El primer ministro ruso Dmitri Medévdev vista la isla de Iturup, en las Kuriles.
Dmitri Astajov / TASSUno de los argumentos utilizado para disipar la tensión podría ser el alcance de las armas. Pero hay un “pero”.
El sistema Bal equipado con misiles antibuque X-35 puede alcanzar objetivos a una distancia de 120 km. Sin embargo, el sistema Bastion armado con misiles supersónicos Oniks no solo puede atacar buques en la superficie, sino también objetivos con base en tierra en un radio de 600 km. Esto lo convierte no solo en un arma defensiva, sino también ofensiva.
El pasado mes de marzo, las noticias del despliegue planificado de sistemas antibuque llevó a un lector de Japan Today a comentar: “Ya está Rusia lanzándose de cabeza a un programa para reforzar sus líneas de abastecimiento militar fuera de sus fronteras, muy lejos de sus intereses. Para defenderse contra una amenaza que no existe. Y con esto, malgastan una gran fuente de capital paciente”.
Además, en esta ocasión la publicación de un autor llamado Matt Hartwell añadía leña al fuego en la historia de los sistemas de misiles: “No cabe duda de que estos sistemas serán muy útiles cuando Rusia y China acuerden atacar este territorio japonés, si no Japón directamente. Japón tiene una clara falta de armas. China apuesta a que EE UU los dejará de lado”.
En resumen, los sistemas Bal y Bastion han provocado un tsunami de comentarios nerviosos que podrían envenenar, si no el resultado de las próximas negociaciones, al menos el ambiente general.
No tiene sentido dramatizar el rearme en las islas Kuriles, comenta Iván Konoválov, director de la sección de política militar y economía del Instituto Ruso de Estudios Estratégicos (IREE). Sin embargo, es cierto que parece una “demostración de fuerza”, añade el experto.
“El despliegue de los sistemas de misiles forma parte de la reforma vigente de las fuerzas armadas de Rusia iniciada en 2008. Las regiones del Extremo Oriente llevan demasiado tiempo olvidadas en términos de infraestructura y rearme militar. Parece que las relaciones bilaterales han comenzado a ganar impulso y avanzan en la dirección adecuada. Además, China se está reafirmando cada vez más en la región. Rusia está llevando a cabo su ‘giro hacia Asia’ y está reforzando sus puntos de apoyo. Estados Unidos, si lo vemos desde la perspectiva de la presidencia de Trump, parece reacio a continuar la línea de su compromiso a defender a Japón. En estas circunstancias, Tokio actuaría pragmáticamente si busca compromisos sobre las islas en disputa”.
Fiódor Shelov-Kovediáyev, académico y antiguo primer viceministro de Asuntos Exteriores de Rusia, pone en duda esta línea de pensamiento y se suma a la opinión de que se trata de una mera coincidencia. El despliegue de los sistemas Bal y Bastion, anunciado hace mucho tiempo, recibió una amplia cobertura mediática la pasada primavera. No es nada nuevo.
“No creo que sea un mensaje para Japón. Es mucho más probable que sea la administración de EE UU del nuevo presidente, Donald Trump, la que pueda tomarse esta medida como un acto hostil. Me da la sensación de que esto no acabará teniendo un efecto negativo en la próxima visita de Putin a Japón”.
El año pasado estuvo cargado de duros diálogos mantenidos por el ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, y su homólogo japonés, Fumio Kisida. Estos diálogos culminaron en el trazo de una línea roja por parte de Moscú: el estatus del archipiélago de las Kuriles no es negociable. Lavrov reiteró que Japón debía reconocer los resultados de la Segunda Guerra Mundial. hikotan y una serie de islas más pequeñas que en japonés se llaman Habomai) que al final de la Segunda Guerra Mundial acabaron bajo la soberanía soviética.
Aun así, según varias fuentes, esta “línea roja” no ha desbaratado los intentos de ambas partes por mantener un diálogo.
No obstante, la visita Vladímir Putin a Tokio esperada para finales de 2015 se pospuso una vez más. En cierto modo, esto prolongó el limbo legal “sin guerra y sin paz” en el que se encuentran atrapados los dos países.
Ahora que los sistemas Bal y Bastion se añaden al recargado portfolio de las relaciones bilaterales, aumentan las intrigas sobre el contenido y el estilo (algo muy importante en el país oriental) de la visita de Putin a Tokio.
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