Cuando Elena Súrikova, de 35 años y de Sebastopol, estaba embarazada de nueve meses y viajaba por Noruega con su marido Vasili, se sentó al volante y se dirigió a Kaliningrado para dar a luz. El viaje, que muchos describirían como arriesgado, no perturbó a la pareja, que ya tenía experiencia de perderse en la tundra y en las montañas del Cáucaso sin comida ni agua.
Pero incluso la gente más cercana a ellos, acostumbrados a sus viajes, reaccionó con escepticismo cuando se enteraron en 2016 de que se habían ido de Moscú, habían comprado un velero y se habían ido al mar con su hijo.
Han pasado los últimos tres años viviendo en su velero, viendo la mayor parte de Europa y preparándose para circunnavegar el mundo.
Invierno cálido
El velero familiar está actualmente amarrado en las Baleares. Han pasado tres meses en las tranquilas y cálidas aguas de España, donde planean quedarse hasta que pase la temporada de tormentas invernales. Y es que ahora es demasiado arriesgado navegar en un pequeño velero, sobre todo con niños.
A pesar de esforzarse, la pareja a veces tiene dificultades para cumplir con sus ambiciosos planes. En un principio tenían la intención de pasar el invierno en Túnez, y luego, después de ir por la costa africana, poner rumbo al este, hacia el océano Índico. Pero el mar hizo algunos ajustes.
En ocasiones las cosas no salen bien en el velero y repararlo lleva su tiempo. Otras veces la familia simplemente prefiere quedarse en un lugar determinado un poco más de tiempo. “Pasamos un mes entero en Ibiza y ahora tres meses en Mallorca. Planeamos quedarnos aquí otros tres meses y luego hacer nuestro viaje a Túnez en primavera a través de Francia e Italia”, dice Elena.
Los planes para dar la vuelta al mundo, por el océano Índico, Sudamérica y el Pacífico, pueden parecer extravagantes, pero la familia no tiene prisa y tiene el tiempo de su lado. Han pasado tres años explorando el Mediterráneo. Dado que Elena, al parecer, no es reacia a enfrentarse a la vejez a bordo de un barco, todo es posible, aunque suene a locura.
La odisea comenzó cuando persuadió a su marido, que lo único que conocía del mar era a través de las historias de Elena, a abandonar todo por una vida en las olas marinas.
Viviendo el sueño salado
Lo primero que hizo Elena fue hacer que el marido se acostumbrara al mar abierto. Vasili había crecido lejos del mar y comenzó a bucear a pulmón (sin equipo de buceo) hace poco. Pero había un pequeño problema: cómo persuadir a su cónyuge para que dejara todo y se fuera al mar con ella.
“Me llevó un tiempo conseguir que Vasia se interesara. Le llené la cabeza con historias increíbles sobre playas impresionantes y una pesca maravillosa, así como con el hecho de que podíamos ir a cualquier parte y que nadie necesitaría ver un pedazo de papel. Lo he convencido”, dice Elena.
Vasili aceptó vivir en un velero durante un par de años. Pero Elena tenía otros planes... un viaje de décadas alrededor del mundo.
La pareja comenzó a estudiar los aspectos prácticos de vivir en un velero y descubrió que la mayor parte de la información online concebía la navegación a vela como algo elitista. Al final, no les salió tan caro: pagaron 700 euros por el permiso de navegación de Elena y 9.900 euros por un yate Amel de 1972, comprado a un alemán de edad avanzada.
“Le dijimos que era nuestro primer velero y que queríamos navegar hacia el sur. Pude ver en sus ojos que en lo más profundo de su alma él anhelaba esa libertad y que le habría gustado hacer lo mismo...”.
Peores cosas pasan en el mar
Fue aterrador salir al mar abierto por primera vez. “Apenas teníamos equipo. Según lo que encontramos online, necesitábamos todo tipo de cosas, pero solo teníamos unos pocos mapas basados en tabletas, una brújula y un viejo dispositivo que hacía eco”, dice Elena.
Pero la familia pronto se acostumbró a las dificultades de la vida en alta mar, que no son pocas.
Cuando se acaba la comida, por ejemplo, no hay ningún supermercado a la vuelta de la esquina. “Por cierto, hemos realizado nuestro propio experimento, y resulta que es posible sobrevivir una semana entera con cócteles de proteínas, lo principal es no olvidarse de las vitaminas ni los carbohidratos”, dice Elena.
El tiempo es el mejor maestro: ahora la pareja está preparada para superar cualquier dificultad que el mar les ponga delante.
“Ahora nos preparamos de antemano para los días difíciles que se avecinan. Tenemos una reserva estratégica de frutos secos, galletas insípidas (siempre insípidas para no comerlas demasiado rápido), comida enlatada, proteínas y harina, además de un equipo de pesca y cebo; siempre tenemos pescado fresco cuando nos apetece”.
Unos cuantos salvavidas también les ayudan a salir adelante. Además, cuentan con una despensa de comida sabrosa para mantener el ánimo en los tramos difíciles, así como una reserva de nutrición deportiva. “Cuando las cosas se ponen difíciles, la nutrición deportiva ayuda mucho más que la comida habitual”, dice Elena.
La pareja no siempre compra productos en las tiendas cuando están en tierra. A menudo, pescan algo dondequiera que estén. Una inmersión rápida suele ser suficiente para una prepararse una cena a base de pulpo, camarones y sepias. “Es irónico que los mariscos en las tiendas puedan ser muy caros. Pero para nosotros, es de lo que vivimos cuando los tiempos son difíciles”.
La mujer y el mar
A pesar de la preocupación constante de sus padres y de las súplicas para que regresen a tierra firme, Elena y Vasili no tienen intención de volver a sus vidas anteriores.
Después de pasar todo su segundo embarazo a bordo del yate, Elena dio a luz a su segundo hijo en España y regresó al mar casi inmediatamente después. Ahora la pareja no solo está viajando, sino que está criando a dos niños pequeños en condiciones muy inusuales. “Un entorno de vida es el mejor lugar para que los niños aprendan. Los animales, las plantas, los fenómenos naturales, los idiomas, la psicología, todo está aquí, no en los libros ni en las aulas”, dice Elena.
También cree que el mar frena el proceso de envejecimiento. El aire fresco y la actividad física constante mantienen el cuerpo y el alma en buena forma.
La pareja se gana la vida con artículos de revistas y administran las cuentas de Patreon, YouTube e Instagram, donde ganan dinero con los vídeos de sus viajes y ofrecen consultas sobre cómo trabajar de manera freelance.
No están planeando volver a tierra firme y a veces (medio en broma medio en serio) reflexionan sobre cómo será la vejez en el mar.
En respuesta a una pregunta sobre lo que más le gustaría cambiar en otras personas, Elena dice que le gustaría que “la gente de tierra fuera igual que la gente de mar”.
“Aquí la gente no tiene edad, país, política o religión. Somos libres y nadie invade la libertad de los demás. Siempre estamos encantados de ayudarnos los unos a los otros. Las puertas de nuestras casas están abiertas. El rencor, la envidia, la falta de sinceridad y cosas por el estilo se quedan en la orilla, no tienen sentido aquí. No necesitamos que nadie nos intimide para que nos comportemos como seres humanos, sino que sale de manera natural”.
Aquí te contamos sobre una pareja ruso-argentina que ha atravesado medio mundo en su minibús.