Se llamaban “B-2” y parecían una caja de madera con una pequeña ventana de unos 3 por 4 centímetros.
Esta maravilla de la tecnología fue diseñada por un ingeniero llamado Antón Breitbant. El “B-2” es un televisor mecánico basado en un disco del inventor alemán Paul Nipkow. El diseño es muy sencillo: imaginemos un disco con varios agujeros de igual diámetro, detrás del cual hay una fuente de luz. Con una rotación rápida del disco veremos rayas luminosas y, si ajustamos el brillo de la lámpara, recibiremos determinadas señales, que nuestro ojo percibirá como imágenes dinámicas.
La imagen se formaba a partir de sólo 30 líneas y, para mejorar su calidad, se necesitaría un disco con diámetros de varios metros, lo que era técnicamente imposible. Además, el “B-2” tenía que estar conectado a un receptor de radio, ya que el sonido se transmitía por separado.
En pocos años, la URSS consiguió producir 3.000 televisores “B-2”. Costaban 235 rublos, aproximadamente el salario mensual de un obrero.
Sin embargo, debido a sus dificultades de construcción, ya en 1940, la televisión mecánica fue sustituida por la televisión electrónica. Aparecieron los televisores con tubos de rayos catódicos. Podían transmitir imágenes con una frecuencia de hasta 400 líneas.
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