La guerra de sanciones entre Rusia y la UE ha llevado a un superávit de productos y a una caída de los precios. Mientras tanto, la propuesta de integración de Ucrania en la Unión Europea podría aumentar la competencia. “Los agricultores no quieren a Ucrania en la UE”, dice John Ryan, un granjero irlandés. “En primer lugar, tienen demasiado trigo barato... Al entrometerse la UE en este asunto, han destruido el sector agrícola, porque no tenían visión de futuro”.
“Si el euro cae más y siguen subiendo los tipos de interés, el sector entero se derrumbará”, se lamenta. En los pasados meses, el descontento de los productores ha alcanzado su límite. El 3 de septiembre, miles de granjeros, acompañados de 1.500 tractores, bloquearon el tráfico en las principales arterias de París. Protestaban contra la subida de los impuestos y el creciente endurecimiento de las leyes sobre estándares medioambientales que, en conjunción con la caída de los precios, han destruido las ganancias del campo.
Cerca de la frontera española, en Santiago de Compostela, se produjo una manifestación similar una semana después. Mientras tanto, los ganaderos irlandeses tiraban la leche de los estantes de los supermercados para expresar su descontento con la caída de los precios. Inspirados por las reacciones de París, días más tarde cientos de agricultores llegaron a Bruselas desde sitios tan distantes como Finlandia, exigiendo que la EU interviniese. Poco después, se reservaron 500 millones de euros para “medidas de apoyo” para el campo.
Sin embargo, Albert Jan Maat, de Copa-Cogeca, la organización paraguas para los granjeros de la UE y las cooperativas agrícolas, se muestra insatisfecho. “Los productores de la UE han perdido su principal destino de exportación, que es Rusia, lo que suponía 5.500 millones de euros anuales y un pack de ayudas de 500 millones no será bastante para compensarlo”, explica.
La razón de este enfado es muy sencilla. Los precios de los alimentos, especialmente la leche, pero también la carne y la verdura, han caído en picado este año. La causa de la crisis también está clara: la guerra de sanciones entre Rusia y Occidente. Tras los eventos de Ucrania en 2014, Europa y los EE UU trataron de castigar a Rusia en primer lugar con restricciones a viajes y congelación de capitales. En medio de la escalada de tensión en el este de Ucrania, las medidas se extendieron a embargos en el acceso de los bancos rusos a los mercados internacionales. En conjunción con la caída de los precios de la energía, esta política funcionó. Rusia se resintió y su economía entró en una profunda recesión.
Cuando Rusia contraatacó con sus propias sanciones a los productos agrícolas europeos, muchos analistas reaccionaron inicialmente con cierta ironía. Sin embargo, el movimiento del Kremlin ha demostrado ser efectivo. A finales de agosto, el comisario de agricultura de la UE, Phil Hogan, admitió que los granjeros europeos están pagando el precio de la política exterior de la UE. “El único sector que ha acusado el golpe derivado de la política exterior y las decisiones de Rusia ha sido la agricultura”, declaró a la prensa. Añadió que se trata de “una situación delicada” porque Rusia recibía un 10 % de los productos lácteos mundiales” y “Europa era uno de sus principales proveedores”.
Pero, para Europa, las cosas van mucho más allá. En 2013, antes del conflicto geopolítico, un tercio de las exportaciones europeas de fruta y verdura iban a Rusia y un cuarto de la ternera. El comercio entre la UE y Rusia creció de 90.000 millones de euros en 2003 a 325.000 en 2013. Como resultado, muchas compañías europeas desarrollaron una gran dependencia de Rusia. Esta se incrementó aún más durante la crisis de principios de esta década, cuando Rusia compensó parcialmente la caída de la demanda interna en Europa.
Sin embargo, el año pasado, el valor de los productos agrícolas que se vendían en Rusia cayó un 24 %, de 11.800 millones de euros a 9.100. Las cifras provisionales de 2015 predicen una caída aún mayor.
Mientras Rusia descubre nuevos mercados de importación (en la actualidad, el 60 % de las exportaciones cárnicas de Brasil va a Rusia), las medidas del Kremlin han llevado a un exceso de producción de alimentos en Europa. Esto ha causado un inevitable descenso de los precios. Por ejemplo, este año los precios de venta de la leche a las fábricas en el Reino Unido cayó un 25 % en junio, hasta 0,31 euros el litro.
Ahora que la crisis ucraniana empieza a disiparse, comienzan los signos de un cambio de 180º en la UE. El ministro francés de agricultura, Stéphane Le Foll, visitó Moscú este mes y acordó con su homólogo, Alexander Tkachev, revocar las contra-sanciones. El Kremlin fue prudente, indicando que este movimiento dependería de que la UE cancelase en primer lugar las sanciones a Rusia. Al día siguiente, el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, anunció inesperadamente: “La Unión Europes no puede permitir que sus relaciones con Rusia estén dictadas por Washington”. Esto fue, aparentemente, un golpe contra la insistencia estadounidense en que Europa acate las normas en cuanto a sanciones. Junker añadió que Occidente debe “tratar correctamente a Rusia” y dirigirse a ella como a un igual.
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