El pasado 15 de julio la policía de Washington (EE UU) arrestó a una estudiante rusa de 29 años acusada de haberse infiltrado en varias organizaciones que influyen en la política estadounidense con el fin de promover los intereses rusos. Fue entonces cuando el mundo entero conoció el nombre de María Bútina.
La semana pasada fue condenada a 18 meses de prisión por conspirar y actuar como “un agente ruso no registrado”. La joven ya ha cumplido nueve privada de libertad.
La historia de su ascenso meteórico y su dramática caída comenzó muy lejos de Washington, en una universidad provincial rusa a unos 3.000 km de Moscú.
Orígenes de la NRA rusa
Cuando los estudiantes de la Universidad Estatal de Altái, en Barnaúl, decidieron poner en práctica sus habilidades para hablar en público y debatir, nadie podía imaginar que solo un par de años más tarde su sociedad de debate de cinco personas se convertiría en un verdadero movimiento a favor del derecho de los rusos a poseer y llevar armas de fuego, el equivalente ruso de la Asociación Nacional del Rifle (la NRA estadounidense).
“Estábamos unidos por un interés común. Organizamos debates. Algunos de nuestros profesores en ese momento habían estado en programas de prácticas en EE UU y aprendieron mucho de las ideas liberales estadounidenses. El grupo de Barnaúl vivió y conoció los valores libertarios clásicos: economía de mercado, propiedad privada, el derecho a portar armas”, dice Iván Zorkin, uno de los miembros del club de debate.
Muy pronto el resto de los temas quedaron relegados a un segundo plano y la cuestión del derecho a portar armas fue lo que acaparó la imaginación de este club informal de estudiantes. La fuerza impulsora era una estudiante llamada María Bútina.
Entonces dejó de lado ciertas ambiciones políticas, recuerdan los conocidos de María. En 2010 Bútina participó en las primarias organizadas por la Guardia Joven de Rusia Unida (la asociación juvenil del partido gobernante). Su campaña se basó en el derecho de los rusos a portar armas.
En 2011 una delegación de la sede de Rusia Unida en Moscú visitó Barnaúl y las élites del partido se fijaron en ella.
“Les gustó nuestro manifiesto”, recuerda Zorkin que dijo Bútina. Él estuvo ayudando a organizar su campaña de elecciones primarias. “María fue invitada a Moscú”.
Poco después, Bútina, que entonces tenía 23 años, vendió su pequeño negocio de muebles en Barnaúl, se mudó a Moscú y registró oficialmente una organización llamada “Derecho a Portar Armas”.
Rusia con armas
Al principio la vida en Moscú fue como una lucha. Con el dinero recaudado de la venta de su negocio alquiló una oficina cerca de la estación de ferrocarril de Saviólovski y comenzó a hacer lobby por el derecho a portar armas en Rusia.
“[Resultó que] la gente no tenía idea de que las armas eran legales [en Rusia]”, la revista GQ cita a Bútina.
Bútina hacía todo lo posible para obtener el apoyo de personas influyentes a pesar de encontrarse con unas circunstancias difíciles.
“Masha reunió a los tipos duros y los puso en acción. Muchos problemas eran más fáciles de resolver para ella porque era mujer. A los hombres adultos serios les intrigaba que una mujer joven, que también estaba muy bien preparada, se acercara a un tema como este”, dice Viacheslav Vanéiev, a quien los miembros del movimiento consideran su “líder informal”.
Todos los miembros de la organización, incluyendo a Vanéiev, atribuyen el éxito inicial del movimiento a Bútina y a su pasión por las armas de fuego. Muy pronto se dio cuenta de que entre la gente influyente de Rusia había bastantes que compartían la ideología de su movimiento. El líder del partido nacionalista LDPR, Vladímir Zhirinovski, el showman Iván Ojlobistin, el periodista televisivo Vladímir Soloviov, el funcionario estatal Alexánder Torshin y otras figuras influyentes – el ayudante de Bútina y coordinador del movimiento en el territorio de Altái, Iván Zorkin, enumera los nombres de los partidarios del movimiento.
“Pronto Masha encontró apoyo entre muchos diputados. Todas las facciones tenían tanto oponentes como partidarios, entre ellos”, continúa Zorkin.
Cuando el movimiento comenzó a ganar apoyo en Moscú, sus objetivos se hicieron más ambiciosos. La organización Derecho a Portar Armas trataba de participar en ciertos aspectos de la vida política del país.
En el momento de mayor influencia el movimiento tenía tres áreas de trabajo principales: celebrar mítines a favor de la legalización de las armas de fuego, conseguir que el Tribunal Supremo revisara el derecho a la autodefensa y legalizar las armas para todos los “ciudadanos capaces” de Rusia.
En pocas palabras, el movimiento hizo todo lo posible “para facilitar la respiración de una persona armada en suelo ruso”, dice Zorkin.
A pesar del apoyo de personas influyentes, la mayor oposición vino de los ciudadanos comunes.
¿Quieres que esto sea como EE UU?
En el emblema original del movimiento había una pistola Beretta.
“En ocasiones estábamos bajo ese emblema y entonces algunos chicos locales se nos acercaban y empezaban a acusarnos de ser estadounidenses o de estar a favor de ellos o de querer que las cosas fueran como en EE UU [en referencia a los tiroteos que ocurren en ese país]. ¿Qué sentido tenía tratar de explicarles algo?”, dice Zorkin indignado.
Aunque Bútina logró encontrar partidarios en Moscú, le resultó imposible crear un movimiento verdaderamente popular. Lo cierto es que a la mayoría de los rusos no les importaba lo más mínimo el tema del control de armas.
En su apogeo, el movimiento tuvo entre 5.000 y 9.000 miembros, pero la mayoría de ellos no estaban interesados en los derechos humanos ni en el trabajo legislativo. Lo que muchos querían hacer era ir a los campos de tiro y pasar tiempo con gente de ideas afines.
“No teníamos ninguna obligación estricta de participar activamente en las actividades [políticas]. Se trataba más bien de reuniones de personas con ideas afines, no de empleados y gerentes”, explica Alexánder Simóntsev, antiguo miembro del movimiento en la ciudad siberiana de Jabárovsk.
La falta de responsabilidades podría atraer a los amantes de las armas a las filas de la NRA rusa, pero muchos temían el objetivo final del movimiento. “Los dueños de armas que se oponían a extender [el derecho a portar armas] no estaban interesados en nosotros”, dice Zorkin.
La NRA de EE UU
Bútina y su equipo necesitaban la experiencia de la NRA, el lobby de armas más influyente del mundo, para evitar que su idea muriera. “Torshin se convirtió en el intermediario”, dice Vanéiev. El senador y banquero Alexánder Torshin se convirtió en el vínculo que unió a Bútina con la NRA.
“Torshin ya era miembro vitalicio de la NRA y asistía a sus reuniones”, dice Vanéiev. Bútina consiguió un trabajo como asistente de Torshin y viajó con él a EE UU para reunirse con miembros de la NRA.
En 2016, se mudó a EE UU con un visado de estudiante y dos años después ya estaba siendo investigada. En diciembre de 2018, Bútina llegó a un acuerdo con los fiscales federales y admitió que había actuado como agente rusa en territorio estadounidense sin registrarse en el Departamento de Justicia. Pero sus partidarios en Rusia dicen que sus contactos con la NRA perseguían otros objetivos:
“El objetivo de nuestra organización era llegar a ser viables financieramente. La NRA nos interesaba como organización que había logrado precisamente eso. ¿Cómo se las arreglaron para hacer eso? ¿Cómo podríamos aprender de ellos?”, dice Vanéiev.
La investigación, sin embargo, fue por otros derroteros. En julio del año pasado la policía estadounidense arrestó a Bútina, quien ya se había matriculado en una universidad y había establecido importantes conexiones con la NRA y el Partido Republicado, incluyendo el inicio de un romance con el consejero conservador Paul Erickson.
Bútina ha sido sentenciada a 18 meses de prisión y ya ha cumplido nueve meses. Será deportada a Rusia a principios de 2020.
Tras su detención en EE UU, el movimiento Derecho a portar armas se disolvió como entidad legal, pero ha conservado “células” en Jabárovsk, Kazán, Perm y San Petersburgo, que, aunque no llevan a cabo ninguna acción política, siguen siendo leales a los ideales libertarios estadounidenses, en concreto sobre la cuestión de las armas.
A los más leales seguidores de María no les molesta la tregua actual. “Ella no se ha derrumbado. Le aconsejaría que cuando vuelva a Rusia se dedicara a la política. Con sus contactos y la publicidad gratuita que ha tenido [tiene un futuro en Rusia]”, dice Vanéiev.