Cuando, el 2 de agosto de 2020, la nave espacial tripulada Crew Dragon amerizó en el océano Atlántico, fue el primer posado de este tipo en 44 años. Hasta entonces, la última tripulación en llevar a cabo tal maniobra había sido la de la nave espacial soviética Soyuz-23, aunque, en su caso, no se había planeado realmente realizar un amerizaje.
Vuelo y acoplamiento fallido
El 14 de octubre de 1976 se lanzaba la nave espacial tripulada Soyuz-23 desde el cosmódromo soviético de Baikonur (actualmente situado en Kazajistán y alquilado a Rusia). La tripulación estaba formada por dos miembros: el comandante Viacheslav Zudov y el ingeniero de vuelo Valeri Rozhdestvenski. La misión de vuelo era acoplarse a la estación espacial en órbita Saliut-5 para llevar a cabo investigaciones científicas y técnicas.
En su libro Space Catastrophes. Pages from a Secret Dossier (Catástrofes espaciales. Páginas de un Dossier Secreto) , Mikjaíl Rebrov señala que se había informado de un olor desagradable y de fallos de funcionamiento a bordo de la Saliut-5 y se esperaba que la nueva tripulación llevara a cabo una inspección completa de la estación y solucionase estos problemas.'
El vuelo a la estación duró dos días y había suficiente combustible para tres días como máximo. El 16 de octubre surgieron problemas durante un intento de acoplamiento: el sistema de acoplamiento automático de la Igla funcionó mal porque los datos programados sobre los parámetros de movimiento de la nave y la estación no coincidían con los valores reales.
Por esto, dado que era imposible acoplar el Soyuz-23 a la estación sin correr un grave riesgo, el comandante decidió volver a la Tierra.
Chapuzon y nuevos problemas
El aterrizaje tenía que hacerse rápidamente, mientras aún hubiera suficiente combustible. Para el aterrizaje, el comandante de vuelo en Tierra (desconocemos el nombre) eligió la ciudad de Arkalik en Kazajistán. Cuando la nave espacial comenzó a descender sobre el sur de África, el Centro de Control de Vuelo envió helicópteros con equipos de rescate a la zona de aterrizaje prevista.
Debido a una ventisca, en lugar de la zona de aterrizaje designada, la Soyuz-23 acabó en el lago Tengiz en Kazajistán, a temperaturas de -20 °C y a dos kilómetros de la costa.
Debido al mal tiempo, los helicópteros no pudieron ver la nave espacial inmediatamente. Además, uno estas aeronaves no llevaba a bordo sus botes inflables ni trajes de neopreno, pues simplemente se los olvidaron durante la precipitada partida. En el otro helicóptero, se encontraron botes inflables y trajes de neopreno, y los rescatistas se apresuraron a dirigirse hacia al lago.
Dos botes no llegaron hasta la cápsula espacial porque se atascaron en el hielo del lago congelado. El agua salada entró en contacto con los conectores externos de la nave espacial, algunos de los cuales aún estaban activos. El paracaídas de reserva de la cápsula se desplegó automáticamente y, como resultado, la cápsula se volcó y la escotilla que se iba a utilizar para la salida de los cosmonautas terminó bajo el agua.
“Dos horas después de que se desplegara el paracaídas de reserva, la tripulación experimentó los primeros síntomas de falta de oxígeno, lo que los llevaba gradualmente a la asfixia por acumulación de dióxido de carbono. Zudov y Rozhdestvenski, que se ponían en contacto periódicamente con los rescatistas, respiraban con dificultad, se oían sibilancias a través de los micrófonos y sus voces se volvían irreconocibles”, según la web de la Aerospace Equipment Testers internet encyclopaedia, que cita a uno de los miembros de la operación de rescate, el instructor Iósif Davidov.
Un rescate afortunado
Pronto dejó de nevar y la temperatura bajó a -22 C. Los rescatistas y las tripulaciones de los helicópteros encendieron fuegos con la esperanza de mantenerse calientes. Entonces Rozhdestvenski informó con voz ronca que Zudov había perdido el conocimiento por asfixia.
Sólo un bote logró llegar a la Soyuz-23. En él estaba el comandante del helicóptero Mi-6, el capitán Nikolái Chernavski. Pero él mismo sufría de frío y no podía ayudar a los cosmonautas debido a la posición volcada de la cápsula.
Cerca del amanecer, otro helicóptero de rescate llegó a la cápsula. Había salido de Karaganda, y estaba comandado Teniente Coronel Nikolai Kondratiev. El fotógrafo de noticias de la TASS, Albert Pushkarev, también estaba a bordo.
Fue este helicóptero, bajo el mando del instructor Davidov, el que logró fijar un cable a la nave y arrastrarla hasta la orilla.
“Entonces, a través de la escotilla, apareció el pálido y exhausto rostro de Viacheslav Zudov. Sonrió. Le ayudaron a bajar al suelo, y luego arrastraron a Rozhdestvenski tras él. No se veía muy bien, tampoco. Valeri Rozhdestvenski estaba blanco como una sábana, con anillos negros alrededor de los ojos. Ambos temblaban de frío, sus dientes castañeteaban”, recuerda Davidov.
Davidov cuenta cómo el fotógrafo de la TASS Pushkarev corrió hacia la cápsula en ese momento. A pesar de que los cosmonautas necesitaban tratamiento hospitalario urgente, pidió que los ayudaran a levantarse y los hicieran sonreír, para que en la fotografía parecieran “cosmonautas y no zoquetes”.
La operación de rescate había durado 12 horas. Ni Zudov ni Rozhdestvenski volvieron a volar al espacio.
Valeri Rozhdestvenski sirvió en el Centro de Entrenamiento de Cosmonautas hasta 1992 y se retiró con el rango de coronel y murió en 2011.
Viacheslav Zudov también trabajo en el Centro de Control de Vuelo en diferentes puestos hasta 1991, y simultáneamente trabajó como presentador en el programa de televisión Znai i Umei [“Saber cómo”] en la televisión central. Ahora tiene 78 años y está jubilado.
En 2019 Zudov dijo en una entrevista con una web de noticias de Nizhní Novgorod que estaba complacido de que la era de la carrera espacial hubiese terminado.
“Estamos comprometidos en un trabajo conjunto en la Estación Espacial Internacional, en cuyo desarrollo participaron 14 países. Es un paso positivo para asegurar que la humanidad viva en paz. Trabajando allí, la gente no siente las cosas negativas que suceden en la tierra”, dijo Zudov.
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