Rusia ha tomado una postura precavida ante la reciente escalada de tensión entre Irán y Arabia Saudí. Mientras tanto, parece que a causa de la guerra siria se deterioran las relaciones con Riad, mientras aumenta rápidamente la cooperación con Teherán.
Moscú no apoyó a ninguna de las partes y solamente se mostró "seriamente preocupada" por la reciente escalada de tensión entre los dos mayores actores regionales. El Ministerio de Asuntos Exteriores instó a todos los países del Golfo a mantener la compostura y a rechazar cualquier tipo de acción que pudiese elevar la tensión.
Incluso criticó a Irán por permitir ataques a la embajada saudí en Teherán y al consulado de Mashad. La declaración del Ministerio enfatizaba que "bajo ninguna circunstancia se pueden considerar como formas legítimas de protesta y de expresión política los ataques contra las misiones diplomáticas extranjeras".
Es llamativo que las autoridades rusas no comentasen la ejecución en Arabia Saudí del clérigo chii Nimr al-Nimr, a pesar de haber sido ampliamente condenada en Occidente. Esta negativa del gobierno ruso puede ser interpretada como un deseo de evitarse mayores complicaciones en las ya deterioradas relaciones con Arabia Saudí.
Hubo analistas rusos que consideraban una nueva crisis (e incluso una guerra) en el Golfo Pérsico como beneficiosa para el Kremlin porque podría elevar los precios del petróleo.
Sin embargo, tal escenario podría provocar aún más problemas. Cualquier ventaja económica sería a corto plazo y podría poner el peligro los planes políticos de Moscú en la región.
Rusia ya está involucrada en dos conflictos inciertos, en Siria y en Ucrania. Mientras no parece que haya una manera rápida de acabar con la crisis ucraniana, Moscú ve el conflicto sirio como una oportunidad para mejorar sus relaciones con Occidente. Cree que como esta cuestión no puede resolverse sin la participación de Rusia, los EE UU y sus aliados deberán llegar a un acuerdo con Rusia. Aunque el rompecabezas sirio tampoco se puede resolver sin un acuerdo entre Arabia Saudí e Irán, lo que significa que Moscú no esté interesado en nuevos altercados entre Riad y Teherán.
Formalmente Moscú se encuentra en el bando chii por su apoyo al régimen de Bashar al Asad, que es cercano a Teherán. Mientras que los EE UU son un aliado saudí, además de garante de su seguridad. Da la impresión de que el enfrentamiento es bastante posible, pero en realidad Moscú no es un aliado estratégico de Teherán.
Es cierto que durante las negociaciones del programa nuclear iraní, Rusia fue el "policía bueno" y que actualmente Moscú y Teherán coinciden en una serie de cuestiones (la más importante de ellas, Siria), pero se trata de una alianza de conveniencia. Los lazos económicos dejan mucho que desear. Irán está interesado en las armas rusas y en la tecnología nuclear, pero las oportunidades financieras y la tecnología proveniente de Europa son mucho más importantes.
De modo que el Kremlin no defenderá a Teherán a cualquier precio, sobre todo si esto implica un mayor deterioro de sus relaciones con Occidente.
Incluso si imaginamos el peor escenario posible, un enfrentamiento militar entre Arabia Saudí e Irán, no es esperable que Rusia se involucre. La guerra en los años 80 entre Irán e Irak podría ser un precedente. En aquel momento los líderes soviéticos prefirieron permanecer alejados del conflicto, aunque hicieron negocio vendiendo armas a los dos.
Aunque en realidad no hay razones para que esperar que haya una guerra en el Golfo Pérsico. En principio Arabia Saudí atacaría primero, pero eso solo ocurriría en caso de que los saudíes tengan serias razones para ello. Los saudíes tienen capacidad tecnológica para lanzar un gran ataque aéreo, pero no pueden derrotar a Irán sobre el terreno.
Teherán tampoco necesita una guerra, ya que está tratando de mejorar sus relaciones con Occidente para mejorar su economía. Además, sus Fuerzas Armadas tampoco están capacitadas para una guerra a gran escala.
Posiblemente la ejecución del al-Nimr fue una manera para Riad de demostrar a sus enemigos internos y externos su disposición para actuar de manera firme y decisiva. La guerra económica, específicamente reduciendo el precio del crudo, mercado al que Teherán trata de reincorporarse, sea una manera de atacar al vecino persa.
Sin embargo, la reciente escalada de tensión no debe entenderse como un capítulo más de esta guerra fría regional. Lo más probable es que el ataque a la embajada saudí solo sea el principio de una respuesta por parte de Irán, lo que podría provocar un mayor deterioro de la situación en Oriente Próximo.
Siria, Irak y Líbano son los primeros lugares que sufrirán las consecuencias de los recientes acontecimientos. La confrontación en el llamado cinturón sirio podría pasar a un nuevo nivel. Riad puede ofrecer ayuda financiera y armas a sus aliados y Teherán puede hacer lo mismo. Esto podría provocar que la división entre Siria e Irak se anule definitivamente y que Líbano podría estar al borde de una nueva guerra civil.
Mientras tanto, la nerviosa respuesta de las autoridades saudíes a los éxitos de los hutis en Yemén es un indicador de que lo perciben como su talón de Aquiles. Si hasta ahora Irán mostraba sobre todo apoyo moral a la población chii local, esto podría comenzar a cambiar.
La resolución del asunto nuclear iraní no ha traído consigo la paz, y en Oriente Próximo habrá guerras locales durante mucho tiempo e irán surgiendo nuevos frentes de batalla.
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Artículo publicado originalmente en Russia Direct.
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