GLONASS, el análogo ruso del GPS creado por EE UU, comenzó a desarrollarse en la década de 1970 como un sistema alternativo de navegación y posicionamiento por satélite, pero no cobró importancia hasta la década de 2000.
La carrera espacial durante la Guerra Fría
Los científicos soviéticos empezaron a explorar la posibilidad teórica de utilizar satélites para lanzar un sistema de navegación independiente en la década de 1950, más o menos cuando el programa espacial soviético lanzó con éxito el primer satélite artificial de la Tierra, el Sputnik 1, el 4 de octubre de 1957.
Sin embargo, este trabajo teórico avanzó lentamente debido a la falta de fondos. Luego, la Guerra Fría cambió todo.
A principios de los años 60, los dirigentes soviéticos se enteraron de que el archienemigo de la URSS, EE UU, llevaba trabajando en su sistema de navegación por satélite desde los años 50 y que ese trabajo había dado resultados. El llamado sistema Transit, desarrollado para rastrear los submarinos de misiles balísticos estadounidenses, entró en el servicio naval norteamericano en 1964. La Unión Soviética, por supuesto, tuvo que ponerse al día. Ese mismo año, los dirigentes soviéticos ordenaron la reanudación de las investigaciones del país en el ámbito de la navegación por satélite.
En 1976 los militares adoptaron el sistema Cyclone, que consistía en seis naves espaciales que tenían órbitas casi polares a una altitud de 1.000 km.
La precisión del nuevo sistema Cyclone tuvo que ser drásticamente mejorada, ya que el error en la identificación correcta de la ubicación de un objeto podía ser de hasta 80-100 metros, lo cual es demasiado para los estándares militares modernos.
24 satélites
Desde entonces, tanto los científicos soviéticos como posteriormente los rusos continuaron desarrollando las bases establecidas por los creadores de Cyclone.
El proyecto volvió a cobrar impulso en 2001, cuando el gobierno ruso adoptó el programa federal denominado “Sistema de Navegación Global” y estableció una hoja de ruta para el desarrollo del sistema de navegación por satélite ruso que pasó a conocerse como GLONASS.
Este sistema consta de 24 naves espaciales que se mueven en tres planos orbitales que cuentan con ocho dispositivos cada uno. Por su parte, el Sistema de Posicionamiento Global (GPS) estadounidense utiliza la misma cantidad de satélites pero los distribuye en el espacio de forma diferente. Las 24 naves del GPS se mueven en seis planos orbitales, con cuatro satélites en cada uno. La diferencia en la asignación de satélites en el espacio afecta a la experiencia del usuario.
GPS vs. GLONASS
Aunque ambos sistemas son muy precisos, el GPS supera ligeramente a GLONASS tanto en precisión como en cobertura. Utilizados por separado, los sistemas permiten un ligero error en el posicionamiento del objeto rastreado. En el caso de GLONASS, el error puede ser de uno o dos metros más que en el caso del GPS. Como ventaja, el GPS también tiene una cobertura global, mientras que GLONASS puede perder la señal en partes remotas del mundo.
Sin embargo, GLONASS es superior al GPS cuando se trata de posicionar objetos en el Norte, especialmente en latitudes circumpolares. Como los satélites rusos no resuenan con el movimiento de la Tierra (a diferencia de los satélites basados en el GPS), no necesitan una corrección auxiliar. En la práctica, esto se traduce en una mayor fiabilidad del sistema en los lugares donde Rusia más lo necesita: en el Ártico, donde opera la Flota del Norte del país.
En consecuencia, aunque el GPS es en general más preciso y está más extendido, los usuarios de las zonas septentrionales de los países escandinavos y de Rusia pueden encontrar más conveniente el GLONASS.
Desde que terminó la Guerra Fría, los dos sistemas se utilizan como complementarios y no como competidores. La mayoría de los dispositivos de localización que se venden en el mercado (incluidos los iPhones y los smartwatches) permiten el uso simultáneo del GPS y el GLONASS, lo que aumenta drásticamente la precisión del posicionamiento y la cobertura.
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