1. Mishka Kosolapi
Aunque inicialmente los dulces de Mishka Kosolapi (Oso torpe) se produjeron en la Rusia zarista, se convirtieron en una especie de símbolo de las pastelerías de la URSS. El caramelo consistía en dos obleas con almendra praline cubiertas de chocolate negro. Se hizo particularmente popular entre los ciudadanos soviéticos no por su sabor, sino por su maravillosa envoltura azul con un fragmento de Mañana en un bosque de pinos, una pintura de Iván Shishkin y Konstantín Savitski que representa a tres osos. El dulce era considerado como muy caro. Costaba entonces casi cuatro rublos por kilo, casi 7 dólares a los precios de hoy. La gente en la URSS intentaba comprar los Mishka Kosolapi para el Año Nuevo con el fin de decorar el árbol con ellos. Incluso en el período soviético su envoltura era muy colorida, por lo que el caramelo podía servir como decoración de pleno derecho del arbolito navideño junto con decoraciones de vidrio y cuerdas de bolas.
2. Kara-Kum
¿Por qué un caramelo popular y sabroso fue nombrado en honor a un desierto en Kazajistán? Todo un misterio. El caramelo no tiene nada que ver con la arena negra, que es lo que Kara-Kum significa literalmente en la lengua kazaja. El caramelo de chocolate Kara-Kum estaba hecho de praliné de nuez y obleas trituradas cubiertas con glaseado de chocolate. A los consumidores les encantaba su sabor a chocolate con nuez y a los fabricantes su receta tan simple, por lo que Kara-Kum se hizo popular también fuera de la URSS. En los años 90 incluso las fábricas de confitería estadounidenses produjeron caramelos Kara-Kum. El precio del Kara-Kum era similar a los Mishka Kosolapi.
3. Batónchik ¨Rot Front¨
Estas barras de migas de oblea y cacahuetes rallados son una delicadeza amada por muchos niños y adultos. No era tan fácil encontrarlas en las tiendas, así que, si la gente conseguía comprarlos, solían guardarlos para las fiestas. Aunque, por supuesto, los niños inmediatamente encontraban los dulces ocultos de vez en cuando hacían desaparecer alguno en sus estómagos. Estas batónchik eran un poco más baratas que sus competidores de chocolate y costaban tres rublos por kilo, lo que sería 6 dólares en el dinero de hoy. Se creía que la mejor manera de comer esta golosina era con té caliente - el caramelo de nuez, delicado y suave, simplemente se derretía en la boca después de unos cuantos sorbos de té negro.
4. Vzliótnaia
Estos caramelos duros tenían un sabor maravilloso a limón y chuparlos hasta que se disolvieran tomaba un rato largo. Y todo esto se debía a que los Vzliótnaia estaban destinados a los pasajeros aéreos durante el despegue, para impedir que sus oídos se bloquearan como resultado de la caída de presión sobre los tímpanos. Al principio no estaban a la venta en las tiendas ordinarias, pero a mediados de los años setenta los Vzliótnaia estuvieron disponibles y eran uno de los caramelos favoritos de los escolares soviéticos. Uno podría entrar en una tienda de camino a la escuela y comprar 100 gramos a un precio que era bastante asequible para un niño: 11 kopeks. En consecuencia, un kilo costaba un rublo con 10 kopeks, el equivalente a 3 dólares de hoy. Por cierto, 100 gramos de caramelos era suficiente para un día entero de escuela, incluso teniendo en cuenta que – casi no habría que decirlo uno tenía que compartirlos con los amigos de la escuela.
5. Caramelos Kis-Kis y Zolotói Kliúchik
En la URSS había dos famosas marcas de caramelo: Zolotói Kliúchik (Llave de Oro), que era más pequeño y más suave, y Kis-Kis - cubos duros de toffees. A pesar del aparentemente alto costo de los ingredientes, estos eran uno de los dulces más baratos. Es por eso que entre los soviéticos los toffees eran los más populares de todos, y son con los que se asocian los mejores recuerdos de la infancia y los rituales sagrados de cuando éramos pequeños. Para empezar, un caramelo tenía que ser liberado de su envoltorio de papel que se pegaba a los dulces, y hacía que a menudo uno tuviese que masticarlo junto con trozos de papel.
La siguiente etapa de comer un caramelo era masticarlo hasta que se volvía suave. En el proceso, el caramelo se pegaría a los dientes, especialmente a los dientes de leche que ya estaban tambaleantes, o a los que estaban saliendo. En otras palabras, los caramelos podrían fácilmente resultar en una visita de emergencia al dentista... Por otra parte, si un niño se olvidaba de un caramelo en el bolsillo del pantalón y luego salió corriendo para un juego bajo el sol, este podía fácilmente fundirse y luego solidificar, sellando el bolsillo. Las madres soviéticas que tenían que lavar los pantalones rezaban cada día para que su hijo se hubiese comido todos los toffees en la escuela.
Muchos caramelos soviéticos todavía se pueden hoy encontrar en tiendas. Las personas que dejaron la URSS para vivir en el extranjero todavía piden a sus amigos y familiares que les visitan que les traigan un par de kilos de estos caramelos legendarios y universalmente amados.