Tres cubanos en la Segunda Guerra Mundial

Durante el mes de enero de 1942 murieron en Leningrado 96.751 personas.

Durante el mes de enero de 1942 murieron en Leningrado 96.751 personas.

Dominio público
La participación de Latinoamérica en la Segunda Guerra Mundial ha sido tradicionalmente minimizada desde los estudios históricos, en su mayoría de origen occidental y en lengua anglosajona. Así se olvida que pilotos mexicanos combatieron a los japoneses desde bases en Filipinas, que Brasil envió tropas a Italia, que voluntarios argentinos volaron aviones británicos sobre Francia y Bélgica… o que tres cubanos lucharon bajo la bandera de la URSS.

A pesar de ellos, es sabido que América Latina formalmente (y por suerte) no fue un teatro de operaciones estratégico durante la Segunda Guerra Mundial, países como Cuba hicieron una importante aportación a la causa aliada, no solo en especie. Se derramó la sangre de marineros cubanos que abastecían EE UU con materias primas vitales a través del golfo de México. El contraespionaje de Cuba, junto con el apoyo de los grupos nacionales de vigilancia, luchó eficazmente contra el espionaje alemán, y la red de organizaciones nazis. La Marina de están nación caribeña consiguió incluso hundir un submarino alemán.

Los hermanos Vivó

Al otro lado del mundo, enviados por sus familias revolucionarias, acosadas por la policía de Batista, llegaron en 1934 los hermanos cubanos Jorge y Aldo Vivó. Les acompañaba su compatriota, Enrique Villar. Todos fueron acogidos en el Internado Internacional Elena Stásova en la localidad de Ivánovo, no lejos de Moscú, que desde el principio y a pesar de las enormes diferencias con su patria, les gustó.

Aldo Vivó.

Aldo, cuya aspiración era ser marino, ingresó en la Facultad de Mecánica de Navegación en la Escuela de Ingeniería Naval de Leningrado. Su hermano hizo lo propio en el Instituto de Medicina. Cuando comenzó la agresión nazi a la URSS. 
“Allí, rodeados por atención y cariño, empezamos a sentirnos verdaderos ciudadanos del país que se convirtió en nuestra segunda patria. Allí aprendimos a hablar ruso y recuerdo para toda mi vida nuestro primer viaje a Moscú con sus largos paseos. Lo único que me apenaba era que nuestro padre, que nos habló mucho sobre esta misma Plaza Roja, Lenin y la revolución, no estuviera a nuestro lado”, comentaría Jorge Vivó, años después.

El 22 de junio de 1941, mientras jugaba un partido de fútbol, Jorge Vivo y algunos amigos fueron interrumpidos por el famoso discurso de Viacheslav Molotov sobre el inicio de la guerra y el ataque de la Alemania nazi. Los jóvenes se dirigieron desde el campo de juego directamente a la oficina de reclutamiento con la idea de partir al frente de forma inmediata.

El 25 de junio, Jorge, junto con otros 50 voluntarios, abandonaba Moscú para luchar por su segunda patria

A Jorge le destacaron en un grupo especial de guerrilleros que tenía que actuar en la retaguardia capturando a 'las lenguas' (soldados enemigos vivos que podían desvelar información importante para el Ejército Rojo) y organizando actividades subversivas.

La mitad de su unidad estaba formada por “niños de la guerra” españoles. Estos guerrilleros además incendiaron o descarrilaron numerosos trenes con armamento y combustible, privando de valiosos suministros a la ofensiva de la Wehrmacht.

En diciembre de 1941 un grupo en el que Jorge estaba integrado chocó con una lluvia de fuego enemigo. De 50 soldados sobrevivieron sólo ocho. Herido, Jorge fue evacuado e ingresado en Leningrado. Allí se convertiría en el único latinoamericano que viviría los horrores del asedio de la ciudad y saldría con vida para contarlo.

“Procedentes de latitudes al sur, sufríamos no tanto por el hambre, como por el frío. Dormíamos sin quitar la ropa, con los capotes y nos poníamos debajo o encima de una mesita para que nos molestaran y así movernos más frecuentemente y conseguir no quedarnos congelados durante el sueño”, explica Vivó.

Solo durante el mes de enero de 1942 murieron en Leningrado 96.751 personas.

En la primavera de 1942, Jorge fue evacuado por el famoso 'Camino de la vida' al Cáucaso y después a Asia Central.

Después de la guerra, Jorge Vivó recibió permiso para abandonar el país y vivir con su padre en México. Allí se convirtió en ingeniero geólogo de la compañía petrolera Pemex.

Aldo sufrió otro tipo se suerte. Tras intentar sin éxito (tenía solo 17 años) enrolarse en repetidas ocasiones, finalmente fue aceptado como soldado en la Segunda División de la Guardia de las Milicias Populares de Leningrado. El 5 de julio de 1941, diez días tras la partida de su hermano mayor, le tocó a él el turno de partir hacia el frente. Participó en los encarnizados combates que se libraron en el sector de Púlkovo y más tarde fue enviado al recién creado operativo del Nevá.

Tropas soviéticas patrullando Púlkovo.

En 1943, Aldo Vivó pertenecía al Departamento Político del 53º Ejército en la región del Nevá y ese mismo año, a causa de un ataque aéreo, cayó en combate durante el cumplimiento de una misión.

Años después, el Consejo de Estado Cubano le otorgó la Orden Ernesto Che Guevara de Primer Grado. El Soviet Supremo de la URSS le concedió la Orden de la Gran Guerra Patriótica.

Jorge Vivó (tumba de su hermano Aldo).

En el orfanato internacional Elena Stasova, donde hallaron albergue numerosos hijos de revolucionarios extranjeros perseguidos, existe una placa conmemorativa, hecha de mármol, donde están grabados los 16 nombres de jóvenes de diversas nacionalidades que vivieron en ese centro y cayeron heroicamente durante la Gran Guerra Patria. El primer nombre de la columna de la derecha es el de Aldo Vivó Laurent.

Enrique Villar

Enrique Villar

Con 17 años, Enrique Vilar se alistó en el Ejército Rojo y fue enviado a la Escuela Especial de Moscú. Allí recibió preparación militar y más tarde fue designado Jefe de Pelotón de Infantería, tras lo que solicitó marchar al frente. En otoño de 1944 fue aceptada su petición, siendo enviado al Segundo Frente de Bielorrusia.
Nacido en Manzanillo en 1925, tras el encarcelamiento de su padre por labores revolucionarias, su madre, en una situación de penuria e inseguridad, decidió enviarle con tan solo siete años de edad a la URSS. En 1936, Villar se convertía en otro de los internos en la escuela Elena Stásova.

En las noches del 29 y 30 de enero de 1944, su pelotón de 12 soldados participaba en los combates para tomar Fürstenau (en la actualidad Kmiecin), en Prusia Oriental. Murieron todos.

Sus restos reposan en el Cementerio Militar Ruso de Braniewo, en Polonia, junto a los de otros 31,236 soldados soviéticos caídos entre 1944-1945 en los combates en aquella región. Fue condecorado post mortem por el Soviet Supremo de la URSS con la Orden de la Guerra Patria y por el Consejo de Estado de la República de Cuba, con la Orden Ernesto Che Guevara de Primer Grado.

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