El primer vaso poliédrico soviético se fabricó en la fábrica vidriera de Gus-Jrustalny el 11 de septiembre de 1943.La autora del diseño fue Vera Mújina, una conocida escultora soviética famosa por la creación del monumento del Obrero y la koljosiana, presentado al mundo en la Exposición Universal de París en 1937.
La forma del vaso no se debe a la creatividad de su autora: es una forma que se adaptaba a la perfección al nuevo lavavajillas soviético de los años 40, en el que solo se podían lavar utensilios de una forma y un tamaño determinados.
Los vasos soviéticos diferían en cuanto al número de caras (10, 12, 16, etc.), pero la forma era siempre la misma: la parte poliédrica estaba coronada por un borde liso de cristal. Esto aportaba una mayor robustez al producto. Además de ser resistente, el vidrio se fabricaba con una tecnología especial (en una época incluso se añadía plomo) y era muy grueso.
Sin embargo, en los años 80 entre los vasos poliédricos se desató una epidemia: se resquebrajaban, se les rompía el fondo, y algunos incluso llegaban a reventar. Esto se debió a que en la industria de producción de vidrio se introdujo maquinaria extranjera y la tecnología se perdió.
Alexey Bushkin/RIA Novosti
En los años de gobierno de Nikita Jruschov (1953-1964) el gobierno, en plena lucha contra el alcoholismo, prohibió vender vodka a granel y en pequeñas cantidades. Solo había botellas de medio litro, lo que contribuyó a la formación de una nueva tradición entre los aficionados a la bebida: reunirse de tres en tres y beber vodka en vasos poliédricos, donde cabe justo una tercera parte de una botella de medio litro.
Quienes no tenían mucho dinero pero sí mucha sed se reunían en grupos de tres, cada uno con su vaso poliédrico, ponían cada uno un rublo para comprar la botella (el precio estándar de una botella de vodka en la URSS era de 2 rublos y 87 kopeks) y disfrutaban de la compañía.
De ahí nació la expresión soviética: “reflexionar entre tres”, y hoy en día en Rusia el vaso poliédrico sigue asociándose con el vodka.
Pero no solo los alcohólicos de la URSS valoraban los vasos poliédricos. Este tipo de vasos se podían encontrar en todas partes: en escuelas, hospitales, cafeterías en incluso en máquinas automáticas de venta de agua en la calle. Para las amas de casa soviéticas el vaso poliédrico era indispensable: les ayudaba a medir líquidos y alimentos en grano, incluso en los libros de cocina soviéticos se medían los volúmenes en vasos y no en gramos. Con los vasos se cortaban los pedazos de masa para preparar pelmeni y varéniki, raviolis rusos, y hasta hacían las veces de macetas para plantas en las dachas.
Kuzma Petrov-Vodkin / Depositphotos/PhotoXPress.ru
En la Rusia postsoviética el vaso poliédrico ya no es tan popular: han llegado otros vasos fabricados con tecnologías más precisas. Ya no se puede comprar un vaso poliédrico en una tienda normal, ni se puede encontrar en las escuelas o los hospitales.
Según un estudio realizado por los periodistas del periódico Komsomólskaya Pravda en 2013, el principal ámbito de Rusia en el que se siguen usando utensilios soviéticos son los trenes. El vaso poliédrico y la bandeja de latón o cobre en la que la azafata ofrece té a los viajeros sigue siendo uno de los símbolos de los servicios ferroviarios rusos.
En el siglo XXI el vaso poliédrico, con su maciza apariencia, puede parecer anacrónico, pero siempre será un utensilio permanentemente relacionado con Rusia.
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