El ballet ruso: un camino de espinas para llegar a cisne

Ekaterina Petrova
Las bailarinas se someten a una exigente formación.

A pesar de ser probablemente el arte más hermoso y espectacular, el ballet sigue siendo un reto para quienes deciden convertirse en profesionales. ¿Para qué necesitamos el ballet? ¿Por qué diablos tienen que sacrificar estas niñas su infancia para convertirse en bailarinas de ballet? ¿Por qué siguen las rusas soñando con carreras en el ballet cuando tan pocos acaban convirtiéndose en cisnes?

Hay muchos caminos para llegar al ballet. Las niñas toman esa decisión crucial por sí mismos, incluso antes de comenzar el colegio. "Vi el ‘Lago de los cisnes’ en Cheliábinsk cuando tenía cinco años. Me impactó el hecho de que era como un cuento de hadas; algo refinado, elegante y distante, algo que no se podía tocar. Después de la representación ya había decidido lo que quería hacer en mi vida, y no se trataba de un sueño infantil”, cuenta la solista de la compañía del Ballet Mariinski, Anastasía Kolegova.

En los últimos 20 años no ha cambiado casi nada. El camino es igual para quienes quieren convertirse en bailarina. Las biografías de las primeras bailarinas y de los principales bailarines están llenas de historias en las que los niños o las niñas, hechizados por la belleza de lo que ven en la pantalla, bailan junto a la televisión intentando copiar los movimientos.

Los niños atrapados por la fiebre del baile lo intentan de todas las formas posibles. Yan Godovski, el solista del Teatro Bolshói, fue aceptado en la escuela de baile después de ganar una competición de baile de salón en un campamento de verano.

Pero a veces es la vocación de sus padres. La destacada bailarina Natalia Osípova pasó de la gimnasia artística al ballet porque “no quería herir los sentimientos de su madre”. Un niño o una niña que nace en una familia de ballet no tiene muchas opciones.

Ekaterina Shipulina, solista del Teatro Bolshói: “Mi hermana y yo pasamos la infancia detrás del telón viendo a mamá y papá. Sabíamos perfectamente lo que queríamos ser cuando creciéramos”. Una vez que la decisión está tomada el niño tiene que crecer muy rápido. La belleza que aparece en televisión es el resultado de muchos años de duro entrenamiento, día sí y día también.

La estresante vida del bailarín comienza consiguiendo entrar en la escuela de ballet. Los niños tienen que pasar unos rigurosos exámenes de ingreso donde se comprueba su salud, su constitución, su flexibilidad, su coordinación y su postura, junto con su musicalidad y su habilidad para torcer los pies. Antiguamente había comités de prueba que viajaban por toda la Unión Soviética en busca de niños con talento y los encontraban en todos los rincones del país, incluso en las aldeas más apartadas. Estos comités hoy en día son la excepción.

Antes solía haber docenas e incluso cientos de candidatos para una plaza en las escuelas de ballet, especialmente en las academias de Moscú y San Petersburgo. Pero esto solo pasa con las chicas hoy en día. Hay escasez de chicos en el ballet y no solo en Rusia: los padres no están dispuestos a dejar que sus hijos sigan esta carrera habiendo deportes profesionales donde hay mucho más dinero.

También sucede que antes los jóvenes solían ser eximidos del servicio militar si trabajaban en una compañía de ballet, pero estas cuotas fueron suprimidas. El Ministerio de Defensa es el que se ocupa del problema de los hombres en edad de hacer el servicio militar, "pudiendo satisfacer peticiones del Ministerio de Cultura y de las autoridades locales". Muchos de los estudiantes de las academias son examinados, un suspenso en clásico para los chicos, o unos kilos de más para las chicas, podrían significar que fueran enviados a un colegio normal antes de graduarse.

El duro programa escolar (que consiste en una carga lectiva completa además de prácticas diarias de ballet y asignaturas especiales como historia del ballet y piano) no les deja tiempo a los niños para ser niños. A los que vienen de otras ciudades les cuesta adaptarse a la nueva vida sin sus padres. La famosa bailarina Svetlana Zajárova recuerda sus días de colegio. Fue enviada a un colegio interno donde compartía habitación con otras siete chicas. Su infancia terminó allí mismo y comenzó la lucha por la supervivencia.

Los niños trabajan 24 horas al día, 7 días a la semana y tienen que cumplir con requisitos imposibles. El principal reto es combinar técnica y arte. Una página web de ballet rusa lo describe: “la tarea de una escuela de baile no es tanto entrenar a los chicos para que bailen (algo que se puede hacer en mucho menos tiempo), sino convertir sus cuerpos en instrumentos para crear una imagen en el escenario”.

La primera bailarina Evguenia Obraztsova sabe bien como se obtiene la perfección profesional: “Me golpeaban cuando no conseguía poner los pies en la quinta posición, cuando me quedaba corta en la rodilla o en un porté. Hacer trampa en un porté era un crimen en aquel entonces”. La competición es dura: los niños comprenden muy jóvenes que hay competidores con más talento alrededor suyo y que los profesores se fijan en estos niños. Solo sobreviven los auténticos luchadores.

La paradoja es que es durante este periodo cuando los estudiantes verdaderamente comienzan a entender su trabajo y por qué están ahí. Es algo completamente distinto de la felicidad de un niño que ha visto un baile bonito, o del placer de agradar a sus padres. Es una decisión consciente; los niños comienzan a entender por qué aguantan que les sangren los pies o la falta de sueño.

Cuando llega su graduación, los estudiantes se preparan para sus exámenes finales y la escuela entera se estremece de excitación, todos se preguntan si habrán sido aceptados en la compañía que solicitaron. Les cuentan historias de miedo (y exageradas) sobre lo mal que lo pasan los bailarines en los teatros. Les dicen que les ponen cristal en las zapatillas de punta, les cortan los trajes y que solo puedes ascender si tienes enchufe.

La mayoría de los graduados continuarán en trupés poco importantes, algunos se irán compañías extranjeras (donde hay demanda de bailarines rusos) o serán seleccionados por una compañía de ballet. La situación típica de un bailarín buscando trabajo: “Vas a una audición donde hay montañas de aspirantes. Primero está la barra, después te dicen "Vamos", así que pasas al centro de la habitación a realizar una rutina y te dicen "Lo sentimos, adiós" o "Adelante". Al final quedan tan solo 5 de 35”.

La vida de los jóvenes artistas está llena de agonía y éxtasis, inevitables lesiones, intrigas, victorias en las competiciones de ballet, papeles de tercer paje en una matiné infantil o el de Oddete y Odile. Soñarán con papeles codiciados y vivirán la rutina diaria de los ensayos, giras importantes y esperas agonizantes por papeles en largas colas junto a sus colegas. Buscarán el aplauso del público y se retirarán a los 40 con una pensión miserable. Pero si tienen suerte de verdad, el patito feo se convertirá algún día en un magnífico cisne, el símbolo del ballet ruso.
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