Rusia destruyó a principios de junio sus últimas reservas de gas sarín, según el programa Nunn-Lugar de 1991 que proveía asistencia financiera a las antiguas repúblicas soviéticas de la URSS para decomisar armas nucleares y químicas así como sus sistemas vectores. Parte del programa también consiste en la eliminación de armas químicas. A finales del siglo XX Rusia contaba con unas 40.000 toneladas de agentes para hacer la guerra química.
Se encontraban en lugares alejados, lejos del alcance de cualquiera con intenciones hostiles. En el asentamiento de Gorni en la región de Sarátov, en el pueblo de Kambarka (Udmurtia) y en Kizner (Udmurtia), en Shchuchie en la región de Kurgán, en Maradíkovo en la región de Kírov, en Leonídovka en la región de Penza y en Póchep, situado en la región de Briansk.
"Se trataba de compuestos organofosforado y sustancias vesicantes, gas mostaza, lewisita, compuestos de lewisita y de gas mostaza, sarín, somán, VX, todos ellos guardados en proyectiles de artillería, en sistemas de lanzamiento múltiple de misiles, bombas aéreas, misiles tácticos y de corto alcance, vagones cisterna y otros contenedores”, comenta Víktor Litovkin, analista militar de TASS a RBTH.
Comenta además que estaban guardados de manera segura en hangares de madera en los que los obuses se encontraban apilados en filas, como libros en una librería. Aunque les habían quitado los fusibles.
“Todos los depósitos de almacenamiento estaban equipados con pararrayos y apilados bajo tierra. Cada edificio tenía equipamiento para extinción de fuegos. Es difícil imaginar que alguien pudiera haber hecho algo con ese equipamiento, por ejemplo, si los obuses con VX hubieran ardido. Pero afortunadamente nada de eso ocurrió o, al menos, nunca sabremos que ocurrió”, afirma.
Almacenado en lugares alejados
Cada lugar de almacenamiento estaba en un lugar remoto, alejado de los centros de población.
“Recuerdo Kambarka, donde había reservas de gas mostaza y lewisita apiladas en grandes vagones cisterna. A principios de los años 90, el pequeño pueblo situado cerca del río Kama, las casas carecían de abastecimiento de agua y gas y tampoco tenían teléfono”, afirma el experto.
La única fábrica en el pueblo era una pequeña fábrica de trabajos de ingeniería fundada en la época de Pedro el Grande (a principios del siglo XVIII), que hacía locomotoras de maniobras eléctricas.
Según explica el analista, el objetivo del programa de eliminación de armas químicas también era mejorar la vida cotidiana de la gente, mediante la construcción de fábricas, carreteras y otra infraestructura esencial. Según el cambio actual el proyecto tiene un coste total de 5.300 millones de dólares, de los cuales un 10% era para gastos de construcción.
Ayuda exterior
“No deberíamos tratar de esconder el hecho de que los países occidentales nos han asistido a la hora de destruir nuestros agentes químicos. En primer lugar se encuentras la UE, Canadá y EE UU. Se han dado cientos de millones de euros y de dólares", explica a RBTH Víktor Murajovski, editor de la revista Arsenal de Patria.
La asistencia incluía el envío de equipamiento medioambiental y de instrumentos.
Uno de los principales argumentos de los estadounidenses para ayudar era que gracias a esta programa las armas rusos ya no podrían amenazar a EE UU.
Problemas para la eliminación
En los centros de población en los que se han destruido armas químicas se ha levantado toda la infraestructura necesaria para los residentes: hay tiendas, hospitales, escuelas, centros deportivos y de recreación. Se han habilitado además tuberías de drenaje, agua y gas.
En otros palabras, los analistas coinciden en que el programa de eliminación de armamento químico ha sido en beneficio del país. Aunque surge otro problema, vinculado al reciclaje de los residuos producidos durante el proceso de desoxidación de los agentes químicos.
“Los agentes químicos en obuses, misiles, bombas de aviación y otros contenedores se destruyen abriendo las carcasas e introduciendo sustancias que convierten a los agentes químicos en una masa no tóxica que, posteriormente, se puede procesar”, señala Litovkin.
Una proporción de estos residuos es 'útil'. Por ejemplo, se puede extraer el arsénico que se puede utilizar en la manufactura de componentes para la industria electrónica, mientas que hay otras sustancias utilizables en polímeros y pesticidas. Los expertos estiman que hay unas 140.000 toneladas de residuos de este tipo. Además hay otras 100.000 toneladas que no pueden ser procesadas y es necesario enterrar en lugares especiales. Esto requiere unos fondos necesarios y por el momento no queda claro de dónde vendrán.
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