En Siberia se concentran alguna de la principales universidades rusas, como por ejemplo la Universidad Estatal de Tomsk y el Instituto de Física Nuclear, miembro del acelerador de partículas del CERN. Pero esta no es la única razón por la que la región se ha convertido en exportadora de desarrollos y tecnologías científicas.
Tomsk, Novosibirsk y Akademgorodok, creada por iniciativa de científicos soviéticos, comenzaron a desarrollarse como centros de actividad científica en los años 60.
En aquella época muchos científicos se exiliaron por voluntad propia a este lugar, lejos de la capital del “país de los soviets”, en los bosques remotos. Se fueron en busca de libertad intelectual, algo impensable en aquel entonces en otros rincones del país.
En Akademgorodok, por ejemplo, se comenzó a estudiar la genética, una disciplina perseguida en los años 30 en la URSS. Fue allí donde el científico soviético Dmitri Beliáyev llevó a la práctica su idea de domesticar animales salvajes. Los científicos del Instituto de Biología Celular y Genética consiguieron crear una raza de zorros domesticados que se comportaban como perros. El instituto crió en su perrera a más de 50 generaciones de esta raza.
Tras la caída de la URSS, y a causa de la crisis económica, los salarios de los científicos de Siberia cayeron en picado y comenzó una emigración en masa. Actualmente junto al parque tecnológico de Akademgorodok hay cosas que recuerdan aquella época, como una señal con una inscripción que reza “Fuga de cerebros prohibida”. Muchas líneas de investigación soviéticas se cancelaron, aunque algunas de ellas sirvieron de base para nuevos proyectos.
Por ejemplo, el innovador medicamento ruso Trombovazim está basado en una sustancia creada por encargo de las tropas soviéticas en Afganistán. Esta medicina, desarrollada por científicos de los institutos de Física Nuclear y de Biología Celular y Genética de Novosibirsk, deshace los coágulos de sangre habituales de las enfermedades cardiovasculares. Trombovazim está compuesto por sustancias vegetales y se fabrica en un cañón de haz de electrones. En el proceso se produce una unión, una “aleación” de polímeros con biomoléculas.
“Gracias a ello el organismo no percibe el medicamento como un agente externo y no se produce ninguna reacción del sistema inmunológico”, informa a RBTH Andréi Bekarev, presidente del consejo de directores del parque tecnológico y ciudad científica de Koltsovo, en la región de Novosibirsk.
Siberia es enormemente rica en recursos naturales. La región es el principal proveedor de madera, carbón y metales preciosos. Además, en Siberia Occidental se extrae un 70 % del petróleo de Rusia. Sin embargo, los científicos locales investigan también en el ámbito de las energías alternativas.
Los investigadores del Instituto de Química del Estado Sólido y Mecanoquímica de Novosibirsk (IJTTM por sus siglas en ruso) intentan obtener energía a partir de los residuos de la agricultura y la industria maderera. En el proceso se aumenta la cantidad en los residuos de ciertas sustancias, como la lignina. Este es uno de los principales componentes responsables del olor a vainilla de los libros antiguos. Se encuentra en casi todas las plantas de la tierra.
“Existen muchos tipos de residuos de origen vegetal: el serrín, la paja, la cascarilla de arroz y los escombros de las fábricas de procesamiento de madera o de celulosa. Nuestro objetivo es convertirlos en polvo combustible”, comenta a RBTH el investigador del IJTTM ,Alexéi Bychkov.
Los investigadores han decidido perfeccionar los residuos. Su objetivo es modificar la composición química de los materiales para obtener un combustible con mayor rendimiento térmico.
Actualmente en Siberia se crean huesos sintéticos a partir de un material biodegradable, polietileno para el Ártico, que son siete veces más resistentes y conservan sus propiedades a una temperatura de -100 ºC. Además, se desarrollan productos tecnológicos únicos y se llevan a cabo investigaciones de nivel internacional.
Los científicos de Siberia siguen estando, intelectual y físicamente, lejos de Moscú. “No esperamos que el Estado se preocupe por nosotros”, comenta el director del proyecto Big Data Analytics de la Universidad Estatal de Novosibirsk y desarrollador de productos de inteligencia artificial Evgueni Pavlovski. “Aquí tenemos todo lo que necesitamos para dedicarnos a la ciencia y desarrollar nuevas tecnologías”, opina el investigador.
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