h3>Política defensiva
A pesar de los miedos y las fobias de Europa del Este, no se emprenderá ninguna acción militar contra los nuevos miembros de la OTAN. Volveremos a ver incidentes aéreos, marítimos y cibernéticos. Pero en este sentido, el peligro consistirá más bien en la escalada de la tensión debida a una colisión accidental, no a una operación planeada con anterioridad. Las élites tenderán a comparar las acciones defensivas con una “agresión rusa”, pero las posibilidades de resolver cualquier problema real serán prácticamente nulas.
Es probable que seamos testigos de una carrera armamentística local a ambos lados y de estallidos periódicos en las regiones del mar Báltico y del Mar Negro. La actividad militar a cualquier lado de la frontera será vista como una provocación y como un elemento de “guerra híbrida”. En este sentido, ambas partes se verán reflejadas como ante un espejo.
Cualquier intento por parte de Occidente de penetrar en el espacio postsoviético en el sentido militar o económico será percibido en Rusia como una medida hostil y desproporcionada.
A pesar de que este tipo de intrusión en otra época llegó a difuminarse gracias a la colaboración, ahora se verá inequívocamente como un juego de suma cero. El espacio postsoviético se considera una superficie para la geopolítica, no para la colaboración. El problema se ve agravado por la debilidad propia de muchos países que fueron antiguas repúblicas soviéticas. Incluso sin esta evidente interferencia desde el exterior, estos países podrían entrar en crisis, lo que podría provocar una mayor rivalidad entre Rusia y Occidente, ya que ambas partes intentarían aprovecharse de sus consecuencias.
Tanto Rusia como Occidente son víctimas de la fragilidad del espacio postsoviético. Rusia intentará resolver el problema por sí misma promoviendo las alianzas con los países más estables de la región y creando vínculos con los más débiles (a través de la Unión Euroasiática y de la OTSC).
La doctrina principal de la política exterior rusa será controlar la propagación de la anarquía, evitar el colapso de los estados y mantener el control gubernamental. Esta idea irá en contra de la teoría de la democratización como garante del desarrollo.
Rusia construirá alianzas situacionales o a más largo plazo con otros participantes regionales y globales alrededor de esta idea, y esto podría utilizarse provechosamente con los ciudadanos del interior del país. Rusia podría asumir un papel de líder en el ámbito de la política conservadora a la hora de conseguir cambios prudentes y pragmáticos según la particularidad de cada país.
En este sentido, se valora una democratización interna gradual (en lugar de un proceso artificial externo) que aprovecha el discurso de las tradiciones locales. Es posible que Rusia busque apoyo en China para promover esta doctrina.
Rusia se está convirtiendo en un participante militar y político cada vez más activo fuera de su territorio. Sin embargo, esta actividad será selectiva y tendrá objetivos concretos debido a que sus recursos son limitados.
Además de Siria, un posible punto de intervención de Rusia podría ser el cumplimiento de sus obligaciones en distintos lugares de Asia Central en base a tratdos ya firmados acerca de la amenaza terrorista cuya base no se encuentre en Afganistán. Este tipo de intervención podrían llevarla a cabo las unidades militares de mayor movilidad con apoyo aéreo.
Rusia tomará medidas para desarrollar nuevas instituciones regionales e internacionales, como los BRICS o la Organización de Cooperación de Shangái. Pero la funcionalidad y la capacidad de funcionamiento de estas instituciones continúan en el aire.
Rusia deberá encontrar unos mejores mecanismos de interacción con la mayoría de países no occidentales, a pesar de que ninguno de ellos planea formar una coalición abiertamente antioccidental. Rusia mantendrá y desarrollará sus relaciones económicas con Occidente, a sabiendas de que el comercio entre ambas partes ya se ha visto condicionado por los riesgos de una crisis política.
Rusia no pretende aislarse de la economía mundial. La relativa debilidad política del país se verá compensada por su fortaleza política. En este contexto, los intentos de reforzar el papel de las Naciones Unidas y la posición del país en esta organización serán otra característica de la política rusa.
Las instituciones de seguridad europea y los principales tratados con la participación de Rusia se deteriorarán, aunque Moscú no buscará el desmantelamiento de estas estructuras.
Rusia prefiere mantener un diálogo con Estados Unidos en el ámbito de la estabilidad estratégica. No obstante, es muy probable que este diálogo vaya acompañado del desarrollo de armas estratégicas en ambas partes.
La crisis ucraniana ha sentado un precedente extremadamente negativo para la politización del diálogo en el marco de tratados fundamentales como el INF o el START. Este precedente tendrá un impacto negativo en el diálogo más adelante.
La modernización económica está llamada a tener cada vez más importancia en el ámbito de la política exterior.
The “external threat card” cannot be played repeatedly, which means that government and business will be forced to take radical steps to improve the performance of the Russian economy in the eyes of society.
La crisis económica ofrece la posibilidad de implementar reformas que serían más difíciles de llevar a cabo en tiempos de estabilidad. Los cambios son necesarios para poder crear un nuevo clima con socios extranjeros. La habilidad del estado para garantizar el cumplimiento de la legalidad y el espacio para la iniciativa privada, son clave para que estas reformas tengan éxito.
En la actualidad, tanto Rusia como otros países se enfrentan a procesos que están fuera de su control. La desintegración de estados, el radicalismo religioso y las migraciones son algunas de ellas. Antes o después Rusia y Occidente tendrán que dialogar acerca de cómo hacer frente a estos retos.
Artículo publicado originalmente en Russia Direct.
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