En la novela Cínicos (1928), de Anatoli Marienhof, el protagonista reflexiona acerca de la imposibilidad de hacer que los rusos sean más sonrientes y amables. “Según un honorable diplomático inglés, Iván el Terrible intentaba hacer sonreír a mis antepasados. Para ello, cuando paseaba o se encontraba de viaje, ordenaba “cortar la cabeza a las personas que se iba encontrando si no le sonrían”.
Sin embargo, concluye el protagonista de Marienhof, ni siquiera estas drásticas medidas dieron resultado: “Se nos ha quedado un carácter sombrío”.
Marienhof se inventó la historia de Iván el Terrible: el zar era violento, pero nunca se le ocurrió cortar la cabeza a la gente por no sonreírle, ya que él mismo tampoco era el hombre más alegre del mundo.
Pero la imagen de los rusos como un pueblo melancólico en el que rara vez se ve una sonrisa es muy antigua y está arraigada entre los propios rusos. Por ejemplo, el publicista Gueorgui Bovt escribía: “Nuestros secretarios generales y presidentes leen hasta su felicitación de año nuevo con un semblante como si nos estuvieran dando el pésame”.
Bovt no es el único que muestra esta opinión. El profesor de la Universidad de Vorónezh Iósif Sternin constata: “Para los europeos, los rusos son sombríos, melancólicos, poco sonrientes”. Y la eslavista alemana Katharina Wenzl, que vivió en Rusia en la década de los 90, recordaba una conversación con su madre cuando esta fue a visitarla: “Con esa sonrisa se ve que eres extranjera a cien kilómetros de distancia”. ¿Por qué los rusos no sonríen por la calle?
El psicólogo Pável Ponomariov explica en una entrevista para RBTH que se trata de un fenómeno meramente público, entre desconocidos, ya que los rusos, como el resto del mundo, sonríen sin reservas entre amigos o para sí mismos cuando están de buen humor. Pero en la cultura rusa no es costumbre sonreír a un desconocido con el que se cruza la mirada por casualidad.
Para los rusos, una sonrisa es algo especial y muy valioso que no es tan fácil de conseguir, opina Iósif Sternin: “Una sonrisa debe ser el reflejo sincero de un estado de ánimo y de una buena relación”.
Todo consiste en la diferencia de los códigos culturales de los rusos y los habitantes de los países occidentales (y de algunos países orientales), comenta Ponomariov. “En nuestro país una sonrisa se interpreta de un modo distinto –explica el experto-. En Occidente, por ejemplo, es un signo común de inicio de conversación con una persona nueva, se sonríe por defecto. En nuestro país, la primera reacción cuando nos encontramos con un desconocido, es la cautela. ‘No te conozco, háblame de ti’. Y si, una vez entablada la conversación, nos caemos bien, entonces podemos sonreír”.
El psicólogo atribuye esta cautela a los “acontecimientos de la historia de nuestro país”. Según el experto, debido al hecho de que los rusos se han visto obligados a enfrentarse a menudo a agresiones externas (tanto por parte de otros pueblos como entre ellos), se ha asentado entre ellos la costumbre de mantenerse siempre en guardia, de temer a los desconocidos.
El investigador polaco Kuba Krys hace el mismo razonamiento en un estudio de 2016 sobre las sonrisas.Krys propone y confirma la hipótesis de que en las sociedades menos estables, en las que el individuo se arriesga más a encontrarse sorpresas, a menudo desagradables, se tiende a sonreír menos a los desconocidos.
Debido a ello, en Rusia se ha formado un estereotipo cultural: la gente que sonríe sin razón a los desconocidos puede parecer hipócrita (y la sonrisa se percibe como una adulación) o tonta. En Rusia incluso un dicho que los extranjeros no suelen saber interpretar: “la risa sin causa (en la cultura rusa la risa y la sonrisa son fenómenos muy cercanos) es rasgo de estupidez”.
Este estereotipo no solo existe en Rusia, sino también en otros países: no existe una sola opinión acerca de si se debe sonreír a los desconocidos o no. Por ejemplo, Krys escribe en su artículo: “Los autores británicos de una famosa guía de viajes sobre Polonia advertían a los turistas de que sonreír a los desconocidos se percibe por los polacos como un signo de estupidez”.
Pável Ponomariov asegura que las diferencias a la hora de percibir la sonrisa son algo normal. “En nuestro país se sonríe menos que en Occidente, en la sonrisa se valora más la sinceridad que la educación. Esto no significa de ningún modo que ellos sean malos y nosotros buenos, o viceversa. Se trata simplemente de códigos culturales distintos”, comenta el experto a RBTH.
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