“El ‘Willys’ es un vehículo maravilloso: móvil, potente, bajo. Se puede conducir directamente a la línea de fuego”, dijo el capitán de artillería Alexánder Rogachev sobre el vehículo del ejército estadounidense que EE.UU. suministró a la URSS durante la Segunda Guerra Mundial en el marco del programa Lend-Lease.
Al principio de la guerra, el Ejército Rojo experimentó graves problemas con el transporte motorizado y el “Willys” se convirtió en un auténtico salvavidas. La URSS recibió unos 52.000 de ellos durante la guerra.
El jeep tenía capacidad para cuatro personas y alcanzaba velocidades de hasta 105 km/h (65 mph) en una buena carretera. No tenía puertas y, en condiciones extremas, los pasajeros podían abandonarlo fácilmente. A su vez, los asientos profundos impedían que se cayeran del coche mientras conducían.
Tanto los tenientes como los generales valoraban mucho este vehículo ligero, compacto, maniobrable y rápido. Además, al principio las tropas soviéticas lo utilizaban a menudo como tractor de piezas de artillería ligera.
"Nuestros cañones eran tirados por 'Willys', que eran bastante capaces de realizar el trabajo en terreno llano", recordaba el artillero antiaéreo Guennadi Shutz. “Sin embargo, en las pendientes, el cañón con sus cajas de proyectiles cargadas intentaba empujar el vehículo fuera de la carretera. Hasta 1944 no tuvimos el Dodge '3/4' y luego los Chevrolet y Studebaker de dos ejes, que solían utilizarse para remolcar dos cañones. Y, por aquel entonces, sólo los ‘Willys’ eran un salvavidas”.
El parabrisas del jeep se podía bajar libremente sobre el capó, lo que facilitaba el camuflaje del coche. Por ello, estos todoterrenos achaparrados se utilizaban a menudo en incursiones de reconocimiento.
En general, el “Willys” demostró ser un vehículo fiable en el Ejército Rojo. Sin embargo, los soldados soviéticos a menudo se veían obligados a llenarlos con gasolina de baja calidad, lo que reducía significativamente la vida útil de estos jeeps.
Fue un “Willys” lo que el general estadounidense Omar Bradley regaló al mariscal Iván Kónev durante su encuentro en Alemania en mayo de 1945. A cambio, el líder militar soviético le regaló su caballo. “[Él] me siguió a todas partes desde el verano de 1943, cuando asumí el mando del Frente de la Estepa. Era un hermoso y bien entrenado semental del Don”, recordó Konev.
Tras el final de la guerra, la mayoría de los “Willys” fueron devueltos a Estados Unidos y los restantes se utilizaron activamente en la restauración de la economía nacional. Los disfrutaron sobre todo los diversos funcionarios provinciales.
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