El jefe del Pentágono, Ashton Carter, participó hace unos días en una conferencia en California para militares norteamericanos. Como de costumbre volvió, no solo a criticar ferozmente la política exterior rusa, sino que además abogó por combatirla fieramente.
Las críticas a Moscú se recrudecen por haber agravado, presuntamente, la crisis siria al echar más “leña al fuego”, y por amenazar con el uso de armas nucleares. Por eso, dice, EE UU se propone fortalecer “la defensa de la agresión rusa” en Europa.
Las contundentes afirmaciones de Carter prácticamente coincidieron con las filtraciones sobre la disposición del FBI para ayudar a sus colegas rusos en la investigación de la catástrofe aérea en el Sinaí (que ha podido ser un acto terrorista). Esta cooperación sería la primera entre servicios de inteligencia rusos y norteamericanos tras el comienzo de la crisis en Ucrania.
En lo que se refiere a Siria, las declaraciones del departamento militar de EE UU contrastan con la forma de actuar del Departamento de Estado. En las últimas semanas Serguéi Lavrov, ministro de Asuntos Exteriores de Rusia y su homólogo estadounidense, John Kerry, se han reunido varias veces para discutir la resolución de la situación. Si en los encuentros diplomáticos en Viena se oyesen acusaciones por parte de Kerry probablemente se pondría final a los encuentros multilaterales. Sin embargo, mientras se alcanza el acuerdo y a pesar de las persistentes divergencias entre Rusia y EE UU, se puede decir que están apareciendo rayos de esperanza hacia un compromiso, más que hacia un empeoramiento de la situación.
En general no es de extrañar que haya estos “desacuerdos” entre el Pentágono y el Departamento de Estado. Además de que uno actúa como “el policía bueno” y el otro como el “malo”, ambos departamentos persiguen su propio interés. El Pentágono busca desde hace tiempo motivos para reanudar la construcción de estructuras militares de la OTAN en Europa. Washington ha criticado a los europeos por reducir los gastos militares y no alcanzar lo acordado en los programas de la OTAN.
Asimismo, desde 1985 hasta 2015 el número de tropas estadounidenses en Europa ha disminuido desde más de 300.000 hasta poco más de 50.000, menos que en la región de Asia-Pacífico. El Pentágono quiere “recuperar el tiempo perdido”, a pesar de que la crisis ucraniana —el pretexto formal para un endurecimiento de la retórica— está congelándose. Por cierto, cabe señalar que se está comenzando a solucionar sin la intervención de la OTAN; solo mediante difíciles negociaciones en la que, como no podría ser de otro modo, los vecinos europeos de Moscú sufrieron presiones, aunque estas no fueron de índole militar sino económica.
Últimamente varios líderes europeos han comenzado a declarar públicamente que sin la participación de Rusia no se podrá poner fin a la crisis siria. Ante esta situación los estadounidenses quieren darse prisa y proponen nuevos planes de construcción militar en Europa. Las decisiones preliminares de estos planes se tomarán en diciembre, en el encuentro de los Ministros de Asuntos Exteriores de la OTAN, y posteriormente se afianzarán en la cumbre de la Alianza Atlántica del próximo verano en Varsovia.
Tras la intervención militar rusa en Siria hubo duras críticas por parte de los militares estadounidenses. Sin embargo, para sorpresa de muchos, dicha intervención ha demostrado ser bastante efectiva. Parte de la prensa norteamericana y la mayoría de los congresistas republicanos calificaron las acciones de Moscú en Oriente Próximo como un “fracaso” de la Administración Obama. La dura retórica del Pentágono está llamada a “compensar” en este sentido el daño propagandístico y a no prestar ayuda extra a los republicanos en el futuro próximo cuando empiece la carrera electoral.
A día de hoy, las relaciones ruso-estadounidenses están atravesando la crisis más grave desde que terminó la Guerra Fría. Quizá ya se pueda hablar de una nueva guerra fría. La Administración Obama no querría dejar como herencia a su sucesor las crisis en Ucrania y Oriente Próximo; y si al menos hoy se ha logrado impedir que la situación se agrave, se puede predecir en qué grado la segunda gran crisis se extenderá a los países vecinos.
En ambos casos una cooperación “fría y racional” con Moscú podría tener resultados sustanciales. En su lugar, las declaraciones de los representantes de la Administración estadounidense son, cuanto menos, provocadoras. Aquí podemos ver quién echa realmente “leña al fuego” y hace crecer la hostilidad ruso-estadounidense.
Gueorgui Bovt es político y miembro del Consejo en política interior y exterior.
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