Actualidad de la cosmonáutica rusa en el aniversario del vuelo al espacio.
RIA Novosti“¡Camaradas! ¡La tierra soviética se ha convertido en una orilla del Universo!”, reza un antiguo cartel en el que aparece un joven sonriente y entusiasmado. Detrás de él se ven planetas, el Kremlin y un cohete que vuela hacia el cielo. En la mano lleva un billete “de ida y vuelta”, es decir, de ida al espacio y vuelta a la patria, a la URSS.
Generaciones enteras de soviéticos crecieron con la idea de que ellos “escribirían los anales de la conquista del Universo”. ¿Cómo se desarrolla la industria espacial en Rusia hoy en día y qué ha sucedido con el sueño de llegar a las estrellas?
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El vuelo de Yuri Gagarin del 12 de abril de 1961 fue uno de los primeros grandes logros de la URSS en el espacio. Pero mientras el mundo entero observaba conteniendo la respiración al primer hombre en la órbita terrestre, el gobierno estadounidense experimentaba un sentimiento de alarma: el portacohetes R-7 que puso en órbita la nave de Gagarin Vostok-1 había sido diseñado en un principio para dirigir cabezas nucleares contra EE UU.
Durante la guerra fría, el espacio fue un ámbito en el que las dos superpotencias podían hacer alarde de su poder y enseñarse los dientes mutuamente evitando el conflicto abierto. Durante esta época, en la URSS se publicaron numerosos carteles de temática espacial. El espacio se fue convirtiendo en una herramienta para motivar al proletariado.
A principios de los años 70, la élite del gobierno de la URSS se alarmó por la noticia sobre la creación del Transbordador STS. Estados Unidos quería dar un salto de calidad en el ámbito de la utilización del espacio cercano a la Tierra con fines militares.
La Unión Soviética temía que EE UU utilizara las lanzaderas espaciales para disparar su armamento nuclear o robar los satélites soviéticos. Para evitarlo, el gobierno de la URSS empleó todas sus fuerzas en el desarrollo del programa espacial “Energía-Burán”. Ambas potencias destinaron sumas estratosféricas de dinero para la realización de sus planes: unos 200.000 millones de dólares en el programa del Transbordador STS y unos 16.000-17.000 millones de dólares en el programa Burán.
La perestroika, la caída de la URSS y la crisis de los años 90 en Rusia lo cambiaron todo. Debido a las dificultades económicas, Rusia tuvo que detener el proyecto de creación de la nueva estación orbital Mir-2, llamada a remplazar a la estación Mir (que dejó de funcionar en 2001).
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En junio de 1992 Rusia y EE UU firmaron un acuerdo de cooperación en investigación espacial. Roscosmos propuso a la NASA crear la Estación Espacial Internacional (EEI), que inicialmente era un proyecto de EE UU, Canadá, Japón y la Agencia Espacial Europea.
Durante los últimos años, los astronautas de todo el mundo vuelan a la EEI exclusivamente en las naves rusas Soyuz. No obstante, el año pasado las empresas privadas SpaceX y Boeing obtuvieron 6.800 millones de dólares de la NASA para el desarrollo de una nueva nave de transporte que debería estar lista a finales de 2017.
Según el director de Roscosmos, Ígor Komarov, actualmente entre los países que trabajan en el ámbito del espacio reina una armonía total: “A pesar de la tensión existente en la Tierra, en la EEI el proceso transcurre a la inversa. Compartimos los resultados de nuestras investigaciones, así como los aparatos científicos. Hemos acordado con la NASA y con la Agencia Espacial Europea (AEE) que seguiremos desarrollando juntos programas científicos y misiones tripuladas”.
Según señala Komarov, el club de los “países espaciales” seguirá creciendo en el futuro: “Nuestras puertas están abiertas para los países que empiezan a dedicarse a la investigación en el ámbito del espacio”, señala.
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A finales de marzo el gobierno de Rusia aprobó el proyecto del nuevo programa espacial para los años 2016-2025. Una de sus prioridades es el desarrollo del segmento ruso de la EEI. El uso de la estación se ampliará hasta 2024.
Según Komarov, Roscosmos está negociando la exploración conjunta de Marte con la NASA y la AEE en el proyecto ExoMars. Sin embargo, durante los próximos diez años Rusia se concentrará principalmente en el estudio de la órbita cercana a la Tierra, la radiación espacial y la actividad solar, así como en la preparación de la exploración de la Luna más allá de 2025. Según los planes de Roscosmos, los cosmonautas rusos no aterrizarán en la luna hasta 2030.
“Debemos resolver muchas cuestiones antes de viajar al espacio lejano” — señala Komarov — . Seguiremos trabajando en el proyecto ExoMars y estamos seguros de que llevaremos a cabo la segunda etapa de la misión en los años 2018-2020”. Los principales objetivos durante los próximos años son el desarrollo de una agrupación orbital de satélites de comunicaciones y el sondeo de la Tierra a distancia, así como el lanzamiento de naves espaciales para desempeñar tareas de investigación científica”.
Los planes de Rusia no parecen especialmente ambiciosos. El programa espacial para los próximos diez años ni siquiera prevé la creación de cohetes de la clase superpesada.
“Fénix, un cohete portador de clase media, que debería desarrollarse para el año 2025, es la primera etapa del comienzo de un largo camino hacia la creación de un cohete de clase superpesada, pero próximamente no lo vamos a usar. Entonces, ¿para qué estamos desarrollándolo ahora? ¿Para decir que fuimos los primeros en hacerlo? Ya no nos interesa ser los primeros en pisar la Luna o en viajar al espacio. Ahora nos preocupan otras tareas, no estas ambiciones juveniles”, dice Komarov.
Los cosmonautas rusos creen que con la tecnología disponible actualmente es posible colonizar la Luna. “Durante los últimos años la humanidad ha hecho grandes avances en el desarrollo de nuevos materiales y en el ámbito de la energía. Creo que con la tecnología actual ya es posible colonizar la Luna. En cualquier caso, es necesario porque tarde o temprano los recursos se agotarán, lo que conducirá a que la humanidad empiece a explorar Marte y la Luna”, afirma el cosmonauta Oleg Kononenko.
En los últimos años han surgido en Rusia empresas espaciales privadas. Dauria Aerospace y Sputniks se dedican al desarrollo, ensamblaje y lanzamiento de pequeñas naves espaciales.
Además de los profesionales, el cosmos también atrae a los aficionados, que buscan dinero para sus proyectos espaciales en plataformas de crowdfunding. A principios de este año un grupo de bloggers recaudó cerca de 29.000 dólares para lanzar una nave espacial a la Luna con el objetivo de fotografiar los lugares de aterrizaje de las naves estadounidenses Apollo y de las estaciones automáticas soviéticas Luná y Lunojod.
Este año científicos rusos de la Universidad de Ingeniería Mecánica planean lanzar un pequeño satélite, llamado Mayak (Faro), también construido gracias a las donaciones recibidas online. El objetivo del proyecto es “demostrar que el espacio está cerca y es accesible”, así como comprobar las tecnologías que solucionarán los problemas de basura espacial.
A mediados de marzo, la empresa privada KosmoKurs recibió de Roscosmos el permiso para desarrollar un proyecto de vuelos espaciales para turistas. “No habrá requisitos estrictos para los turistas, — afirma el director general de KosmoKurs, Pável Pushkin. — Solo tendrán que realizar exámenes médicos para asegurarnos de que la persona no tenga enfermedades graves y pasar las pruebas en la centrifugadora. Después de eso estaremos dispuestos a firmar el contrato.”
La primera excursión está planeada para el año 2020. Un billete costará unos 200.000 — 250.000 dólares. Parece que la ilusión de la gente soviética, la de acercarse al espacio, por fin llega a ser realidad, aunque no para todos.
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