiendo las recomendaciones del Libro de la Comida Sabrosa y Saludable, es decir, se excluyeron todos los platos grasos, salados, picantes y fritos, siendo al mismo tiempo multinacional y compuesto por platos de diferentes origenes nacionales. Así que se podría decir con confianza que hasta la década de 1970 los niños eran alimentados mejor en las guarderías que en casa: los niños disfrutaban de todos los platos que se les servían e incluso pedían repetir, lo que no se les podía negar. En la década de 1970 se superó finalmente la desnutrición y la prosperidad de las familias comenzó a crecer, aparecieron nuevos productos alimenticios y para muchos niños la comida casera comenzó a parecer más sabrosa y variada. A partir de ese momento, la actitud de los niños hacia la comida de las guarderías comenzó a cambiar, y la comida sana y a menudo repetitiva que se servía en estas ya no gozó de su antigua popularidad. Pero el menú de las guarderías soviéticas estaba tan bien equilibrado que no ha perdido su importancia y sus platos más recordados todavía se sirven en las guarderías en Rusia en la actualidad.
Los cereales con leche caliente siguen siendo el plato de desayuno más común en las guarderías, ya sea esté compuesto por avena, alforfón, mijo o gachas de avena. Pero los sentimientos más fuertes siguen siendo desatados por la sémola. Esto se debe probablemente a que se endurece fácilmente a medida que se enfría, convirtiéndose en una losa maciza que permanece en su lugar incluso cuando el plato se ponga al revés, una propiedad que en su momento le valió el apodo de “astronave”. Además, incluso una ligera falta de atención durante la cocción conduce a la formación de los llamados grumos, que alternativamente son odiados, provocando incluso deseos de venganza, o amados por los diferentes niños.
Un plato de desayuno incluso más popular es la típica tortilla infantil esponjosa hecha con huevos de gallina. En la URSS se servía con col estofada, mientras que hoy en día se sirve con guisantes verdes en conserva. La tortilla tiene una reputación casi impecable, con raras excepciones era amada por todos los niños de la guardería y continúa siéndolo hoy.
El gulasch de la guardería era bastante diferente del conocido plato húngaro del mismo nombre. El verdadero gulasch húngaro está muy condimentado y tiene un contenido significativo de grasa, mientras que el plato para niños era una versión saludable del mismo. No contenía ni ajo, ni pimienta, ni hierbas picantes. Se elaboraba con carne magra de vacuno en lugar de carne de cerdo, como es tradicional en el gulasch húngaro. Se servía con un acompañamiento insípido como macarrones, puré de patatas o arroz al vapor, que en las guarderías, por recomendación de los dietistas, no debía llevar sal. Este plato principal podría ser mucho más sabroso si la guarnición se mezclaba con la carne y la salsa. Sin embargo, había quienes odiaban absolutamente el gulasch. Como regla general, estps sólo se comían la guarnición y, en silencio, cuando el maestro no miraba, regalaban la carne a algún vecino de mesa más voraz
La sopa de guisantes apareció en el menú a finales de la década de 1980, cuando el estado comenzó a asignar menos recursos a la restauración en los establecimientos infantiles. La sopa de guisantes contenía proteínas vegetales saludables y nutritivas, que servían como sustituto parcial de la costosa carne. Era amado o detestado, pero todos aceptarán que era más sabrosa que la sopa de pescado para niños. Una de las grandes ventajas de la sopa de guisantes eran los picatostes de pan blanco que la acompañaban, que algunos de los niños más traviesos escondían en los bolsillos de sus pantalones cortos, para consumirlos por la tarde, durante la hora de la siesta.
El pastel de requesón se sirvió como merienda en las guarderías que tenían jornada de nueve horas, así como en las guarderías residenciales. Para hacer el plato más nutritivo y aumentar su contenido calórico se suponía que debía ser cubierto con leche condensada o crema agria. Los cocineros no escatimaban el aderezo y solían dar generosos azotes de leche condensada sobre el horno. Y, cuando viene acompañado de tal cantidadde leche condensada, uno se puede comer casi cualquier cosa.
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