Los expertos occidentales suelen establecer comparaciones engañosas entre el potencial militar de Rusia y el de Estados Unidos. Esto queda bien ilustrado en un artículo de Carl Hamilton, de la Universidad de Roskilde (Dinamarca), titulado ¿Qué capacidades militares tiene Rusia que no tiene Estados Unidos?. En su opinión, ambas naciones son capaces de “desarrollar sistemas iguales en términos de calidad”, mientras que Rusia tiene una gran capacidad de movilización de reservistas.
Sin embargo, el autor pasa por alto los dispares presupuestos militares de ambos países. Por ejemplo, la administración republicana de Trump solicitó inicialmente al Congreso estadounidense 740.000 millones de dólares para gastos militares en el año fiscal 2021. Pero luego, a finales de noviembre de 2020, se propuso aumentar el gasto para la construcción de dos submarinos nucleares multipropósito clase Virginia. Como resultado, el presupuesto militar estadounidense para 2020 ascendió a 778.000 millones de dólares (un aumento del 4,4% respecto a 2019). En comparación, el presupuesto militar de Rusia en 2020 no superó los 61.700 millones de dólares (un aumento del 2,5% frente a 2019). Y esto no puede explicarse solo por las paridades de poder adquisitivo.
La administración demócrata de Biden decidió mantener el gasto militar al mismo nivel (770.000 millones de dólares) en el año fiscal 2022. Hasta hace poco, se gastaban al menos 80.000 millones de dólares anuales en operaciones militares en Afganistán e Irak. Tras la retirada de las tropas estadounidenses de Afganistán, la mayor parte de esta suma se destinará al desarrollo de armas avanzadas, lo que significa efectivamente un aumento del gasto militar.
Esto plantea una pregunta a los expertos occidentales: ¿cuál es la eficacia del gasto militar estadounidense?
Las reservas estadounidenses y rusas
Una de las ventajas de Rusia es su capacidad para movilizar y equipar más tropas que Estados Unidos en poco tiempo. Según Hamilton, esto se debe a que Rusia tiene un ejército de conscripción (más exactamente, de contrato-conscripción), mientras que el ejército estadounidense es sólo de contrato. En concreto, la reserva entrenada de Rusia cuenta con 2 millones de personas que han servido como reclutas en las Fuerzas Armadas rusas durante un año en los últimos cinco. A esto hay que añadir los 350.000 efectivos del servicio de la Guardia Nacional y otros 20 millones en una categoría de reserva militar diferente (los que sirvieron hace más de cinco años).
En Estados Unidos, mientras tanto, la reserva militar capacitada asciende a 800.000 personas, de las cuales más de la mitad están en la Guardia Nacional. Esto significa que Washington no podría cubrir rápidamente las pérdidas de efectivos durante un conflicto a gran escala (por ejemplo, contra Moscú o Pekín). Rusia, sin embargo, podría duplicar su ejército en tiempos de paz o reforzar sus fuerzas hasta los 3 millones en un corto espacio de tiempo. Al mismo tiempo, Hamilton señala que las Fuerzas Armadas estadounidenses tienen problemas para cubrir las necesidades de personal en tiempos de paz, en gran parte debido al bajo nivel de reclutamiento de nuevos militares.
¿Es importante la reserva militar en una posible guerra entre EEUU y Rusia?
La reserva militar estadounidense desempeñaría un papel mínimo en un posible conflicto con Rusia.
En primer lugar, EE UU no prevé combatir en su propio territorio. Se están planeando operaciones de combate en Europa (contra Rusia) y en Corea del Norte/Sur y Japón (contra China). Al mismo tiempo, los estadounidenses se esforzarían por utilizar al máximo el potencial militar de sus aliados, sin tener en cuenta que sus poblaciones civiles estarían sujetas a ataques de represalia, incluso nucleares.
En segundo lugar, Rusia posee una gran reserva de movilización para la defensa de su propio territorio. Pero ésta sería extremadamente difícil de desplegar en una guerra en EE UU dada la distancia geográfica, la abrumadora superioridad de las fuerzas navales estadounidenses y la limitada capacidad de la aviación militar rusa de transporte. Por no mencionar que la población estadounidense es más del doble de la rusa.
En tercer lugar, la doctrina militar estadounidense prevé un ataque de desarme contra Rusia con armas nucleares y convencionales de precisión. Por eso, en diciembre de 2001, la administración Bush Jr. se retiró del Tratado de Limitación de Sistemas de Misiles Antibalísticos. Se asumió entonces que un ataque de represalia por parte de las fuerzas de misiles nucleares rusas sería contrarrestado por un sistema nacional de defensa antimisiles, incluyendo uno desplegado frontalmente. Fue con esto en mente que los misiles interceptores estratégicos se ubicaron en Alaska (se consideraba que la dirección más probable de un ataque de represalia sería a través del Polo Norte).
La apuesta por la interceptación con energía cinética (interceptar la ojiva durante la fase de impulso, ascenso o mitad de la trayectoria) no dio resultado, porque la distancia de fallo de menos de 1,5 m era inalcanzable. También era irresoluble el problema de la separación en el espacio de las ojivas cubiertas con un sistema de evasión de defensa de misiles. A esa altura operan las fases de combate no sólo de los misiles interceptores estratégicos, sino también de los misiles antimisiles SM-3 basados en tierra (por ejemplo, en las bases antimisiles de Polonia y Rumanía) y del sistema naval de combate Aegis. La respuesta rusa fue el despliegue de sistemas de armas hipersónicas (principalmente el misil estratégico Avangard y los sistemas basados en el aire Kinzhal, con el sistema de misiles hipersónicos Zircon previsto para ser basado en el mar).
Potencialmente, el problema de interceptar las ojivas rusas sólo puede resolverse, hasta cierto punto, si los sistemas de defensa antimisiles estadounidenses se colocan en órbita terrestre baja. Pero esto requeriría una constelación permanente de unos 1.000 de estos satélites de órbita baja; ni siquiera Estados Unidos puede permitirse eso. Por no hablar de la capacidad de las armas antisatélite rusas y chinas.
Así, en función de su respectiva doctrina militar, cada país tiene su propio sistema de mantenimiento de la reserva militar. Los países orientados a la defensa tienden a operar con un sistema de contrato-conscripción; los que no planean luchar en su propio suelo, o dependen únicamente de las defensas de los aliados (principalmente de EE UU) se limitan a un tener un ejército por contrato.
El autor es Jefe del Departamento de Integración Euroasiática y Desarrollo de la OCS en el Instituto de los Países de la CEI.
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