Vladímir Putin y Angela Merkel se reúnen en Berlín para hablar de la situación en Ucrania.
ReutersEl modelo de orden mundial abierto y universal bajo el mando de Estados Unidos y sus aliados está empezando a ser cosa del pasado. Sometida a la presión de sus propios ciudadanos, la clase dominante de los países más importantes se ve obligada a ocuparse cada vez más de sus asuntos internos y la expansión externa, ya sea política, económica o ideológica, queda en pausa.
No se interrumpe definitivamente, pero el arranque hacia el dominio mundial emprendido tras la Guerra Fría fue tan potente y rápido para las medidas históricas que ahora ha llegado una ola inversa en el proceso.
Para Rusia esto también significa el comienzo de una nueva etapa. Desde la caída de la URSS el punto de referencia era Occidente, la necesidad de formular de un modo u otro una relación con el modelo occidental de orden mundial. Europa se percibía, independientemente de sus circunstancias geopolíticas, como el elemento más importante para el desarrollo interno, el punto de atracción o de repulsión.
Una vez terminada la Guerra Fría se comenzó a tratar la posibilidad de que Rusia entrara a formar parte en las instituciones políticas occidentales, ya que estas se habían convertido en el centro de toma de decisiones sobre toda la configuración internacional. Esta fue la decisión estratégica más importante de los años 90.
A partir de la segunda mitad de la década del año 2000, Moscú incrementó sus esfuerzos para apoyar el deseo de Occidente de continuar con la propagación del modelo que consideraba que era correcto y necesario.
Hacia mediados de la década de 2010 las cosas empezaron a parecerse cada vez más a una nueva Guerra Fría, y en otoño de 2016 la situación mostraba los rasgos sombríos de un posible enfrentamiento directo. En ese momento, en Occidente se produjo el cambio descrito más arriba.
Parece que ahora vuelve a Washington la antigua lógica de la contención. Muchos decían que el ideal de Donald Trump era aquella misma grandeza que quería devolver a Estados Unidos: los años 50, la época del auge económico, la seguridad en sí mismos después de ganar la guerra y la ausencia de la corrección política como fenómeno. No debemos olvidar que este fue un periodo en el que se instauraron las medidas de contención y los principios de estabilidad estratégica (las normas de la confrontación nuclear).
Europa está seriamente indecisa, la cuestión de sus relaciones con Rusia podría convertirse en los próximos meses en un importante factor de la evolución interna del viejo continente.
El leitmotiv de los años 90 y 2000 sobre el hecho de que Rusia debía convertirse en una parte integrante de la “Gran Europa” ha perdido toda vigencia. En los últimos años esta Europa se ha mostrado fundamentalmente reaccionaria.
Dos circunstancias han sido clave para los éxitos de Moscú. En primer lugar, la precaución de muchas potencias no occidentales para evitar que EE UU llegara hasta ellas ha estimulado la consolidación de una base antioccidental. En segundo lugar, EE UU y Europa han cometido demasiados errores, en primer lugar por motivos ideológicos, y Rusia ha sabido aprovecharlos.
La reducción de la actividad de EE UU y la crisis interna de Europa abren un espacio para dar pasos de forma individual que no sean una reacción a los impulsos de Occidente.
El deseado mundo multipolar ha llegado y ahora surge la cuestión sobre cómo será. Evidentemente, seguirá la lucha contra la hegemonía estadounidense y la influencia occidental, estas cosas no desaparecerán por completo.
En todas partes crecerá la demanda de ideas: sociales, tecnológicas, geopolíticas. En la última etapa de la URSS en Moscú no se tuvo en cuenta nada de ello, aunque tampoco era el momento ni existía demanda externa.
Ahora es el momento de ofrecer algo propio, no solo para deshacerse de la presión externa o defender los propios intereses, sino para asimilar el concepto de “bien común”.
Sumidos en la realpolitik, hace tiempo que hemos olvidado que la historia la conforman quienes manejan estos conceptos. Estos países, además, suelen triunfar en la defensa de sus propios intereses.
Artículo publicado en ruso originalmente en Gazeta.ru.
Fiódor Lukiánov es presidente del Consejo de política exterior y de defensa de Rusia.
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