¿En qué países les encantaba pasar sus vacaciones a los escritores rusos?

Legion Media
A los autores rusos les encantaba pasar tiempo en sus fincas, pero muchos también eligieron viajar al sur de Rusia e incluso al extranjero.

Crimea

El clima seco de Crimea, la abundancia de coníferas y, por supuesto, el aire marino es una combinación que muchos encuentran muy agradable. Incluso antes de que los bolcheviques convirtieran Crimea en un balneario para toda la Unión Soviética, muchos escritores viajaron hasta allí para mejorar su salud y descansar. Es por eso que se pueden encontrar rastros de su presencia en prácticamente todas las ciudades.

‘Pushkin en la costa del mar Negro’ (1887), obra de Iván Aivazovski e Iliá Repin.

Bajchisarái se hizo famosa por Alexánder Pushkin, que viajó a Crimea y recibió tratamiento allí durante su exilio sureño.

Antón Chéjov pasó sus últimos años en su “dacha blanca” de Yalta: sufría de tuberculosis y el clima de Moscú no le convenía.

Lev Tolstói adoraba Crimea. Conoció el lugar cuando luchó en la guerra de Crimea (y escribió sus famosos Relatos de Sebastopol), y más tarde llegó a la península para viajar. Entre 1901 y 1902, pasó nueve meses enteros aquí con su familia. Por cierto, aquí conoció a Chéjov y Gorki.

Antón Chéjov (a la izq) y Lev Tolstói en Crimea, 1901.

En Koktebel se encuentra la casa del famoso poeta ruso Maximilián Voloshin, donde le visitaron muchos poetas de la Edad de Plata: Ósip Mandelstam, Nikolái Gumiliov o Marina Tsvetáieva.

Mijaíl Bulgákov compartió sus impresiones de un viaje a Crimea en su ensayo Viaje a Crimea: no le gustó mucho Yalta, que, según él, se había convertido en un lugar muy turístico, donde había que “regatear” siempre.

El Cáucaso

Otro lugar que atrajo a muchos escritores y poetas fueron los manantiales minerales de las montañas del Cáucaso. En Piatigorsk, Lérmontov bebió agua mineral para mejorar su salud y capturó la vida de los aristócratas que pasaban allí sus vacaciones en su novela Un héroe de nuestro tiempo. El Cáucaso resultó ser un lugar fatídico para el poeta: murió aquí durante un duelo.

‘Lérmontov en el Cáucaso’, obra de Piotr Konchalovski.

Antes de Crimea, Pushkin pasó dos meses en el Cáucaso, tomando baños calientes de azufre en Kislovodsk y Yessentukí y escribiendo el poema El prisionero del Cáucaso. Más tarde viajó a Georgia y Armenia, donde escribió Viaje aArzerum.

Lev Tolstói escribió su propia novela El prisionero del Cáucaso, basada en su experiencia de lucha en el Cáucaso cuando era joven. En sus últimos años también se interesó por las historias de los montañeses: viajó a Tiflis y pasó muchos años trabajando en la novela Hadji Murad.

El poeta Serguéi Yesenin también viajó por Georgia y Azerbaiyán: hay imágenes de Oriente y motivos persas presentes en muchos de sus poemas. Maiakovski llamó a Georgia “un paraíso”. Amaba Tiflis, al igual que a Pasternak, que era amigo de muchos poetas georgianos y traducía muchas de sus obras.

Italia

Fue Gógol quien dio origen a la creencia de que las mejores obras sobre el pueblo ruso y Rusia se escribían en el extranjero. Se había ido de viaje, a tomarse un descanso del trabajo y la escritura, y fue entonces cuando escribió su libro más célebre, Almas muertas. Su amada Roma se convirtió en su segundo hogar.

Después de su segundo matrimonio, Dostoievski viajó a Europa (no de luna de miel, sino para esconderse de los acreedores). Vivió en Suiza y luego se trasladó a Italia. Fue aquí donde escribió la mayor parte de la novela El idiota. La leyenda dice que fue en Florencia donde inventó su famosa frase: “La belleza salvará al mundo”.

Maxim Gorki en Capri, 1910.

Gorki fue a Italia para recibir tratamiento contra la tuberculosis, y terminó pasando 15 años allí, en intervalos. Durante mucho tiempo, su casa fue una villa en Capri, donde muchos rusos famosos, incluyendo al líder bolchevique, Vladímir Lenin, fueron a visitarlo. Más tarde, el escritor regresó a Rusia y se marchó de nuevo, pasando mucho tiempo en las villas y sanatorios de Sorrento.

A Brodsky le encantaba Venecia y (después de emigrar a Estados Unidos) la visitaba todos los inviernos. Su clima invernal y el frío neblinoso deben haberle recordado a su San Petersburgo natal. Le encantaba el agua de sus canales y vagar solo por la ciudad, que una vez estuvo vacía de turistas. Venecia se convirtió en el tema de su famoso ensayo Fondamenta degli incurabili (Fondamenta de los incurabels).

Joseph Brodsky en Venecia, 1989.

Alemania

Varios años después de su liberación de los trabajos forzados, Dostoievski fue a centros turísticos alemanes para mejorar su salud. Fue allí donde se hizo adicto al juego. Jugó y perdió mucho dinero en Baden-Baden, Wiesbaden y Bad Homburg, una experiencia que más tarde reflejaría en su novela El jugador.

De hecho, Baden-Baden era todo un complejo turístico “ruso”. A Iván Turguéniev le encantaba y escribió aquí algunas de sus obras más importantes: Memorias de un cazador, así como novelas sobre los aristócratas rusos en Europa: Y así pasó el amor (Asia), Humo y Suelo virgen.

Incluso el gran moralista Lev Tolstoi jugó a la ruleta aquí, cuando era joven. Aunque se lo reprocharía a sí mismo más tarde el haberlo hecho.

EE UU

Estos viajes no siempre se pueden calificar como vacaciones, pero en el siglo XX los escritores rusos comenzaron a viajar por Estados Unidos también. Yesenin siguió a su esposa bailarina en una gira por el país y, todo hay que decirlo, pasó el tiempo aburrido y algo celoso del éxito de su mujer, porque él no era conocido allí.

Maiakovski viajó por varios estados dando charlas e incluso tuvo un apasionado romance con una estadounidense, Elli Jones, quien más tarde tuvo una hija con él.

Vladímir Maiakovski en Nueva York, 1925.

Gorki visito EE UU por invitación de unos socialistas locales e inmediatamente causó controversia: los estadounidenses puritanos descubrieron que él y su compañera, María Andréieva, no estaban casados y los echaron del hotel donde se encontraban. Además, tampoco fue aceptado en ningún otro hotel. Gorki odiaba la ciudad de Nueva York, a la que llamaba “el diablo amarillo”, un monstruo de hierro que devora a la gente. Y criticó la obsesión de sus habitantes por el dinero.

Uno de los testimonios literarios más famosos sobre los viajes por Estados Unidos fue dejado por Ilf y Petrov. En su Pequeña América de oro, el dúo describió su viaje por carretera desde el este hasta la costa oeste.

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