En los años 50, a los dirigentes soviéticos les encantaba batir récords (o, al menos, intentarlo) en el espacio y también en la Tierra. Para batir el récord mundial de velocidad en tierra, un ingeniero soviético propuso una idea muy ambiciosa: construir un coche de carreras impulsado por un motor turborreactor.
El récord absoluto de velocidad en tierra era entonces de 634 km/h, establecido por el corredor británico John Cobb. El ingeniero soviético Alexéi Smolin, que tenía experiencia en el diseño de aviones y coches de carreras, se propuso desarrollar un coche que alcanzara los 1.000 km/h.
Smolin imaginó un coche de carreras ligero equipado con una carrocería aerodinámica y propulsado por un motor turborreactor. Consiguió el apoyo del ingeniero jefe de la famosa fábrica de automóviles GAZ y comenzó a trabajar.
Y, en 1954, se construyó el primer coche turborreactor. El automóvil, parecido a un cohete, recibió el nombre de GAZ-SG3.
Para conseguir un peso mínimo, la carrocería del coche se fabricó con duraluminio, un metal muy utilizado en la aviación y la ingeniería espacial.
Las ruedas del coche se tomaron de un caza MiG-15 y se le instaló el motor de un avión de combate MiG-17.
El motor turborreactor generaba suficiente potencia para alcanzar una velocidad de 1.000 km/h. Sin embargo, la alta velocidad creó problemas de ingeniería adicionales.
En primer lugar, los ingenieros tenían que desarrollar neumáticos adecuados que pudieran soportar velocidades extremadamente altas. En segundo lugar, era necesario contar con una pista de rodaje adecuada en la que se pudiera realizar la primera prueba de conducción. Resultó muy difícil encontrar una pista de carreras adecuada para este fin.
Finalmente, una vez solucionados ambos problemas, llegó el día de la primera prueba de conducción.
En noviembre de 1954, el corredor de coches soviético Mijaíl Metelev se abrochó el cinturón en la pista del aeródromo militar de Gorki, en Nizhni Nóvgorod, y se preparó para el viaje.
Como medida de precaución, los ingenieros ordenaron al piloto que no superara el límite de 300 km/h durante el primer viaje de prueba, a pesar de que en el horizonte se vislumbraba un objetivo mucho más ambicioso.
A pesar de las medidas de seguridad, el primer viaje de prueba terminó de forma catastrófica. El coche se estrelló sin remedio. Afortunadamente, el conductor sólo sufrió una lesión menor, con una fractura en un dedo del pie.
Un fracaso tan épico durante la primera prueba de conducción del primer coche de carreras turborreactor de la URSS fue como una sentencia de muerte del ambicioso proyecto.
Y así, el proyecto se cerró oficialmente en 1957. Ocho años más tarde, el piloto estadounidense Craig Breedlove demostró al mundo que el objetivo fijado anteriormente por el ingeniero soviético era posible de alcanzar. Breedlove aceleró su coche propulsado por turborreactores, apodado ‘Spirit of America’, hasta alcanzar las 600,6 millas por hora, es decir, 966,5 km/h.
Hoy en día, los restos del primer coche de carreras turborreactor soviético se exponen en el Museo GAZ de Nizhni Nóvgorod (Rusia).
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