La península de Crimea, fronteriza con los mares Negro y de Azov, ya era un popular destino de vacaciones para escritores y la propia familia Romanov durante el Imperio ruso. Así, además de los suntuosos paisajes costeros, bordeados de aguas turquesas, se pueden admirar numerosos palacios y villas aristocráticas. Sin embargo, sería un error pensar que la región se limita a su litoral. Las zonas del interior, con sus diversos paisajes que van de la estepa a la montaña, prometen aventuras inolvidables en parajes trogloditas, rutas de senderismo y viñedos. Todo ello, por supuesto, con un clima comparable al del Mediterráneo.
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