Comenzó el 16 de abril de 1945 en las afueras de la ciudad y el 25 de abril las tropas soviéticas entraron en la capital del Reich. Participaron alrededor tres millones y medio de soldados en total y se emplearon más de 50.000 armas de fuego y 10.000 tanques.
Berlín fue asaltado por las tropas soviéticas, mientras que los ejércitos de los aliados occidentales se detuvieron a algo más de cien kilómetros de la capital alemana. Aunque en 1943 el presidente estadounidense Franklin Roosevelt había declarado: “EE UU debe recibir Berlín”. El primer ministro británico Winston Churchill también consideraba que la capital del Reich no debía quedar bajo control de la URSS. A pesar de todo, en 1945 los aliados occidentales no hicieron ningún esfuerzo para conquistar la ciudad.
Conferencia de Yalta, 1945: Churchill, Roosevelt, Stalin.
Dominio públicoHubo varios motivos para esta decisión. El historiador Andréi Soiustov cuenta que según los acuerdos establecidos, incluyendo los resultados de la conferencia de Yalta, Berlín quedaba en la zona de acciones operativas de las tropas soviéticas. La línea divisoria entre esta zona y la correspondiente a los aliados occidentales se había establecido a lo largo del río Elba.
“Si los aliados hubieran pretendido irrumpir en Berlín para conseguir un cierto estatus, ello habría podido causar como mínimo […] la negativa de la URSS a participar en la ofensiva para derrotar a Japón”, explica el historiador.
El segundo motivo era que los aliados occidentales no deseaban involucrarse en el asalto a una gran aglomeración urbana, ya que implicaría enormes pérdidas. Hay que tener en cuenta, como señala Soiustov, que desde el desembarco en Normandía hasta abril de 1945, los aliados “habían conseguido evitar totalmente el asalto de grandes ciudades”. Las pérdidas soviéticas en el asalto de Berlín fueron realmente significativas. Hubo 80.000 víctimas, de las cuales, como mínimo 20.000 fueron mortales. El bando alemán también sufrió pérdidas comparables.
Artillería soviética en las colinas de Seelow, abril de 1945.
Getty ImagesBerlín fue tomado por las tropas de tres grupos de ejércitos, denominados ‘Frentes’ en la terminología militar soviética. La misión más difícil recayó en el Primer Frente Bielorruso, comandado por Gueorgi Zhúkov. Este Frente debía asaltar las posiciones fortificadas de las colinas de Seelow. El asalto comenzó la noche del 16 de abril, y se llevó a cabo bajo la luz de potentes proyectores que instalaron justo tras las tropas atacantes. A pesar de todo, se necesitaron varios días para capturar las posiciones enemigas.
En Berlín había dos líneas defensivas. Se habían preparado cientos de búnkers y muchos edificios de paredes gruesas se convirtieron en fortalezas inexpugnables. Los panzerfaust, lanzagranadas antitanque, eran especialmente peligrosos para las tropas soviéticas. Los tanques se utilizaron profusamente y durante los combates callejeros muchos fueron destruidos.
Tanques soviéticos rumbo al centro de Berlín, 1945.
Arkadi Shaijet/SputnikDespués de la guerra, los comandantes de la operación fueron criticados por haber apostado por los tanques. Sin embargo, como destaca Soiustov, en aquellas condiciones, la utilización de los tanques estaba justificada. “Gracias al uso masivo de los blindados, se consiguió crear un bloque de gran movilidad que ayudó a los grupos de asalto a penetrar en el centro de la ciudad a través de las barricadas”, señala el historiador.
La culminación del asalto de Berlín fue la batalla librada por el control del Reichstag, que en aquel momento era el edificio más alto del centro de la ciudad y cuya captura tenía un valor simbólico. El intento de tomar el Reichstag el 27 de abril fracasó, y la lucha se prolongó durante cuatro días. El vuelco decisivo llegó el 29 de abril, cuando las tropas soviéticas lograron capturar el bien fortificado edificio del Ministerio del Interior, que ocupaba una manzana entera. El Reichstag pasó a manos de los soldados soviéticos en la tarde del 30 de abril.
Bandera de la Victoria, Berlín.
Museo de Arte Multimedia de MoscúEn la mañana del 1 de mayo, sobre el Reichstag fue levantada la bandera roja de la 150ª división de asalto, que posteriormente recibió el nombre de Bandera de la Victoria.
El 30 de abril Adolf Hitler se suicidó en su búnker. Hasta el último momento, el líder nazi confiaba en que las tropas de otras partes de Alemania acudirían en ayuda de la capital, pero eso no sucedió. La guarnición de Berlín se rindió el 2 de mayo.
Señalando las pérdidas en la operación de la toma de Berlín, al final de una guerra sangrienta, algunos historiadores ponen en duda la propia necesidad de asaltar la ciudad por parte de las tropas soviéticas.
En opinión del historiador y escritor Yuri Zhúkov, tras el encuentro entre las tropas soviéticas y estadounidenses en el Elba, lo que prácticamente dejaba rodeadas a las tropas alemanas de Berlín, era posible ahorrarse el asalto a la capital del Reich. “Zhúkov […] podría simplemente haber reforzado el asedio cada hora. […] Pero en lugar de ello, durante una semana sacrificó sin compasión las vidas de miles de soldados. […] Obtuvo la capitulación de la guarnición de Berlín el 2 de mayo. Pero si esta capitulación no se hubiera producido el 2 de mayo, sino, por ejemplo, el 6 o el 7, se podrían haber salvado decenas de miles de nuestros soldados”, opina el historiador.
Berlín a finales de la Segunda Guerra Mundial.
Global Look PressNo obstante, también hay argumentos que contradicen este tipo de valoraciones. Algunos investigadores señalan que, en el caso de organizar un asedio a la ciudad, las tropas soviéticas habrían perdido la iniciativa estratégica, que habría pasado a los alemanes. Sus intentos de romper el asedio desde dentro y desde fuera podrían haber resultado tan dañinos para el ejército soviético como las pérdidas sufridas en el asalto, señala Andréi Soiustov. Además, es imposible saber cuánto tiempo habría durado tal situación.
El investigador también señala que alargar demasiado la operación de Berlín podría haber supuesto la aparición de problemas políticos con los aliados occidentales. No es ningún secreto que, al final de la guerra, los representantes del Reich intentaron negociar con EE UU y Gran Bretaña una paz por separado. “En tales condiciones, nadie podía prever cómo iba a desarrollarse la situación en caso de prolongar el asedio de Berlín”, afirma el historiador con convencimiento.
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