Además de cuestiones históricas hay numerosas personas en Rusia que tienen fuertes vínculos con el país vecino. Fuente: AFP/EastNews
1. Yuri, 47 años
Ira, mi mujer, es ucraniana y mis padres son de Ucrania. Tenemos muchos parientes allí. Algunos viven en el oeste (Volinia, Lutsk), otros en la parte central (Kiev) y otros en el este (Járkov).
Mis abuelos, que ahora viven en el oeste, se acuerdan de la época soviética, cuando vivían holgadamente en un koljós. Ahora casi todos los jóvenes se han marchado a Portugal o a Polonia y los que se han quedado no viven muy bien.
Mis parientes de Járkov son revolucionarios activos, fervientes partidarios del partido Batkivschina, el partido de Yulia Timoshenko. Nos echan en cara todos los pecados de la política de Putin de los últimos 10 años: “Por qué nos habéis cortado el gas”, etc.
Mi sobrino vive y estudia en Kiev, pero no ha ido al Maidán, está intentando estudiar. Los universitarios veteranos impidieron que los más jóvenes acudieran al ‘campo de batalla’; los encerraron en la residencia e hicieron guardia para que no se expusieran a las balas.
El anuncio del próximo referéndum solo generó un breve comentario en Skype: “invasores”. Pero después llamamos para felicitar el 8 de marzo y volvimos a hablar de la vida. Vamos, un circo.
2. Nikolái, 32 años
Mi abuela es ucraniana. Llegó a Moscú en los años 30, huyendo del hambre. Se casó y tuvo cuatro hijos. Mi madre, sus hermanas y su hermano pasaban los veranos en Ucrania durante su infancia y juventud. Hablaban ucraniano tan bien como el ruso. En casa aún tenemos sus dibujos de niños con las jatas (cabañas típicas ucranianas) y los jardines de cerezos.
Aún tenemos muchos parientes allí que nos traen una fruta y una mermelada exquisitas cuando vienen de visita. Mi madre y mis tías también intentan visitar Ucrania al menos una vez cada pocos años, pues para ellas es un país tan próximo como Rusia.
Tras el colapso de la URSS, a mis parientes les costó acostumbrarse al hecho de que Rusia y Ucrania ya no fueran un mismo país.
Me parece que, actualmente, es difícil encontrar en Rusia a una sola persona que no tenga al menos una pizca de sangre ucraniana; y en Ucrania, sobre todo en las ciudades, muchos tienen parientes rusos.
3. Yekaterina, 30 años
Yo viví diez años en Crimea y ahora vivo en Moscú.
En general, Crimea siempre ha sido rusa. No desde el punto de vista territorial, sino más bien en cuanto a la conciencia de la gente.
Actualmente tengo allí muchos parientes y amigos. Se han escondido mientras esperan el referéndum. Entre nosotros hay una fuerte conexión; un país es un país, por mucho que lo dividas.
4. Olga Gorshkova, 26 años
Mis abuelos se mudaron a la República Soviética de Ucrania cuando mi madre era aún un bebé.
Ella se casó en Arjánguelsk (en Rusia), pero como mi abuela dirigía entonces la planta de maternidad del hospital de Jersón (en Ucrania), mis hermanas y yo nacimos allí.
Parar mí Ucrania nunca ha sido ni será el extranjero, tenemos demasiadas cosas en común. Pero es cierto que, tras la caída de la URSS, notamos enseguida los cambios.
Mi hermana mayor y yo nacimos en 1985 y 1987, y la pequeña en 1993. Nuestros padres no tuvieron ningún problema para registrarnos a las mayores en el lugar de nacimiento. Sin embargo, no les dejaron registrar a mi hermana pequeña en la ciudad donde nació. Al final solo pudieron registrarla cuando regresamos a Arjánguelsk y en su pasaporte pone que nació aquí, aunque en realidad, como muchos miembros de mi familia, ella nació en Ucrania.
5. Alisa Veremeenko, 25 años
Toda mi familia ha nacido en Járkov y ahora viven allí mis abuelos. Yo intento ir cada verano a la dacha de mi abuelo. Para mí, es el mejor lugar del mundo.
Ahora están todos preocupados; nadie había separado antes a rusos y ucranianos debido a nuestros lazos familiares. Sin embargo, mi abuela, que vive allí, siente ahora resentimiento hacia Rusia. Dice que fue a hablar con los chicos del Maidán y que le parecieron unas personas muy correctas e inteligentes, le gustaron.
Es una pena que, por las ambiciones políticas de unos, podríamos acabar enemistados con el pueblo más cercano a nosotros.
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