El encanto de los trenes nocturnos en Rusia (Fotos)

¿Qué harías y cómo te sentirías si estuvieras encerrado con varios desconocidos en un espacio relativamente pequeño durante días?

Los trenes nocturnos y los vagones platskart (vagones de tren de clase económica) son una característica típica de la vida rusa, pero raramente se conoce fuera del país. Intenta imaginarte a unos perfectos desconocidos que de repente se ven obligados a compartir un pequeño espacio y tienen que dormir unos encima de otros... en literas. Comparten la comida, beben té y hablan sobre detalles de su vida personal que quizá ni su familia ni sus amigos más cercanos conocen.

Un buen día Ilaria Kantórova, una joven fotógrafa y camarógrafa rusa, sintió la necesidad de escapar. Se compró un billete de tren de Moscú a Vladivostok y se lanzó en un viaje de siete días a lo largo del país, en busca de inspiración. Durante la travesía grabó y fotografió a sus compañeros de viaje.

“Me parece como si hubiera vivido toda una vida nueva en este viaje”, dijo Kantórova a Russia Beyond.

Se dedicó a observar de cerca a estas personas que acababa de conocer por la simple y azarosa razón de que sus billetes de tren correspondían al mismo vagón. Estos desconocidos, sin embargo, a veces entablan amistad rápidamente y llegan a compartir detalles de su vida personal que quizá nunca hayan hablado con sus familias o amigos más cercanos.

“Se las arreglaban para hacerse amigos y luego en cualquier momento podían surgir pequeños conflictos, pero enseguida se reanudaba la conversación como si no hubieran discutido en absoluto”.

¿Por qué esta gente hace un viaje tan largo? Algunos alegaban estar cansados de sus propios hijos, mientras que otros volvían a su tierra después de una larga separación de sus familias. Encontrabas quien iba en busca de oportunidades laborales y quien regresaba a casa después de haber fracasado en un trabajo. Algunas personas, como la propia Ilaria, habían emprendido un camino de búsqueda interior.

“No sé dónde está mi sitio; lo que quiero es vivir una vida interesante”, le dijo una pasajera.

Los rituales son muy importantes para los rusos y, desde la época soviética, la gente que viaja con frecuencia suele llevar consigo sus zapatillas de casa, porque al ponérselas se siente en casa. Uno de los rituales principales en el tren es llevar comida casera, por lo que al viajar en un platskart, con toda seguridad te llegará el aroma a pollo asado que en algún momento alguien estará sacando de una envoltura en papel de plata. También verás huevos cocidos, de hecho, sus cáscaras podrán acabar desechadas en una pagina del periódico que acabas de leer. Menos habitual, pero posible, son las latas de sardinillas en tomate; y, sin duda, lo que nunca faltará son aquellas sopas de fideos intantáneas para las que hay que tomar agua hervida de la tetera del fondo del vagón y después regresar a tu sitio haciendo equilibrios sin derramarla.

Otro ritual en el tren es alquilar sábanas y hacerte la cama. Le pides a alguien que sea más alto que te ayude tomar un colchón del tercer estante. Cuando hayas hecho tu cama, el compartimento se volverá más acogedor y te sentirás como en casa. Parte de este ritual es devolver las sábanas alquiladas a la provodnitsa (azafata del tren). Alrededor de una hora antes de llegar a destino, estas azafatas atraviesan los vagones voceano "Сдаем белье!" (¡Devolución de sábanas!).

El té puede considerarse la principal bebida nacional de Rusia; no el vodka, como se podría pensar. Y el té del tren tiene cierto aire romántico, porque aún se sirve según la tradición soviética, es decir, en un vaso con un soporte de metal decorado, llamado podstakánnik, que sirve para no quemarse las manos. Por cierto, como el agua aún se calienta con carbón, el té del tren suele tener un aroma particular.

El resto del tiempo la gente lee, habla y juega a las cartas con desconocidos, o mata el tiempo mirando por la ventana, viendo pasar los árboles y los campos. Cualquier ruso puede decirte que no hay nada más meditativo que mirar por la ventana, reflexionar sobre la vida o soñar bajo el fragor rítmico del tren.

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