3 grandes inventos del famoso ingeniero Vladímir Shújov

Ciencia y Tecnología
GUEÓRGUI MANÁEV
A finales del siglo XIX, el genial arquitecto e ingeniero ruso Vladímir Shújov creó inventos pioneros, algunos de los cuales se siguen utilizando ampliamente en la arquitectura actual.

1. Torres hiperboloides de Shújov

El diseño más innovador y famoso de Vladímir Shújov sorprendía por su sencillez, como la mayoría de sus obras. Piotr Judiakov, amigo de Shújov, escribió en sus memorias que en la década de 1880, los inventos de Shújov no gustaban a muchos oficiales civiles porque eran “asquerosamente baratos” y no dejaban oportunidades de malversar fondos.

Los diseños de las torres hiperboloides y los castillos de rejilla, patentados por Shújov en 1894-1896, eran efectivamente baratos, rápidos de construir y tan duraderos que muchas de las torres de Shújov, construidas a finales del siglo XIX y principios del XX, siguen intactas en la actualidad.

El principio fundamental de la torre de Shújov es que se trata de una estructura en forma de hiperboloide, hecha con un entramado de vigas metálicas ligeras. Cada una de ellas está colocada con una cierta inclinación y curvatura, aunque cada viga es recta, lo que hace que el transporte de las piezas sea cómodo. Como resultado, la construcción se vuelve robusta por su propio peso y es propensa a los vientos fuertes porque es una estructura de celosía. La inspiración para este diseño fue verdaderamente rusa: se trata de una cesta de mimbre rusa que es ligera, pero que puede soportar o aguantar pesos considerables.

El principio que inventó Shújov fue el más famoso que empleó en la Torre Shújov (construida entre 1919 y 1922) en Moscú, así como en otras 200 torres que diseñó. Su primera torre hiperboloide, construida para la Exposición de toda Rusia de 1896, aún se conserva en Polibino, en el óblast de Lipetsk (Rusia).

2. Los tejados de rejilla y de celosía de Shújov

Paralelamente a la idea de las torres hiperboloides, Shújov desarrolló sus estructuras de rejilla. Se utilizaron en parte en las propias torres y también fueron útiles para crear cubiertas transparentes y de rápido montaje sobre edificios o pabellones de exposiciones.

Los tejados de celosía de Shújov se utilizaron en la construcción del Museo Pushkin de Bellas Artes, la Oficina Principal de Correos de Moscú y muchos otros edificios. Uno de los tejados más impresionantes se instaló en la estación de ferrocarril Kievski de Moscú: la longitud total del tejado es de 230 metros (¡todavía sigue intacto y funcionando!).

3. El método de craqueo de petróleo de Shújov

El primer invento patentado de Vladímir Shújov, creado en 1876 cuando sólo tenía 23 años, fue una boquilla accionada por vapor para dispersar el combustible. Más adelante en su vida, Shújov continuó la investigación en motores y producción de petróleo. En 1891, desarrolló una instalación tubular de funcionamiento continuo de craqueo térmico de petróleo y patentó el primer método de craqueo térmico del mundo, conocido como “craqueo de Shújov”. En 1931 se construyó en Bakú (capital del actual Azerbaiyán) una planta soviética de craqueo de petróleo que utilizaba el método de Shújov. Entre sus ventajas estaba el hecho de que tanto el condensador como la caldera se mantenían continuamente bajo presión.

En 1908, los ingenieros estadounidenses William Burton y Robert E. Humphreys desarrollaron y patentaron de forma independiente un proceso de craqueo similar. Así, cuando en 1924 una delegación de la American Sinclair Oil Corporation visitó a Shújov en Moscú, Vladímir Shújov no pudo evitar darse cuenta de que el método americano era en realidad una variación del suyo, lo que le permitió afirmar con orgullo que “la industria petrolera rusa podría construir fácilmente un aparato de craqueo según cualquiera de los sistemas descritos sin que los americanos le acusaran de tomar prestado gratuitamente”.

Shújov también diseñó oleoductos: creó el primer oleoducto ruso en Bakú en 1878. Además, bajo su supervisión y siguiendo su diseño, se construyeron importantes oleoductos como el de Bakú a Batumi (1907), de 883 kilómetros, y el de Grozni a Tuapse, de 618 kilómetros (1928).

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