Plaza Roja. 1965. Gigantescos cohetes con ojivas nucleares pasaban lentamente por delante de las tribunas llenas de espectadores, incluyendo embajadores extranjeros. Su tamaño por sí solo era suficiente para infundir miedo.
Los comentaristas de la radio soviética leyeron un discurso preparado: “El desfile de considerable poderío militar concluye con gigantescos misiles de defensa. Su mantenimiento es completamente automatizado. No hay límites a lo que estos misiles pueden hacer..."
Este fue sin duda otro triunfo de la tecnología militar soviética. Al menos así fue presentado. Enormes armas, misiles balísticos que podían llegar a cualquier lugar, una “disuasión nuclear desde el espacio”. Nada más llegar a la Plaza Roja pasó a los titulares internacionales. Nadie sabía que allí no había armas de verdad sino que eran falsificaciones.
Por qué necesitaron hacerlo
Vladímir Semichastni, que fuera director del KGB y uno de los organizadores de la destitución de Nikita Jrushchov, escribió sobre esta cuestión en sus memorias, publicadas tras la caída de la URSS. “Los misiles despertaron un gran interés en la década de 1960. Cada vez que se mencionaba uno, incluyendo su aspecto, la gente se pegaba a ellos, conteniendo la respiración”, escribió Semichastni en Servicios especiales de la URSS en una guerra secreta.
“De manera regular, alrededor de una, dos o tres veces al año, afirmábamos oficialmente que dominábamos alguna nueva tecnología de misiles. Después presentábamos los misiles en la Plaza Roja durante los desfiles. Solo un círculo muy pequeño de personas era consciente de que algunos de estos nuevos misiles eran falsos y que no tenían absolutamente ninguna capacidad de volar. Los modelos que estaban siendo arrastrados por los tractores no eran misiles sino réplicas”, confesó.
En cuanto a por qué era necesario el teatro, Semichastni explicó que los servicios especiales occidentales no podían juzgar fácilmente el potencial del ejército soviético en aquel entonces, porque era un secreto muy bien guardado. Las armas más poderosas estaban guardadas en hangares subterráneos y ningún satélite espía habría sido capaz de echar un vistazo. Nadie sabía qué había ni en cuanto volumen. La única manera de echar un vistazo eran los desfiles militares del 1º de mayo, el del Día de la Solidaridad de los Trabajadores el 7 de noviembre, el del Día de la Gran Revolución de Octubre, cuando en la Plaza Roja se mostraba lo mejor del complejo militar-industrial soviético.
Se tomó la decisión de engañar al enemigo sabiendo que no podían hacer nada para verificar lo que realmente estaba ocurriendo.
Campaña de desinformación masiva
Todo estaba escrito hasta el más mínimo detalle. La campaña la encabezada personalmente el Primer Secretario, Nikita Jrushchov. Hubo un ardiente discurso suyo en 1962 en el Kremlin donde anunció la existencia de los GR-1, los llamados “misiles globales”.
En realidad, el concepto de un misil global estaba inspirado en EE UU, cuya versión nunca se materializó, debido a la proximidad de los países de la OTAN a la URSS. Los misiles balísticos intercontinentales de menor alcance habrían funcionado bien. Los soviéticos, sin embargo, no tenían esa ventaja y decidieron ponerse a trabajar. La idea era poner en órbita una ojiva nuclear con la posibilidad de atacar un objetivo independientemente de su ubicación.La característica principal del misil sería la capacidad de alcanzar cualquier objetivo en la Tierra, sin importar la distancia a la que estuviera.
“Un misil global dejaba obsoleto cualquier otro elemento de disuasión. Los misiles globales no podían ser detectados a tiempo para tomar medidas preventivas”, dijo entonces Jrushchov sobre el GR-1, como si fuera un hecho. En realidad, estaba fanfarroneando, ya que en el momento del discurso, la oficina de construcción ni siquiera había preparado una propuesta de investigación. Especular sobre un misil que podría hacer tales cosas era, por decirlo suavemente, un poco apresurado.
Eso no impidió que el discurso tuviera el efecto buscado y la inteligencia extranjera comenzó a buscar información sobre el GR-1, dándole el nombre en código de “SS-X-10 Scrag”. Cuando el supuesto prototipo se presentó en la Plaza Roja en 1965, disiparon todas las dudas de los estadounidenses: los soviéticos lo habían conseguido.
Además, cualquier exageración de este tipo requería una representación en varios actos, como si fuera una obra de teatro. Después de un desfile, la réplica se llevaba a una de las estaciones de tren de Moscú con pleno conocimiento de que el personal de la embajada extranjera estaría observando. Esto significaba que tratarían de evaluar en qué dirección se dirigiría la nueva arma, es decir, qué parte del país debía “fortificar”. La estación de tren de Kievsky significaba que probablemente estaría vigilando las bases en el este.
“Escuchando las conversaciones telefónicas entre los militares y averiguando los viajes de trabajo planeados en busca del misil, pudimos determinar el éxito de nuestro plan. De esta manera, los agentes extranjeros nos hicieron saber lo que funcionaba y lo que no”, escribió Semichastni.
Proyectos que nunca se llevaron a cabo
El misil global es solo un ejemplo de las campañas de desorientación de los soviéticos. Se hizo algo similar con los misiles RT-15 y RT-20. El arma autopropulsada llevaba un misil de 18 metros que infundía miedo solo con mostrarlo. Sin embargo, falló durante las pruebas y nunca se incluyó en el arsenal.
Lo mismo puede decirse de la artillería pesada autopropulsada 2B1 Oka. El gigantesco mortero de orugas era capaz de lanzar un proyectil a casi 50 km de distancia. Pero el retroceso era tan fuerte que desactivó el motor y la transmisión. Las vías no podían soportar el peso y tenían que cambiarse por otras nuevas cada 20 km. Debido a estas deficiencias, era casi imposible operar con el mortero nuclear. En mayo de 1961 se mostraron seis sistemas en la Plaza Roja, que fueron desmontados en silencio en julio del mismo año.
Durante el desfile de 1954 se presentó al mundo el bombardero M-4, supuestamente capaz de llevar una carga nuclear y poseer un chasis que le permitía despegar del hielo en el distrito de Chukotka, justo al lado de EE UU. Sin embargo, había muchos inconvenientes y el avión fue reutilizado como reabastecedor de combustible.
En cuanto al GR-1, hubo un retraso en la producción de los motores y una serie de fallos que hicieron que nunca llegara a materializarse. En cualquier caso, no era necesario ya que el farol había funcionado, y Washington aceptó firmar el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares. El del GR-1 había cumplido con su trabajo y conseguido su objetivo.
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