¿Qué es el ‘Parque del Pleistoceno’ y cómo puede detener el calentamiento global?

AP

Mientras Greta Thunberg y otros activistas verdes organizan manifestaciones por todo el mundo, unos científicos rusos están ocupados resucitando un ecosistema desaparecido que puede enfriar el clima de la Tierra. 

Mamuts, bisontes y caballos deambulan por las vastas extensiones de estepa, pastando en verdes praderas bajo la mirada de depredadores como lobos y tigres. En el futuro, el  Ártico ruso podría ser algo así. O al menos, así es como se veía hace muchos milenios. Según los científicos, no entra en  el reino de la fantasía resucitar tal ecosistema. Puede que la humanidad todavía esté muy lejos de revivir  los dinosaurios al estilo de la saga fílmica Parque Jurásico, pero la idea de hacerse con ADN de mamuts no parece tan descabellada. 

Durante la época del Pleistoceno (en el pasado, hace entre 2,6 millones y 11.700 años), todo el hemisferio norte del planeta estaba cubierto de estepa, habitada por millones de mamuts, bisontes, caballos, ciervos, lobos, tigres y otros animales. Pero a medida que aumentaron los asentamientos humanos en la zona, las poblaciones de fauna disminuyeron, causando una degradación de los pastizales, que se convirtieron en bosque y tundra. Eso fue hace unos 10.000 o 12.000 años. Hoy, la cantidad de animales en el Ártico es apenas un uno por ciento de lo que era a finales del Pleistoceno, afirman los científicos. 

¿Por qué es esto importante ahora? El ecologista ruso Serguéi Zimov cree que la restauración del ecosistema de las “estepas de mamuts” podría ayudar a combatir el calentamiento global.

“La principal amenaza hoy en día es el calentamiento global. El permafrost siberiano ha comenzado a derretirse. Contiene un billón de toneladas de carbono. Si se oxida a través de microbios, se liberarán unas 3,4 billones de toneladas de CO2 a la atmósfera”, explica.

Según Zimov, la temperatura del permafrost (la capa congelada de la corteza terrestre) ya es aproximadamente 5°C más cálida que la temperatura media anual del aire, debido a la formación en invierno de un grueso manto de nieve que cubre el suelo y evita su congelamiento. 

Este efecto puede evitarse con los ecosistemas de pastizales, donde la nieve invernal es pisoteada por los animales en busca de alimento. Además, la nieve pierde sus propiedades de aislamiento térmico, y el suelo de permafrost en invierno se congela mucho más. De esta manera, el permafrost evita derretirse. “Debido al efecto de los animales que pisotean la nieve, la temperatura del permafrost bajo los pastos es 4°C más baja”, señala Zimov. 

Desde hace más de dos décadas, Zimov no sólo da la voz de alarma sobre esta amenaza para la humanidad, sino que pone a prueba su teoría en la práctica a través del proyecto del Parque del Pleistoceno, en el noreste de Yakutia, a 150 km al sur del Océano Ártico.

De las palabras a los hechos

Zimov fundó oficialmente el parque en 1996 e inicialmente lo desarrolló él mismo, sin prácticamente ninguna inversión financiera. Sólo en los últimos años el parque ha comenzado a crecer, con activistas que traen hasta él muchos animales nuevos, todo gracias a financiación colectiva. 

“Entre mayo y junio de este año, compramos 12 búfalos de estepa norteamericana en Dinamarca, y los trajimos por carretera. Se están adaptando bien al clima del Ártico”, explica Nikita, hijo de Serguéi, el director del parque. En el Pleistoceno, los bisontes vivían en el territorio de Siberia y emigraron a Norteamérica a través del puente natural que los unía ambos territorios por aquel entonces. 

El parque abarca 14.400 hectáreas de terreno, de las cuales unas 2.000 están cercadas y divididas en secciones de 50 a 200 hectáreas para el pastoreo controlado de los animales, teniendo en cuenta las condiciones del suelo. Aquí están representadas unas 150 especies de la fauna del Pleistoceno, entre las que se encuentran renos, caballos yakutos, alces, bisontes, yaks, vacas calmucas y ovejas.

En palabras de Nikita, el objetivo principal del parque es crear en el Ártico un ecosistema de pastos sostenibles y altamente productivos, lo suficientemente grande como para afectar el clima global. “Claro, todavía estamos muy lejos de este objetivo. Ahora estamos seleccionando tanto especies animales como vegetales, e intentamos crear poblaciones animales sostenibles en áreas controladas” asegura. 

A pesar de que la situación ecológica en Yakutia ya es bastante buena (no hay plantas industriales, por ejemplo), los empleados del parque afirman que la vegetación y el suelo locales se están volviendo más fértiles como resultado de la introducción de animales. Esto a su vez hace que se acumulen depósitos de carbono en el suelo, aumentando su capacidad de reflejar la luz solar. Los pastos tienen un color más claro que los arbustos y los bosques de alerce, y las superficies más ligeras reflejan más energía solar hacia el espacio, reduciendo así la temperatura de la superficie.

¿Único en el mundo?

Hasta la fecha, de todas las tareas que desarrolla el parque, el mayor impacto logrado ha venido del trabajo de relaciones públicas, incluso con medios de comunicación extranjeros (han aparecido artículos sobre este en The Atlantic, Science y Nature). El problema, sin embargo, es que pocas personas dan el paso de cambiar su apoyo moral a uno  real. “Es un problema compartido por toda la humanidad”, dice el director del parque, Nikita. “Mucha gente está de acuerdo en que el calentamiento global es un problema importante, pero están más preocupados por problemas cotidianos y gastan su dinero en ellos".

La administración local y la sociedad, mientras tanto, son más bien neutrales respecto al  proyecto. “En términos generales, el calentamiento global no es el tema más apremiante. Cuando afuera hay -50°C y la gente oye hablar del calentamiento global, tiende a frotarse las manos en anticipación alegre”, dice Nikita.

En sus palabras, el Parque del Pleistoceno de Yakutia es prácticamente el único proyecto de este tipo que aborda estos temas. Sin embargo, hay parques nacionales en otros países que buscan crear ecosistemas productivos, por ejemplo el de Oostvaardersplassen, en los Países Bajos. 

“En mi opinión, [los holandeses] fueron los que más cerca estuvieron de crear un ecosistema de pastizales altamente productivo fuera de África. Pero el problema que tienen es que no pueden introducir depredadores en estos, y no hay ninguna fuerza que regule el número de herbívoros. Como resultado, parte de la población muere de hambre cada año. Hace un tiempo, hubo una escasez de forraje combinada con un aumento en la población, y como resultado la mitad de los animales murieron en la primavera, lo cual causó protestas públicas. El director del parque incluso recibió amenazas. Si pudieran introducir depredadores, las cosas irían bien, el proyecto está listo para crecer”, dice Nikita Zimov. 

También señala que aunque los ecosistemas de pastizales situados en el Ártico tienen un impacto más directo sobre el clima, es muy importante restaurar la vida silvestre en otras zonas también, incluso sin hacer referencia al clima: “Muy pocas personas en el mundo entienden lo que son auténticos ecosistemas salvajes, y confunden lo que apareció, debido a la influencia humana, hace 10.000 años con la realidad”. 

Pincha aquí para ver a los “unicornios” que vivieron en Siberia cuando esta era una tierra cálida. 

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