En las ciudades cada vez son más populares las aplicaciones.
Maxim Slutski/TASSDesde los siglos X-XI hasta mediados del XIX, la forma más extendida de encontrar pareja para casarse era mediante casamenteros. A finales del siglo XIII y hasta principios del XVIII, los acuerdos entre casamenteros podían establecerse mediante un contrato nupcial.
Esta norma continuó vigente hasta 1702, año en el que el zar Pedro I publicó un decreto que daba a los recién casados más autonomía: debían conocerse durante al menos seis semanas tras el acuerdo entre los padres. También se permitía el rechazo a contraer matrimonio en caso, por ejemplo, de que la novia fuera “poco agraciada, triste o gozara de mala salud”. El sesgo machista es obvio. Aunque eso sí, el 16 de enero de 1724 se prohibieron los matrimonios forzados.
En el siglo XIX, con el desarrollo de las ciudades, poco a poco empezaron a desaparecer los estamentos sociales del Antiguo Régimen. Quedaron atrás los casamenteros y se abrieron camino nuevas formas para encontrar el amor.
Pável Fedótov. 1848. Galería Tretiakov / Balabanov/RIA Novosti
A principios del siglo XX estaba de moda buscar pareja poniendo un anuncio en el periódico, algo que ha seguido vigente hasta la revolución digital. A partir de 1905 empezaron a aparecer publicaciones de temática matrimonial. Hay cómicos ejemplos de cómo eran los anuncios, un tal señor Borísov escribió en 1907: “Soy un demócrata. Me he cansado de luchar solo contra la injusticia y el mal, y por eso quiero encontrar un amigo-camarada femenino con la misma visión de la vida que yo…”
Durante la URSS, al igual que en otros lugares del mundo, los jóvenes se conocían entre sí mayormente a través de amigos o en las pistas de baile. Aunque también había historias dignas de una película romántica. Olga Bíkova relata que su abuelo Iván se enamoró de su vuela Liya cuando vio una fotografía suya en un álbum de una conocida. En el reverso de la foto Iván encontró la dirección de la chica y empezó a cartearse con ella. Más adelante fue a verla a la ciudad de Veliki Ústiug (756 km al noreste de Moscú) desde Austria, donde estaba sirviendo tras la Segunda Guerra Mundial.
Después de este encuentro siguieron escribiéndose otros dos años, momento en que Iván consiguió que lo transfirieran a la Unión Soviética y se casó con su amada. “Mi abuela dejó al que por entonces era casi su esposo para irse con mi abuelo a Lvov (en el oeste de Ucrania), cosa que nunca ha lamentado”, relata Olga.
A pesar de que en algunas regiones de Rusia (por ejemplo, el Cáucaso Norte) se conservan muchas de las antiguas tradiciones, en las grandes ciudades se ha acelerado notablemente la búsqueda de pareja. Las fiestas de citas rápidas organizadas para que se conozcan chicos y chicas van ganando popularidad.
“Aquí se ve de todo: desde cocineros y estudiantes hasta directores de finanzas”, dice Elizabeta Tarásova, directora del proyecto de citas rápidas 1+1. “La gente se ve atraída por la oportunidad de encontrar a su amor y la posibilidad de elegir”.
Las aplicaciones móviles para conocer gente hacen la competencia a las fiestas de citas rápidas. Las más populares en Rusia son Badoo y Tinder. Yulia Ivanova de Ekaterimburgo instaló Tinder cuando se enteró de que un compañero de trabajo también lo utilizaba y no había podido hablar con él.
“Mi historia con Tinder comenzó con la búsqueda de una persona. He rechazado a otros para encontrar a quien realmente quería”, dice Yulia. Al cabo de un par de semanas la chica terminó encontrando a su compañero de trabajo que le respondió con reciprocidad en la aplicación. “Después eliminé Tinder y decidí continuar en la vida real”, relata Yulia.
La psicóloga clínica, psicoterapeuta y directora del Centro de Terapia Sistémica Familiar, Inna Jámitova, considera que la gran popularidad de las aplicaciones móviles de citas no se debe a solo a la moda.
“¿Qué tienen de malo, por ejemplo, los casamenteros? Antes muchísima gente encontraba así pareja. Hacer uso de la tecnología en forma de aplicación móvil con el mismo objetivo no me parece para nada una mala idea”, señala Inna. “Además, el hecho de que alguien se registre en una aplicación así se entiende como una declaración de sus intenciones, por lo que la posibilidad de rechazo disminuye”.
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