Los lugares más increíbles de Rusia, redescubiertos por los habitantes del país por el coronavirus

Oleg Krasnov, Alexandra Gúzeva, Vsévolod Pulia
La pandemia y las fronteras cerradas provocaron rehacer los planes de las vacaciones de verano. Los rusos se dedicaron a explorar su propio país. Los editores de ‘Russia Beyond’ cuentan sus descubrimientos e impresiones.

Púshkinskiye Gori, Alexandra Gúzeva

Este año finalmente pude hacer un viaje que había estado posponiendo durante mucho tiempo. Fui a Púshkinskiye Gori en la región de Pskov. En la finca Mijáilovskoye, el gran poeta ruso Alexánder Pushkin estuvo exiliado y allí escribió sus principales obras e iba a pasear a las dos fincas que están al lado.

La naturaleza alrededor de la finca es una atracción en sí misma. Hay un amplio e increíble espacio, el llamado valle de Pskov, lleno de prados, estanques y ríos, que dan la impresión de estar colocados como si fueran decorados con pintorescos pajares. Para los habitantes de la ciudad son una verdadera delicia y un buen sitio para hacerse una foto.

No queríamos ir en transporte público, así que hicimos un viaje por carretera desde Moscú a través de Valdái, Veliki Nóvgorod y Pskov, ciudades que siempre son agradables de visitar.

Karelia, Anna Sorókina

Durante mucho tiempo había estado planeando un viaje a Karelia: me atraían los lagos, los bosques llenos de suave musgo y también soñaba con caminar por los parques de montaña con enormes rocas.

Normalmente prefiero llegar al lugar en coche o en avión, pero esta vez he decidido ir en tren. Tengo que decir que tenía un 30% de descuento en todos los billetes por mi cumpleaños. En segundo lugar, quería tomar el nuevo tren Ruskealski Express. Es hasta ahora el único tren regular con los nuevos vagones platskart(donde las camas están en un espacio común, sin puertas) que son mucho mejores los cupés (compartimentos dentro de un tren), cada vagón tiene cortinas, enchufes, luces. Además, llega directamente al parque de Ruskeala, donde se puede caminar a través de antiguas canteras de mármol.

En Karelia no hay transporte público que vaya a los lugares más famosos como la cascada Kivach y el volcán Guirvas. Así que tuve que pasar tiempo en los autobuses de los grupos de turistas. Ya sé que la próxima vez vendré en coche. Planeo volver y visitar la isla de Kizhí y Valaam.

Sestroretsk, María Afónina

En los días más calurosos de agosto tuve la suerte de estar en Sestroretsk, una pequeña ciudad turística en el golfo de Finlandia, que se encuentra al noroeste de San Petersburgo. Llegamos en media hora en coche, aunque se puede tomar el tren desde la estación de ferrocarril Finliandski (tiempo de viaje: no más de una hora).

Lo que más me ha impresionado en esta ciudad son sus dunas, los paseos tranquilos con el agua hasta las rodillas y los pequeños puntos púrpuras en las puntas de los dedos que se quedan en las manos tras recoger y comer arándanos. También recordaré el olor a abeto en el bosque de pinos y un ligero mareo cuando miras al cielo a través de los altos robles, plantados por Pedro I hace 300 años en el parque Dubkí.

Nos aconsejaron probar el agua mineral local y hacer un terapia de barro en el sanatorio local, pero hemos preferido dejarlo para la próxima vez.

Pliós, Natalia Súslina

A decir verdad, no es la primera vez que vengo a Pliós. Se nota el impacto de la pandemia y este verano hay menos turistas en la ciudad. A pesar de que Pliós es un destino de fin de semana popular entre residentes de Moscú, Ivánovo y Yaroslavl, mantiene el ambiente de una antigua dacha rusa.

En los días calurosos los más valientes pueden bañarse en playas del Volga en la ciudad (el agua está muy fría). Por la noche es agradable tomar un té de un samovar en la terraza que da al río o subir a la montaña de Isaac Levitán, que da a la ciudad y al Volga, y ver la puesta de sol. Los atardeceres en Pliós son especialmente hermosos a mediados o finales de junio, cuando el sol tarda en meterse.

Puedes caminar por calles desiertas, mirar las fachadas talladas de las casas del pueblo, caminar a lo largo de la orilla del río Shojonka, encontrar los puentes en los que se inspiró Levitán para pintar Monasterio silencioso. Otro entretenimiento es dar un paseo en barco por el río Volga, observando la ciudad desde el agua.

El viaje a Pliós fue una oportunidad para mí de bajar el ritmo, de no apresurarme a ningún sitio, de vivir un poco la vida tranquila del pueblo. Resulta que también se puede recargar las pilas en Rusia, igual que en Bali o en la India.

Samara, Gueorgui Manáiev

“El Chicago ruso”, así llamaron Samara en la segunda mitad del siglo XIX, durante su rápido desarrollo económico. De 1866 a 1896, el periodista y empresario Piotr Alabin vivió en Samara y atrajo millones de inversiones a la ciudad. Gracias a él se pusieron en marcha una fábrica de fundición de hierro, una planta de aceite, una imprenta, una estación meteorológica, un sistema municipal de suministro de agua, un teatro, un molino de harina de vapor y una fábrica de confitería. Fue aquí donde empezó a usarse el gas para iluminar las calles de Rusia y donde se abrió la primera estación telefónica. Pero “Chicago” también es sinónimo de crimen. Y es verdad, a Samara llegaron muchos exiliados “políticos”. Lenin y su hermana mayor comenzaron desde aquí con sus actividades revolucionarias, que irradiaron a toda la región. En las rutas donde se cruzaban el comercio ferroviario y fluvial había grupos de ladrones y especuladores, por lo que la policía trabajaba incansablemente. Y también aquí estaba (y sigue estando) una de las fábrica de alcohol más famosas del país: la cervera Von Vakano (1881), conocida en todo el país por la marca Zhigulióvskoye.

Durante la Segunda Guerra Mundial fue el lugar de evacuación del gobierno y los organismos estatales de la URSS. Se conserva un búnker preparado para Stalin y las casas históricas del casco antiguo están decoradas con carteles que recuerdan qué ministerios y embajadas de países extranjeros se reinstalaron durante aquellos años.

Samara es una ciudad más antigua que Moscú y, muy probablemente, sea más antigua que la propia Rusia. Los historiadores sostienen que la ciudad ya existía en los siglos IX y X, cuando en estas tierras reinaban los jázaros, el antiguo estado judeo-cristiano.

Una playa local es el reino del verdadero zen ruso. Puedes sentarte durante horas en el Volga, bañándote en el agua y volviendo a una playa de arena dorada cuya pureza es el orgullo de los locales. La arena para la playa se saca del fondo del río Volga, se tamiza, se limpia y se reemplaza cada año. Diez minutos en el barco y estás en la otra costa, viendo un impresionante panorama de Samara.

En un par de horas puedes llegar a la costa del mar de Zhiguliov, la segunda reserva de agua dulce más grande del mundo. Por cierto, Zhigulí son las montañas más jóvenes del mundo. Aquí la naturaleza es increíble y bella en todas las épocas del año. Los locales se aprovechan al máximo: en verano toda la población de Sámara se relaja en la playa mientras que en invierno el río congelado se convierte en una zona con largos carriles para practicar esquí de fondo.

Prioziorsk, Sasha Ismáilova

Karelia siempre me pareció un lugar inaccesible. Como si tuviera que dormir en un bosque salvaje sobre musgo húmedos, luchar con los animales salvajes y comer zarzamoras para sobrevivir.

En realidad, las cosas resultaron un poco diferentes (aunque todavía se puede estar en el bosque y comer zarzamoras). La zona está llena de caminos preciosos, paisajes escandinavos, delicias locales y, por supuesto, el lago Ládoga.

En Prioziorsk, puedes admirar el lago más grande de Europa (y el segundo más grande de Rusia, después del Baikal) desde una amplia playa de arena. Se sospecha que si hubiera estado allí una semana antes, mientras hacía calor, podría haberme bañado en esta agua limpia y transparente. Pero aunque no te puedas bañar, también tienes muchas cosas que hacer: tomar un barco, con o sin motor, alquilar una bicicleta y conducir a lo largo del lago.

En el camino a Sortavala el coche empieza a captar la radio finlandesa. Es difícil pasar la señal a las cascadas de Ruskeala. Son pequeñas, pero ruidosas. Los guías locales se enorgullecen de decir que fue allí donde se rodó la famosa película soviética Y los amaneceres son aquí apacibles.

Después de caminar por puentes colgantes sobre arroyos y cascadas, disfrutas enormemente de una empanada de Karelia rellena de vainas o patatas y un zumo de frutos de bosque.

Kaliningrado y la región, Aizhán Kazak

Fui a la región de Kaliningrado en busca de la brisa marina, arena y cerveza. Así es como visualizo mis vacaciones perfectas. En cinco días me las arreglé para ver Kaliningrado, Yantarni y Zelenogradsk.

Seré honesta: Kaliningrado es muy pequeño y se puede recorrer en un día. Es una ciudad llena de automovilistas y huele a gasolina.

Desde el punto de vista arquitectónico, la ciudad no es definitivamente un espectáculo. Me encantan las ciudades hermosas con historia, donde puedes caminar y girar la cabeza en todas las direcciones, absorbiendo la historia. La parte histórica de Kaliningrado fue destruida en 1945 y, de hecho, el centro de la ciudad es un monumento del pasado comunista. Supongo que a alguien podría gustarle. Quería evitar los bloques comunales, ya he visto suficientes en Moscú. Si a alguien tampoco le gustan los rectángulos grises en lugar de las casas, le aconsejo que se quede en el distrito de Amalienau, es bonito y verde y un taxi le llevará al bar Yeltsin, en el centro, en 10 minutos y por 100 rublos (menos de 1,5 dólares).

Eso sí, vine en busca del mar y me gustó. Primero en Yantarni, donde la playa cuenta con Bandera Azul. ¡Está fenomenal! El agua es limpia, aunque fría,. La temperatura del agua no da miedo, aunque sí las olas y las corrientes. Las olas que se llevaron las gafas de mi novio. Por supuesto, nunca las recuperamos. Así que métete en este mar sin gafas.

Zelenogradsk me encantó. Es una ciudad llena de gatos y la propia administración se puso como prioridad cuidarlos. Los gatos están en todas partes, y puedes ver que son buenos. La guerra no afectó a la ciudad y ha conservado su aspecto histórico. El mar es más fresco que en Yantarni, pero mucho más tranquilo. Inesperadamente, me encontré en una playa nudista, riéndome como una adolescente.

Si el próximo verano aparece otro virus y rompe todos mis planes, iré a Zelenogradsk. Es hermoso, hay muchos gatos y puedes chapotear en el mar. En otras palabras, es perfecto.

Rzhev, Vsévolod Pulia

En cuanto vi el monumento a los soldados soviéticos en Rzhev, supe de inmediato que quería estar allí.

La imagen de un guerrero, que se disuelve en una manada de grullas sobre campos verdes, me provocó recuerdos de infancia de las películas soviéticas sobre la guerra.

El monumento no se completó hasta finales de abril de 2020, el 75º aniversario de la Victoria en la Segunda Guerra Mundial. Pero debido a todas las restricciones del coronavirus, no pude ir hasta julio. A 200 km de Moscú, en una carretera de alta velocidad, se levanta un soldado de 25 metros con la cabeza doblada.

Decidí ir entre semana y fue una decisión correcta. Varios amigos me dijeron que durante el fin de semana no podían encontrar un lugar en el enorme aparcamiento al otro lado del monumento. Pero incluso entre semana había mucha gente. Sin embargo, esto no nos impidió sentir que este lugar era especial.

Alrededor del monumento se siente tranquilidad, el aire es denso, pero transparente, la música suena baja, y tú también quieres hablar de la misma manera, en voz baja. Así que no se siente tanto la presencia de otras personas y es como si hubieras entrado en una iglesia.

Mires a donde mires, hay campos verdes y colinas, donde en 1942-43 hubo feroces batallas cerca de Rzhev. Fue aquí donde un grupo de tropas alemanas tuvo que retirarse por primera vez. Pero resistieron y cavaron cientos de trincheras y zanjas antitanque. Durante meses lucharon en una guerra posicional. La victoria final del Ejército Rojo en estos enfrentamientos afectó indirectamente al resultado de las batallas de Stalingrado y Kursk.

Ahora hay pulcros parterres decorados con trozos de mármol y la figura de un soldado que se disuelve y se convierte en cigüeñas además de los nombres de 17.000 muertos en los paneles de metal cubiertos de óxido artificial.

Es muy diferente de los habituales monumentos militares soviéticos y rusos. El Memorial de Rzhev no habla de una hazaña, ni de una víctima, ni de la muerte y el asombro. Habla de nosotros, nuestra vida y nuestra paz. No te vas de aquí con pensamientos pesados sobre el sufrimiento de los antepasados, sino con luz y esperanza sobre el futuro de los descendientes.

Kaliazin, Oleg Krasnov

Una pequeña ciudad en el río Volga, de sólo 12.000 habitantes en la región de Tver, es uno de los lugares más fotogénicos de Rusia. A solo cien metros de la orilla del principal río ruso se puede ver una pequeña isla, de no más de veinte metros de diámetro, de la cual, como si fuese por voluntad de un surrealista, “crece” un viejo campanario. Tu fantasía te contará el resto cuando veas o te imagines un patio de un monasterio ruso, que de repente se encontró bajo el agua.

Se tarda tres horas en coche en llegar hasta aquí desde Moscú. Y difícilmente habría ido si no fuera por la pandemia y una amiga que compró una dacha cerca. Pero, tras haber llegado por una carretera que no es la mejor del mundo, no me arrepentí lo más mínimo. Incluso alquilé un barco y di una vuelta a la isla. ¡Fueron sensaciones increíbles!

Kaliazin, conocido desde el siglo XII, lamentablemente, perdió prácticamente toda su arquitectura medieval y clasicista durante la era soviética: en 1939-1940 se decidió inundar su parte antigua durante la construcción de la central hidroeléctrica de Úglich. Así que el famoso monasterio de la Trinidad Makáriev, donde los zares rusos vinieron en peregrinación, está bajo el agua. También lo está la catedral de San Nicolás, cuyo campanario se puede ver desde la orilla. Antes era posible escalarlo ya que nadie vigilaba la propiedad inundada. Pero hace unos años se decidió llevar a cabo una restauración: se renovó la fachada de principios del siglo XIX, se colgaron nuevas campanas y, ahora, en las grandes fiestas de la iglesia, se puede meditar cerca del río escuchand0 el místico sonido de las campanas, como si sonaran de otro mundo. 

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