Algunos de los hoteles se ubicaron en los rascacielos estalinistas (como el hotel Leningrádskaya o el Ukraina), otros se construyeron desde cero según proyectos de arquitectura al más puro estilo imperio estalinista (como los hoteles Moskvá o Pekín), y otros se situaron en edificios de la época anterior a la Revolución reformados hasta quedar irreconocibles (como el hotel Sovétskaya, que se inauguró en el edificio del restaurante Yar, uno de los más importantes del siglo XIX).
El Hotel Moskvá, construido durante la década de 1930 en la plaza Manézh, entre los antiguos hoteles Nacional y Metropol, fue el primer hotel soviético importante. El edificio histórico no se conserva, pero el que se alza ahora en su lugar es una copia exacta, en el que actualmente se encuentra el Four Seasons Hotel Moscow.
La parte derecha de la fachada del hotel Moskvá es distinta de la izquierda. Según una leyenda urbana, el proyecto final de construcción del hotel fue aprobado por el propio Stalin. Al líder soviético se le presentaron dos opciones para la fachada del hotel divididas por una línea, y Stalin estampó su firma justo en el medio. Nadie se decidió a intentar averiguar qué era lo que Stalin tenía en mente, por lo que los arquitectos introdujeron las dos fachadas distintas en el mismo plano. La parte derecha era más austera, mientras que la izquierda tenía más detalles decorativos.
El hotel Ukraina, ubicado en la orilla occidental del río Moscova, enfrente del edificio de la sede del gobierno (llamado “Casa Blanca”), se construyó en los años 50. Durante mucho tiempo fue considerado uno de los hoteles más altos de Europa (la altura del edificio junto con su aguja era de 206 metros). Ahora, en este edificio histórico se encuentra el Radisson Royal Hotel.
El edificio del hotel fue el séptimo y último de los rascacielos estalinistas. Como se construyó después de la muerte de Stalin, el encargado de decidir cuál sería su destino fue el nuevo líder soviético, Nikita Jruschov, conocido no solo por desmitificar el culto a Stalin, sino también por resolver el problema de la vivienda en la Unión Soviética: acabó con las komunalkas, apartamentos compartidos por varias familias, y construyó los edificios de pisos de cinco plantas conocidos como jruschovkas.
Jruschov, según la leyenda, decía que en la Unión Soviética no había dinero para mantener un hotel de semejante envergadura, de modo que ordenó que las secciones izquierda y central (alrededor de un 60 % de las habitaciones) se destinaran a la construcción de viviendas. Esta leyenda puede tener mucho de realidad, ya que a día de hoy sigue viviendo gente en estas partes del hotel.
Existe una segunda leyenda relacionada con el diorama “Moscú, capital de la URSS” que se encuentra en una sala especial del hotel. Esta maqueta de 300 metros de la capital rusa se construyó en 1977 y más tarde se expuso en Nueva York.
Esta copia en miniatura de Moscú causó un auténtico furor en Nueva York: entre 30.000 y 40.000 personas visitaron cada día la exposición. Según algunos rumores, el astronauta Neil Armstrong solicitó al gobierno soviético comprar la impresionante maqueta, tras lo cual recibió esta lacónica respuesta: “Moscú no está en venta”.
Este hotel, situado cerca de la plaza de las tres estaciones, se construyó de 1949 a 1952 y es el menor de todos los rascacielos estalinistas (tiene una altura de apenas 134 metros contando la aguja). Actualmente, en este edificio se encuentra el Hilton Moscow Leningradskaya.
El hotel es conocido por sus interiores, completamente distintos a los de los edificios estalinistas, con motivos de arquitectura rusa antigua y de barroco ruso. Por esta razón, el vestíbulo del hotel se parece más bien a un castillo medieval. Un techo de cristal de estilo veneciano y lámparas de araña colosales que ocupan toda una planta. Entre los pisos dos y siete se encuentra la lámpara de araña de bronce más larga del mundo, que mide 15,5 metros y figura en el Libro Guinness de los Récords.
Junto a la baranda de las escaleras pueden verse unos seres mitológicos de bronce parecidos a leones. Cuenta la leyenda que estas estatuas de bronce fueron traídas por soldados soviéticos del edificio del Reichstag en Berlín justo después de la Segunda Guerra Mundial. El vestíbulo del hotel está abierto a visitas y excursiones.
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